Casi una semana de silencio esconde varias horas de sueño perdido, de sacrificio a última hora -claro, sin justificación, puesto que se pudo evitar con un planeamiento, con consciencia-. Cuando la inconstancia, la irresponsabilidad, la vagancia por un lado, y por otro la intranquilidad producto de otras preocupaciones que se cuelan por ahí -entre acontecimientos inesperados que generan depresiones, tristezas y otras tribulaciones cargadas emocionalmente-, se aglutinan, se aglomeran, se empozan y se empapan los miedos, las incertidumbres, el estrés y los sacrificios pertinentes a las obligaciones de último minuto: el desorden, el caos.
De la universidad a mi habitación, de esta a la universidad. Se hizo ya una rutina, y las amistades se dejaron de lado, y las salidas se olvidaron -en parte mejor, para poder concentrarse algo en lo poco que queda para que termine el año, en lo poco que queda para la recuperación-.
De la universidad a mi habitación, de esta a la universidad. Se hizo ya una rutina, y las amistades se dejaron de lado, y las salidas se olvidaron -en parte mejor, para poder concentrarse algo en lo poco que queda para que termine el año, en lo poco que queda para la recuperación-.
Les presento, para los que no lo conocen, mi cuarto, aquel en el que sobrevivo estos últimos días, o mejor dicho, madrugadas. Las pestañas se están quemando, los ojos se van cansando, las posturas van cambiando, influenciadas por las molestias de músculos y articulaciones, pero en fin, a seguir, que por nuestra propia culpa -oh mi gran culpa- estamos donde estamos y hacemos lo que hacemos. Quedan ensayos, éxamenes orales, exposiciones, muchas ganas pero también ansiedades, poca fuerza y energía.
Sí, pues, me encuentro de licencia por unos días. Ya veremos con qué nuevas páginas aparezco, qué novedades me traigo entre manos.
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