viernes, agosto 31, 2007

Utopismo

Me pregunto si es tan difícil imaginar una ciudad en la que los peatones/pasajeros
a. tomen el transporte público en el paradero,
b. crucen solo por la línea cebra,
c. lo hagan solo sí el semáforo indica que pueden hacerlo,
d. suban a otro vehículo si el que pretende llevarlos excede un número razonable de pasajeros,
e. respeten las leyes de la proxémica, es decir, respeten a los otros pasajeros y al lugar que ocupan en el vehículo,
f. respeten los asientos reservados,
g. paguen lo que corresponde, y
h. bajen en los paraderos.
Me pregunto si es tan complicado que los transportistas
a. conduzcan por el carril derecho,
b. lo hagan a una velocidad moderada,
c. no rebalsen a otros carros,
d. utilicen vehículos de no más de 10 años de antigüedad y que estén en buenas condiciones,
e. cuiden su apariencia, su aseo y el del vehículo,
f. hablen con respeto y propiedad, sin gritar y sin asesinar el castellano,
g. utilicen la bocina solo si es estrictamente necesario, a través de un pitido seco y muy breve,
h. no pongan música a todo volumen, sino más bien a volumen moderado que permita a los pasajeros tener un viaje tranquilo,
i. utilicen un solo tipo de vehículo para su trabajo, que sea seguro, amplio, limpio, y que no contamiente demasiado el ambiente,
j. cobren una tarifa estratificada y única según la distancia recorrida,
k. estacionen solo en los paraderos,
l. verdaderamente respeten los semáforos, es decir, que rojo significa espere, amarillo deténgase y verde circule,
m. respeten la línea cebra, es decir, el espacio por el que los peatones deben cruzar, en lugar de estacionarse encima de ella para ganarle al auto de atrás,
n. procuren tener un horario para así optimizar recursos y reducir gastos innecesarios tales como gasolina y personal (dateros y cobradores),
o. tengan un número reducido de personas que viajen de pie, si es posible solo aquellos que vayan a bajar cerca,
p. dejen de pegar esos policromáticos y adefesieros stickers en sus ventanas, y más bien confeccionen hojas de ruta de la empresa que peguen en los paraderos para facilitar esa información a los que soliciten el servicio,
q. eliminen el rol del cobrador, agente innecesario en este tipo de servicios, o por lo menos que no tenga que gritar o indicar la ruta o 'jalar pasajeros', y se limite solo a cobrar el pasaje, ya que uno toma el servicio solo si lo necesita, y se supone que sabe a dónde va, y por último, lo más importante,
r. entiendan que el peatón tiene la preferencia.
Me pregunto si es tan difícil que los policías apliquen la ley cuando sea debido hacerlo, sin justificaciones ni pillaje. Me pregunto si es tan complicado que la gente utilice los botes de basura y sea conciente de que en la medida de lo posible deben reusar y reciclar, deben contribuir al aseo y al cuidado de los parques, las calles y los edificios. Me pregunto si es tan difícil que la gente se quiera a sí misma, y con ello a su distrito, a su ciudad y a su país. Me pregunto si es tan complicado que quieran al otro, que lo miren como un ser humano, al mismo nivel y lo respeten, y no lo miren por arriba o por debajo, con desprecio o con complejos, estúpidos prejuicios. Me pregunto si es tan difícil que manos amarillas, morenas, cobrizas y rosadas se unan en una sola fuerza, en un solo ímpetu, en un solo porvenir.
Me pregunto si es tan utópico pensar en todo esto como una posibilidad. ¿Es que tan lejos estamos de ser gente educada, respetuosa, considerada? ¿Es que solo nos importa nuestro beneficio inmediato y no tomamos en cuenta los efectos de nuestros actos a posteriori? ¿Es que tan poco nos importa el otro, el orden, la seguridad, la vida, la limpieza, la ley, la sociedad, la humanidad? A veces me canso del escepticismo. A veces creo que lo único que nos separa de este utopismo es nuestra propia indulgencia, nuestra propia necedad, nuestra displicencia, ese tan añejo conformismo, tan enemigo de todos y a la vez tan remanente, propio, crónico. Quiero dejar de preguntarme, y responder, responder.

martes, agosto 28, 2007

Ojos esquivos

Hoy te ví, y se me olvidó que era martes, que estaba entrando a la biblioteca a sacar unos libros, que me acompañaba una amiga, que tenía que hacer un trabajo, que era invierno y tenía frío, que no había celebrado mi cumpleaños, que no estaba motivado. Se me olvidó que hace una vida no nos hablábamos, que habíamos peleado una vez más como niños, pero que no reparamos como adultos la que fuera nuestra última riña. Se me olvidó la hora, el tiempo, el enorme silencio de los meses a la deriva. Se me olvidó la fatiga, el cansancio, la pereza, la rutina, la procrastinación, la aquiescencia. Tan solo recordé aquellos guijarros de febril azabache, tus ojos, mirándome con el cariño de unos tiempos demasiado lejanos y sepias, esos tus ojos que ahora me ignoraron con ponzoñosa y alevosa indiferencia. Y me quedé de pie, con los ojos despiertos, con los recuerdos aquellos que parecen de otra vida, de otro tiempo, de unos seres que jugaban a conocerse y terminaron siendo desconocidos. Me quedé en seco, aprisionado en un segundo eterno, colmado de hiel, sofocado, y ya no pude sacar los libros, ni acompañar a mi amiga, ya no pude hacer el trabajo; tampoco pude leer para disiparme. Las letras volaban como murciélagos desesperados, los conceptos se distendían en incomprensibles hipérboles, los personajes se confundían en dilemas inenarrables. Tus ojos esquivos me perseguían hasta el recuerdo de tus ojos antiguos. Hoy te ví enfurruñada por mi presencia, y prefiero recordarte sonriente, radiante, familiar y feliz. Aunque eso implique entristecerme por tu conspicua ausencia.

viernes, agosto 17, 2007

Infierno en Fiumicino

La regla de que lo barato sale caro es una máxima urbi et orbi. Que uno haya cruzado el charco no implica que se haya librado, en sus interacciones, de la necedad -entiéndase estupidez, irresponsabilidad, en una palabra: falta de humanidad- tan inherente al género humano. Esto pretende ser, sin tapujos, consideraciones ni otros eufemismos, una venganza. Y ya verán que no es para menos. Si viajan a Europa y por casualidad vean este símbolo, huyan despavoridos, por su seguridad, por su puntualidad y por sus maletas:

Hastalasvueling. Perderte las maletas, tan fácil como 1, 2, 3.


Ya dice el venerado Morelli en la Rayuela entrañable cortazarina que una buena historia no termina nunca ni tiene comienzo definido, sino que puede experimentarse de forma distinta según el autor y lector convengan. Se trata de varias historias en una, separadas y juntas. Y así fue ciertamente mi viaje. Un cúmulo de experiencias, buenas, malas y vueling. La vida misma resumida en un extracto, un condensado de todo lo bueno y lo malo que puedas encontrar. Una experiencia que por supuesto curte mi esencia, aunque en ciertos aspectos también curtió mi corazón -esa pequeña llamita de esperanza, de indulgencia para con el género humano; no más-. Y yo quería contarla bien, en orden, en su orden, pero la verdad es que no me dejaron. Qué iba yo a saber que la incompetencia, la irresponsabilidad y el descaro absoluto tenían nombre y apellido: Vueling S.A.


Inferno. Precisos momentos en que cientos de desafortunados clientes de Vueling se desconciertan ante la irresponsabilidad y la necedad de los encargados de la empresa que no daban razón.

La historia no tiene un comienzo determinado, pues tuvimos que usar la línea Vueling en varias oportunidades dada las facilidades económicas que ofrecía, algo que por supuesto, no justifica el trato impropio para seres humanos y civilizados como nosotros. Viajé a España en Iberia, con escala en Bogotá por intermedio de Lan. A partir de allí, en algunas oportunidades tuve que hacer viajes al interior del territorio Schengen, en la mayoría de las cuales tuve que tomar la tristemente célebre compañía catalana. Creo que tan solo una vez partimos a la hora, pues siempre retrasaban las departures. Claro, mismo Star Perú, solo que con acento peninsular.

Hasta que lo de Fiumicino fue el acabóse. El retraso fue de más de dos horas, pues el vuelo había sido programado para las 8pm. Pero las colas se habían condensado y no avanzaban nunca, y era la única empresa con este problema, pues en Iberia, AirFrance y compañía todo proseguía con normalidad. Y por supuesto uno tenía que ir a preguntarle qué sucedía a los trabajadores de otras compañías, porque los trabajadores de Vueling brillaban por su ausencia. La negligencia fue bárbara, la inoperancia ídem. No había un solo colaborador con el suficiente buen criterio para informar a la gente acerca de lo que acontecía. Ninguno daba razón.

Finalmente llegamos a París después de la 1am, desconcertados, angustiados, fastidiados; pero no era todo. Las maletas de todo el avión jamás llegaron. Parecía una broma de muy mal gusto, era el colmo de los colmos. Y por si fuera poco Vueling jamás se apersonó, ni siquiera para una disculpa. Solo contamos con los efectivos del aeropuerto Charles de Gaulle. Varios días después, luego de haberme cagado el viaje a París -sin equipaje, y por tanto, sin ropa-, ya en Palma, nos devolvieron una de las tres maletas perdidas. Otra de ellas recién ha sido ubicada, mientras que la tercera sigue inubicable. Tantos días después, ni siquiera una llamada, un correo de disculpa. En una de mis maletas, precisamente en la que está inubicable, está una de mis tarjetas de memoria de la cámara, donde están las fotos de Valencia, las que dieron comienzo a esta odisea épica por el viejo mundo. Además de ropa, y otras pertenencias, desde luego.

Por supuesto, está de más decir que ya se cagaron conmigo, porque no me voy a quedar así sin más, sino que voy a iniciar una acción legal por intermedio de mi padre y sus contactos en España, aún así nos devuelvan el equipaje. Y por supuesto, ustedes han de aprender de mi error y jamás en la vida viajar con Vueling, a no ser que sea por un día o un par de días, y solo tengan que llevar equipaje de mano. Pero ni aún así les recomendaría, por la pésima calidad de su servicio, por la ingente incapacidad de sus colaboradores, por tantos otros etcéteras.

Y todavía, las aeromozas, en un imperfectísimo inglés, como solo los españoles pueden hablarlo, dicen antes de viajar "Jaf a gud Vueling". Que les den por culo, coño.