viernes, julio 28, 2006

Esperanza por la Gran Reivindicación

La justa segunda oportunidad.

Además de la celebración por nuestras fiestas patrias, nos ata a todos la esperanza de un nuevo gobierno que, pese a una anterior administración que dejó más que mucho qué desear, no se puede negar que goza de una expectativa distinta, grande, de un pueblo que ya dejó de ser aquel sumiso y estupidizado por los psicosociales de la dictadura. Un pueblo distinto, mejor preparado, enterado, más comprometido con la nación, politizado.
No se puede dejar de reconocer que en la época en que AGP asumió su primer mandato, más allá de los casos de corrupción, las ATA y el desastre económico, se dio el problema social más grande de la historia republicana: el terrorismo que golpeó duramente, causando miles de víctimas, además de innumerables pérdidas económicas. Tampoco podemos obviar que la inflación ya era grande, y venía de la muy mala gestión del nacionalista Velasco, que suprimió las empresas internacionales, endeudándose estrepitosamente, y que no fue controlada por Belaúnde. Y qué decir de las tantas empresas estatales que existían en aquella época: eran muchas y no se tenía recursos suficientes para administrarlas oportunamente, por lo que la fiscalización interna fue harto difícil. Además, y con todo, el APRA tenía mayoría parlamentaria en esa época, por lo que la fiscalización interna y externa fue pobre.
Los tiempos son distintos en esta oportunidad, gracias a Dios. La economía está controlada; el terrorismo no tiene la fuerza que tenía a finales de los ochenta; las empresas son en su gran mayoría privadas, y por tanto más competitivas en un estado incipiente y en crecmiento. Si bien es cierto Toledo pudo hacer mucho más, al menos dejó los números en azul. Sin embargo, el pueblo no le perdonó la no repartición equitativa y justa de este buen momento. Por ello fue rechazado el continuismo económico representado en la candidatura de Flores Nano. Así mismo, el pueblo no se comió el cuento del nuevo Inkarri Humala, extremista.
Es así que García llegó nuevamente a Palacio, entre la expectativa de muchos y la desesperanza de otros. Estamos todos ante un nuevo gobierno que se presenta como la oportunidad de la Gran Reivindicación del APRA, el partido del sin igual Víctor Raúl Haya de la Torre que injustamente se viera privado de la primera magistratura en varias ocasiones, pese a ser el personaje político del siglo pasado en nuestro país. Era justa una segunda oportunidad para el APRA, no podía quedar así mancillada la historia y el honor de tantos mártires, presos, perseguidos, deportados y revolucionarios que dieron su vida por la doctrina del Pan con Libertad.
Y afortunadamente, hay motivos para sentirse esperanzado en un gobierno de calidad. El nuevo gabinete, con la presencia moderada de apristas (6 de 15), de 9 tecnócratas y de 6 mujeres -primera vez en la historia que tenemos tantas ministras-, ha satisfecho a propios y a extraños. La austeridad fue resaltada en numerosas ocasiones por el nuevo presidente, y eso, merced a que puede generar discrepancias -sobre todo para aquellos que dicen que esto ahuyentará a los buenos profesionales que se dedicarán al sector privado por no encontrar conveniente dicho recorte en sus remuneraciones-, es saludable para amilanar aquel descrédito que la clase política sufre desde hace años. La apertura y la concertación se han manifestado en el ajedrez político que García ha planeado, en un escenario que le exige negociar, conversar y tomar en cuenta las diferentes posiciones, lo que es fiscalizador por naturaleza.

¿Santa Paloma? No tendrá plumas y menos será una santa paloma, pero haríamos bien en desearle lo mejor a García en su segunda administración. Necesita el apoyo de todos.

Pásame la b...atuta. Tras un discurso copioso, Toledo se despidió deseándole la mejor de las suertes al nuevo presidente constitucional del Perú.

Hey, tú. En su mensaje presidencial, luego de asumir la banda, un entonado y emocionado García exhortó a todos los peruanos a cumplir con sus deberes y obligaciones con el mismo afán que hacen respetar sus derechos.

Buen humor. Parece que hay buena química entre la presidenta de Chile, Michele Bachelet, y el flamante mandatario peruano Alan García. Ayer, en una ceremonia en homenaje a los presidentes visitantes, Bachelet levantó la copa y celebró: "Qué viva el Perú". Primera vez en la vida que escucho a algún presidente mapuche decir tan amables palabras para con el Perú. Buen augurio.

Fe. A rezar todos por el Perú.

Tengamos fe, tengamos esperanza. No estemos de brazos cruzados, aportemos, apoyemos, critiquemos. Pero participemos, porque todos tenemos que participar en el futuro de nuestro país. No se trata de tirar piedras y esconder manos, se trata de llamar la atención de aquellas cosas que no se hacen bien, y de reconocer virtudes. Se trata de ponerse la camiseta del Perú, más allá de las discrepancias políticas diz que irreconciliables que suenan a pueriladas. Que Dios ilumine a García y que bendiga al Perú. Que nos de tolerancia, que haga crecer la esperanza, con las manos dispuestas aportar antes que a acusar.

¡Feliz Día, Compatriotas!

Este debería ser un día que todos nosotros festejemos con emoción, con alegría, con esperanza. Un día en el que deberíamos saludarnos con una sonrisa y un abrazo desde las 12, como sucede en Navidad o en Año Nuevo. Un día para enorgullecernos de nuestro terruño, de su historia rica, de su geografía privilegiada, de su heterogeneidad y mixtura cultural, racial, de su clima y su mar, de su gastronomía, entre tantas otras maravillas que tiene el Perú. Por qué siempre fijarnos en la trasgresión, en los problemas eternos del tráfico, en el horrible cielo panza de burro de Lima... Olvidémonos de lo vano y lo trivial, y centrémonos en lo fundamental, en esa cualidad tan peruana de calidez, de solidaridad, de amor. Cómo no amar a tu gran casa, nuestra identidad, nuestro país. ¡Cómo no quererlo! No nos juzguen mal por creer. Creamos también en que sí se puede salir adelante, todos juntos por el Perú.


Así que hoy, hermanos compatriotas, salgamos a la calle, abracemos a nuestra gente, sonríamos y consumamos nuestros productos de bandera. Tú, amigo de Trujillo, recorre el centro hermoso de la ciudad, observa y admira los ventanales, la gran plaza, consume los mejores tamales del mundo, el mejor cebiche, respira el aire virreynal de la capital de la primavera. Tú, amigo arequipeño, pasea por el mirador del elegante sillar de Yanawara, admira la majestuosidad del Misti, consume un suculento adobo o un buen rocoto relleno. Tú, amigo limeño, recorre el centro histórico, las iglesias, las plazas, los museos, los parques. Ve al Rímac, a Chorrillos, pasea por la plaza mayor que es tan bonita de noche, tómate un pisco en compañía de tus amigos, familiares. Tú, amigo de Ica, enorgullécete de la Huacachina, de las dunas, de las uvas. Tú, de Cuzco, respira el aire místico de Macchu Picchu, de Sacsayhuamán, del Valle Sagrado.

Empapémonos todos de ese grito hondo de peruanidad que viene desde lo más profundo del ande, de la puna y del Amazonas, de Chan Chan y del mar de Humboldt. Sintámonos orgullosos de nuestra tierra. Que no nos dé vergüenza empinar el codo por nuestro país, que no nos dé vergüenza saludar a todos con un abrazo, con una sonrisa. Que no nos dé vergüenza gritar a voz en cuello, a todo pulmón y a los cuatro vientos, esta frase que ya es un lema:


Hermanémonos en un solo sentimiento, enorgullezcámonos de esta nuestra tierra, nuestra casa, nuestra identidad. ¡Que viva el Perú!

(Qué privilegio y qué honor que mi post número 100 sea éste.)

jueves, julio 27, 2006

Entre la tempestad y la calma

Ya que el post anterior trató sobre una ex, el que le siguiera no podía dejar pasar el tema, y hasta quizá fue un ensayo no preparado de las líneas que aparecen a continuación. No sé lo que saldrá de las mismas, por lo que la incertidumbre de lo que diré respecto a ellas es tan grande como la de ustedes, amables amigos, que pierden el tiempo tan buenamente por aquí. Muchos ya saben que conmigo no van los preparativos, los ensayos, los borradores. No soy de esos que, hastiados/as del sinsentido de las líneas que van saliendo de lo más profundo -de lo que los más dirán corazón y los menos esencia-, queman, arrugan o destruyen sus intentos. Tampoco soy de guardarlos ordenadamente, con fechas, marcos. Simplemente los registro dentro de mi desorden -que bien puede ser el librero, el escritorio o, si en caso fallaran mis arqueoantropológicas ansias, mi cabeza-, para en un momento dado, y luego de meses, años y una canción apropiada, vengan a mí tan semejantes a cuando fueron creados. Ok, eso es imposible, y además no recomendable ni factible, diré más sensata y serenamente; pero al menos se dispara un cursilero suspiro, y hasta a veces, una que otra sensibilísima y sincera lágrima.

Recuerdo que maldecía para mis adentros a aquellos anónimos que publicaban sus vidas en los blogs: cobardes, les decía estúpidamente; y ahora me maldigo a mí mismo por haber sido capaz de ser tan bocafloja de que la mitad de mis amigos sepan con lujo de detalles capítulos enteros de mi historia. Si bien es cierto yo entré a este universo paralelo y terapéutico de la blogósfera sin seudónimo, ahora quisiera tenerlo, para sentirme totalmente -ojo, sentirme- libre y poder esparcir mi esencia con la más desentendida soltura. Sin embargo, este mecanismo mayéutico intra-interpersonal -en ese orden- tiene sus complicaciones o desventajas. Sobre todo cuando ingresas sin querer a estos universos paralelos de otros conocidos, que, habiendo asumido esta invulnerabilidad -quimérica, hay que decirlo-, se muestran como son, y no necesariamente como quieren ser vistos por intrusos conocidos. Daré dos ejemplos: mi primo, cuyo blog descubrí casi por mero azar y en el que me enteré nada menos que de su bisexualidad; y mi ex, como suelo llamarla, o mejor dicho, la última chica de la que me enamoré.
Es obvio que las razones de mi primo para ocultarme su naturaleza son válidas, que nunca desarrollamos la confianza necesaria para tratar temas tan personales -nadie de la familia lo sabe- y todo ese floro. Lo cierto es que me enteré, y quisiera:
a. por un lado, egoistamente, nunca haberlo hecho; y
b. por otro, ofrecerle mi más sincero y desinteresado apoyo.
Para nada soy homofóbico ni nada, ante todo y si lo fuera, se trata de mi primo, alguien a quien quiero mucho, aprecio mucho y admiro por sus múltiples cualidades. Me refería a apoyarlo por la dificilísima situación en la que se encuentra: su madre, mi tía, adolece de un segundo cáncer, y él está considerando aceptar un trabajo que significará prestigio y reconocimiento curricular de su todavía modesto CV, pero implica que perdería valioso tiempo con ella, porque este trabajo demandaría viajes constantes, y así perdería tiempo que por obvias razones resultaría irrecuperable. Tiene que pensar detenidamente qué es lo que va a hacer. Y hasta el apoyo que siento que debo brindarle podría desestabilizarlo. Él nunca autorizó que me entere de su secreto... Ya tienen un ejemplo.

El segundo ejemplo y verdadero motivo del post es mi ex, como ya anuncié. Mencionar su importancia sería reiterativo. Basta con decir que gracias a ella conozco el universo bloggero. Justamente fue un blog que visité el que me hizo pensar que se trataba de ella, y aunque era mancomunado -un equipo de tres bloggeras-, supe reconocerla al acto. Y me enteré, culpablemente, lo admito, de cosas que no debería, o a las que, por lo menos, no hubo venia ni autorización previa para acceder a ellas. Y siempre la información clasificada es más provocativa cuando está descubierta a nuestros ojos.
Los pormenores de la relación que tuvimos no vienen tanto al caso; digamos que ésta fue bonita mientras duró. Conservamos nuestras distancias, secretos y pasados, no nos imbuíamos mucho en el otro, encontrando momentos acríticos, placenteros, tranquilos. La gracia nos funcionó un par de meses, pero el fantasma de la informalidad relacional y mi sinceridad abrupta finiquitó todo cuando las diferencias entre nosotros me fueron más que evidentes -básicamente intelectuales y maduracionales, ambas en las que obviamente ella me superaba con claridad-. No sé si
a. quise hacerme el bueno terminando con ella porque no le convenía estar conmigo;
b. porque sencillamente me asusté con semejante lumbrera, por su ingente madurez que la convierte en un ente distinto, raro;
c. o simplemente porque en ese momento no la amaba.
El hecho es que le hice mucho daño en un principio, obviamente sin querer; y ella respondió, diré siempre desde mi egocentrismo incurable, con dolosa alevosía en su desquite. Luego yo la amé, sincera y copiosamente. No me derrumbaron sus oprobios, sus vituperios. La busqué sin pretender perseguirla, y en efecto no fue ése el móbil, pero el azar contribuyó de manera increíble haciéndome verla hasta tres veces en otra ciudad. Acto seguido, cruzó el charco y se asiló en el viejo mundo unos meses, y así como me lanzó a los cuatro vientos un deja de perseguirme, me llamó apenas y antes de regresar para preguntarme si quería algo de la ciudad que la albergó durante su estadía en las europas, y acto seguido, se disculpó seca pero sinceramente. Lo tomé como buena fe. Pero luego regresó y me di cuenta que el tiempo había pasado mucho para ella y nada para mí. Intentó acercarse de manera inocente, y yo al principio dudé y hasta me retraje. Seguidamente, me volví a llenar de la pueril y utópica expectativa que me caracteriza y me di cuenta que seguía sufriendo por ella luego de año y medio, a pesar de sus advertencias, de su forma casi algebraica de predecir el devenir. Luego, mi malinterpretado responder a su iniciativa fue percibido por ella como un reactor emítico de mi inmadurez. Seguidamente, la nula coincidencia de estas épocas estresivas de exámenes redujo las posibilidades de vernos al cero absoluto. Por último, fue necesario mi accidente para que reciba una última llamada definitoria. Le mentí que estaba bien luego de percibir su te llamo por cumplir. Y fue necesario soplarme el blog entero al que no tenía permiso acceder para intentar entenderla, por lo menos actualizarme sobre sus cavilaciones, dado que suele volar a velocidades que quizás nunca serán alcanzadas por alguien como yo. La gente que la conoce sabe a lo que me refiero. Aquellos que hayan descubierto de quién se trata -que deben ser pocos o ninguno- por favor mantengan el anonimato que estoy dispuesto a respetar. De hecho si lees esto, por favor no lo tomes a mal. Supongo que era necesario. Al menos estáte tú tranquila, que ya no te amo, y me he tomado un tiempo en advertirlo -por suerte no tanto como el que me demoré para saber que te amaba, o el que te esperé-, y por ende ya no sufro. Quizás me tome un tiempo sopesar los remanentes de la huella -porque podré decir que no te amo pero que todavía al verte se me obnubila la vista y solo tú apareces nítida, que todavía siento ese miedo-ansiedad que no aprendí a catalizarlo con la onicofagia, y tantas otras cursiladas que no deben ni tienen razón de decirse- con la tranquilidad y paz que, motivo de un nuevo intento, ahora siento. Hey, perdón, pero dicen que uno nunca termina de olvidar.
Dejando de hablar hipotética o realmente con ella -total, el messenger podría servir cuando la casualidad nos dé la licencia, si es que ella no me la quitó ya leyendo estas líneas-, vuelvo con ustedes, amigos, y discúlpenme la interrupción. Aunque admito que ya voy de salida, porque son más allá de las cinco de la mañana y mi condición no admite el privilegio de explayarme como en una de esas tantas madrugadas productivas. No habría mucho más qué decir, además de lo más importante: el sopesar las naturalezas distintas de los sentimientos que estas féminas me producen. La primera, mi ex -y ya se lo dije casi personalmente líneas arriba-, despierta en mí lo que calificaré como la tempestad: el miedo, la inseguridad, la duda, la ansiedad, el respirar entrecortado, ajetreado, los temblores de manos. La segunda, una amiga que conocí aproximadamente a la vez que a mi ex, es decir, comienzos del 2005, que siempre estuvo allí como esos planes b tardíos sino fueras tan terco -es probable que se entere en este momento-, lo contrario, absolutamente: calma, paz, alegría, sonrisa, levedad. A raíz del accidente, se ha disparado la expectativa. Reparo últimamente en el adorable brillar de sus ojos, sonriendo, acariciándola. Me ha devuelto la paz. Y en esa disyuntiva estoy ahora, sopesando tempestad versus calma. Evidentemente, no pretendo sacrificar a esta chica de dinamita de mis momificadas tribulaciones. No sería justo para ella; además no creo, confío ni practico la tan cínica y necia máxima "un clavo saca otro clavo".
Es desagradable encontrarte con información que no te concierne y peor aún, de la que no te han autorizado conocer, sobre todo si proviene de lo más hondo de estos tus conocidos. Es triste que estos no hayan experimentado la confianza suficiente como para develar estas partes de sus seres que con todo derecho pretenden mantener ocultas. Pero qué se puede decir si se dio la casualidad. Pero qué puedo decir de todas estas líneas, qué título sería apropiado a semejante disparate. Al final siempre queda uno nada cadente: "Entre la tempestad y la calma", en esta ocasión. Pf.

domingo, julio 23, 2006

Veintitrés

Me vino el recuerdo, de pronto y sin ilación alguna, mientras mis padres se divertían con algunos amigos, y yo seguía -y sigo- tolerando mi convalecencia. Me vino como una de esas evocaciones espontáneas, como uno de esos sueños inesperados, pueriles y cálidos que te arrancan una sonrisa nostálgica, cursi. Silencio, cavilación, uno que otro suspiro. Y palabras, palabras que vienen a la mente y que salen de los dedos.
El 23 de julio del 2003 formalizaría la única relación con fechas que haya tenido en la vida. La chica: una amiga que en ese tiempo conocía ya de uno año atrás, de mis improductivas y accesorias clases de inglés en el INIPUC de Camino Real. Acababa de regresar a casa después de haberme peleado con mis padres por casi un mes, y haber vivido el mismo en casas de amigos. El primer ciclo en la PUCP había terminado, y todavía me solía reunir con mis amigos del colegio. Pesaba entre 25 y 30 kilos menos, mi mochila era negra y tenía parches punkekes.
Comenzaba una relación con antecedentes de amistad cariñosa. Una amistad de un año que se convirtió en algo más de dos meses de continuas y estúpidas peleas; una amistad que se vino abajo de repente por una infructuosa e inmadura relación íntima. Para finales de ese año habíamos mantenido el contacto y hasta algunas licencias de afectividad pasada. Quién sabe qué sucedió al año siguiente que no nos llamamos ni para nuestros cumpleaños. La visité un par de veces, siempre de sorpresa y sin avisar, como era mi estilo. Pero ya no había comunicación.
Mucho tiempo después, apenas y comenzando el 2005, me la encontré en el messenger y tuvimos una conversación definitiva en la que no se definió nada y todo fue silencio hasta ahora. Me enteré de su nueva pareja, "un muchacho mayor, dependiente, dominante, celoso y acaparador". Hey, yo no soy celoso, esos calificativos venían de mis pajarillos confidentes, algunas de sus mejores amigas.
Le escribí un par de veces, ahora último, con el único objetivo de retomar algún vínculo, siquiera para sellar de buena manera aquellos vacíos, desvanecer fantasmas o lo que fuera. No me respondió. Me dio pena; no es que sienta algo por ella, aunque bueno, de hecho recuerdo más nuestra amistad que nuestra relación. Me dio pena no poder haber cerrado bien ese momento de mi historia, que comenzó curiosamente tan bien organizado: esas hojas del cuaderno mental de recuerdos con números al pie. Personalmente creo que es mejor la palabra al silencio.
El libro de tu vida pasa las páginas, sin detenerse. Si bien esta obra no puede ser reescrita o reformulada, espero que pueda releer algunas cosas que no quedaron del todo claras, en algún momento. Por lo demás, el veintitrés tardará lo que tarde en llegar el veinticuatro.

Grisácea e invernal monotonía

Quiero mi fotolog ya.
Y mi cámara.
Le falta color a mi vida.

sábado, julio 22, 2006

Pasando el sábado

Manos trémulas, sonrojadas. Corre el aire del mes patrio y los dolores del esguince me hacen recordar que el incidente de la cabeza no fue mi única torpeza del año. Tcht, duele, digo, y me pongo unos guantes que comprara el 2002 en mi última visita al cuzco, en el viaje de promoción, para contraarrestar los hincones. Los mitones desaparecieron, los usaba el 2003. En ese tiempo no usaba ni la mochila ni la chompa que también adquiriera en ese último viaje a la ciudad imperial, y que ahora, sin embargo, son de uso diario.
Paso por mi escritorio. Un enorme folio de papeles, hojas sueltas y copias hacen un gran bulto a la derecha. Demonios, tengo que arreglar este desastre, digo con resignación. Más al centro, pero siempre en desorden, algunos libros. Hurgo por si encuentro algo interesante: Puesta en Escena, de Enrique Planas, ya lo leí; Hermenéutica y Praxis del Indigenismo, está pendiente; El Kybalion del gran Hermes, a mitad de la lectura; el Código de Ética Profesional del Psicólogo Peruano y los Estatutos del Colegio de Psicólogos, una mueca, un carajo y se me revuelve el dolor de cabeza; los Cuentos Completos de Benedetti, que recién compré, y una sonrisa me reconforta; y finalmente, Ana Karenina, mi último vicio. Los primeros los pongo en el mueble de los libros, el último en mi mesa de noche. Ahí veo un libro intruso y siento un escalofrío. Ah, los mareos, reclamo, reparando en la oscilante indeterminación de mi fijación focal. Por más que ya había leído algunos de los procedimientos conductuales del buen Kazdin, esta semana fatídica me recordaba que no me sirvió de nada sacarlo -porque al final resigné los dos trabajos por la recaída-, y que más aún, tenía que devolverlo, y la cólera se convirtió en mayor dolor. Y debía devolverlo el jueves, maldición. Esto me llevó a pensar en que en uno de los trabajos que cancelé, que era grupal, había prestado mi cámara digital. Encima, recordé que me había peleado con el compañero este, y el maldito ya no se conecta al messenger o bien ha viajado. Y justo ahora tenía la idea de comenzar un fotolog a medida que me vaya recuperando. Cáspita.
Sentí frío y recordé que estaban lavando la chompa del viaje de promo, y que presté la otra -mi chompa favorita- a una amiga que me visitó en el claustro de mi habitación ya casi una semana atrás. Busqué el celular, que hacía días no veía -ni escuchaba-, a ver si podía ubicarla para que venga a verme y de paso me devuelva la favorita. "Usted tiene en su cuenta principal -y dejan pasar unos segundos de estúpida expectativa-... un céntimo. No dispone de crédito en la cuenta de su plan tarifario. Gracias." Genial.
Traté de hacer tiempo, un poco, y calorcito, porque los viejos guantes no me quitaban el dolorcillo en el pulgar por culpa del invierno. Me puse a leer hasta que me empezó a doler la cabeza, luego un poco de piano y finalmente me quité los guantes para tocar guitarra. Repetí un par de veces la secuencia hasta que la tarde y la noche pasaron, y vine finalmente aquí. Me conecté al siempre tan autómata messenger, puse unas canciones, apurando aquellas de rítmica y estilo pesados, dado que mi convaleciente condición me hace no tolerar el Metal y otras maravillas. Ahora escribo estas líneas, pensando en esa máxima que mi nuevo blogamigo Luis acotó en uno de mis posts anteriores, una sentencia del maestro Gabo: "Si puedes vivir sin escribir, no escribas". Yo no puedo vivir aburrido. Y ahora qué hago. Ya veremos.
Aliviaron el dolor:
Lighthouse Family - Postcard from Heaven
Cementerio Club - Ángel (Desenchufado)
José José - El Amor Acaba
Coldplay - Don't Panic
José Luis Rodríguez - Tengo Derecho a Ser Feliz
Jeanette - El Muchacho de los Ojos Tristes
Joaquín Sabina - Y Nos Dieron las Diez
The Lord of the Rings Soundtrack- Into the West
Fausto Papetti - Soleado
Yoshi's Island - Maps BGM
Roberto Carlos & Ana Belén - Amiga
Chayanne - Completamente Enamorados
Louis Armstrong - On The Sunny Side of the Street
Nota. Sí, sí, de velorio o de Enrique el Antiguo. Pero las otras tenía que correrlas por la cabeza. Además, últimamente, me gusta de todo -algunas irremediables cerrazones: reggaetón, alguna que otra salsa cantinera, trance, electrónica, entre otras horripilantes deformaciones aurales.-

viernes, julio 21, 2006

Vía Crucis

Eso fue. Un vía crucis. Luego de la semana en la clínica y la otra en cama, tuve que regresar a las obligaciones, merced al dolor. Me publicaron el lunes 17 las fechas de los exámenes para rezagados: el martes 18 dos y el miércoles 19 uno, además de tres trabajos que debía presentar sin falta para la tarde del mismo día. Qué lindos, me dije.
Considerando que pude empezar a estudiar el viernes, y eso que por pequeños intervalos, dado que el dolor implacable golpeaba severamente, y la sensación de descentro focal y de falta de equilibrio se agrababan, merced a los hincones, hormigueos y palpitaciones de mi sufrida cabeza, hubiera sido una empresa muy difícil incluso si hubiera estado bien. Por primera vez en mi vida tuve que elegir entre mi salud y mis notas, y creo que no me equivoqué. Resigné dos de esos trabajos para darle a mi cuerpo y a mi cabeza el descanso suficiente para afrontar esos días de estudio. Y eso que tuve que, decididamente, tomar mi taza de café favorita, mi Kirma, mi termo y sentarme a la computadora a parafrasear las diapositivas de los cursos las tres madrugadas del domingo, lunes y martes, respectivamente. En circunstancias normales no me hubiera quejado, estoy acostumbrado a ese desgaste. Es el precio que se paga por no estudiar en todo el ciclo. Pero esta vez sí complicó.
Los dos días de exámenes fueron terribles. Más allá del stress bárbaro producto del leer confuso y casi desmemoriado -encima que no podía leer bien tenía que hacerlo varias veces para que se me quede, porque esos son algunos de los efectos colaterales de los edemas-, el solo ir y venir de la universidad fue una lucha épica conmigo mismo. Sobre todo el regresar a casa. La vereda y el mundo daban vueltas, los zumbidos remanentes atosigaban mis sufridas sienes. La falta de equilibrio era alarmente, el miedo a caer a esas olas de cemento -así se veían, moviéndose-, atroz. Y a juzgar por las miradas de susto que me lanzaban los conocidos, no solo mi caminar estaba afectado, sino también mi rostro. Y ese regreso en micro me fastidió más que de costumbre, porque para colmo de males, leer me fastidia, todavía, y peor sería si es en movimiento. Y qué decir de los vehículos de transporte público peruano. Otra atrocidad -A pesar de eso, compré en la tienda de libros viejos los Cuentos Completos de Benedetti, para cuando esté mejor-.
Y eso no fue todo, porque tuve que terminar el ensayo que tenía pendiente, y comerme la impotencia de no poder tener tiempo para los dos trabajos de Modificación de Conducta que debía. Lo bueno es que elegí un tema para el primero de ellos que se dejaba escribir con facilidad. Llegué a las 5 páginas apenas y viendo lo que estaba escribiendo, confiando en mi mecanografía y ortografía -que gracias a la providencia mi madre ayudó a pulir desde pequeño-. Casi muerto, me mandé el trabajo a mi correo y enrrumbé a la universidad. Por suerte el chofer de mi padre estaba a la puerta. Me llevó. Imprimí el trabajo en la secretaría de la especialidad, gracias a una deferencia especial de las secretarias por mi condición de pseudovivo. No necesité hacerles puchero ni nada, en verdad tenía aspecto de convaleciente... Y para colmo de colmos, me olvidé de devolverle un disco al profesor al que le entregué el ensayo, y tuve que regresar a casa para traérselo. Con decir que me bajaron el asiento para que descanse los sendos trayectos de ida y vuelta, suficiente para entender que fue un verdadero vía crucis.
Y no esperé tres días para resucitar, pero creo que podría dormirlos.

domingo, julio 09, 2006

Convalecencia

Zumbidos.
Zumbidos en mi cabeza.
Y unas enormes ganas de escribir, leer y tocar guitarra.
Y otra vez el zumbido y el dolor. Mareos.
Y ahora el descanso.
Reposo.

Rutina interminable, y falta una semana más.
Ya me estoy hartando, ya me estoy cansando.
No lo soporto, pero primero es mi salud.
Me escapé un momento, pero debo regresar al lecho.

Y se me vienen a la mente los cuatro días de sábanas y batas blancas, recipientes y sueros.
Analgésicos, jeringas, puntos. Anestesias, doctores y algodones.
Y unos agradables seres humanos que comparten la doctrina Patch Adams: la sonrisa y el calor humano. Elizabeth, Ana Rocío y Rosa María, las mejores enfermeras del mundo.

Y sigue el punzante dolor, maldito.
Y vuelvo a la cama. Una semana más.

sábado, julio 01, 2006

La Raza y la Magia: Alemania y Francia

Rey y D10s. Completo, inteligente, perfecto. Zinedine Zidane, de lo mejor de la historia del fútbol. ¿Pelé?, ¿Maradona?, ¿Ronaldinho?, no... ¡Zizou!

Dos clasificaciones a Semifinales sorprendieron a muchos, a pesar de tratarse de dos campeones mundiales. El sentimiento sudamericano pudo más, seguramente, y nos encegueció; y qué bueno por eso, dado que como hermanos, era lógico que apoyemos a argentinos y brasileños. Sin embargo, la duda que algunos menos obnubilados por chauvinismos regionalistas teníamos con respecto a la clasificación de los gigantes no era por desconfianza a sus estilos, envidia u otras rencillas, sino por los rivales de turno que tuvieron en los cuartos de final: los argentinos que enfrentaron a los alemanes, y los brasileños que enfrentaron a los franceses, respectivamente. Los primeros enfrentaban nada menos que a los dueños de casa, pero más que eso... enfrentaban a la Alemania aguerrida, mítica, de la cerveza, Wotan y las guerras mundiales. Y los brasileños no enfrentaban a un rival fácil, por más de que Francia pasó a duras penas su grupo. Parece que se olvidaron de que Francia los supera en las justas mundialistas, por no decir que los tiene de hijos (1-1 y 4-3 por penales en los cuartos de final de México 86' y el 3-0 de la final de Francia 98').
Con todo, no nos sintamos tan mal por la eliminación de Sudamérica. Recordemos que el mundial se llevó a cabo en Europa, en un país de unos fríos mortales, que por algo permitieron que Ucrania llegue tan lejos, mientras que los africanos se quedaran en primera fase.
Con todo, creo que hay dos factores que debemos rescatar destos cuartos que se acabaron.

La Garra: Fútbol de raza
Alemania superó a Argentina. Duela a quien le duela y pese a quien le pese. Me sorprendió llegar a la cafetería de letras luego de una clase y encontrar el marcador 1-0 a favor de los albicelestes. Y me había sorprendido gratamente, pues yo tenía mis dudas. Se cumplían casi 70' minutos cuando entré y logré sentarme, y rápidamente me di cuenta que los argentinos habían regalado el dominio del balón a Alemania. A A-L-E-M-A-N-I-A.
Díganme si Alemania no es el equipo que revierte resultados en contra, que nunca falla en penales. Díganme que no, que Alemania no es el país que vence por raza, por mentalidad. Argentina pecó de confiada y regaló la pelota, apretando en su propia cancha, regalándole el gramado al combinado teutón. Y como siempre, Alemania no perdonó y consiguió el empate a los 81'. Los últimos diez minutos son fatales para cualquier rival de Alemania si es que deja de pisar el acelerador. Y sino que lo digan Paraguay, EEUU y Corea del Sur, equipos eliminados por los teutones en el 2002, siempre en los fatídicos 10 minutos finales, cuando nadie daba crédito por los germanos.
¿Y los penales? Corríjanme si me equivoco, pero no recuerdo vez alguna en la que Alemania haya perdido en definiciones por penales. Eliminó a México en los cuartos de final de 1986, en el mundial de los aztecas; eliminó a Inglaterra en la semifinal de 1990, y también en 1996, en la semifinal de la Eurocopa de los británicos. Es decir, se comió la presión de la localía de sus rivales para humillarlos frente a los disparos a doce pasos. ¿Cómo no le iba a resultar tranquilo resolver su serie en casa?. Y los argentinos, por más que han salido airosos frente a Yugoslavia e Italia en 1990 e Inglaterra en 1998 en justas de penales, habían perdido el encuentro frente a los teutones hacía rato, ya, al confiarse, al menospreciar la garra rival.
La magia: Les Bleus
Un hombre sorprendió al mundo en 1998. Hoy demostró, nuevamente, su condición de superhombre. Una actuación para 10 puntos antes de los 60' minutos corridos, el mejor partido de su vida al final de los 90' reglamentarios. Y nada menos que frente al Brasil que derrotó en aquella final con dos goles de cabeza. Zinedine Zidane, sencillamente, le pintó la cara a la selección brasilera, a los Ronaldos, Ronaldinhos, Kakás, Roberto Carlos, Parreiras y demás. Es cierto que lo acompañaron dos torres como Thuram y Vieira, quienes comandaban la defensa y el mediocampo galo, respectivamente, junto con Gallas, Makalele y compañía; pero fue la conducción, el temple, la emoción, ese todo tan difícil de explicar que trasmite el 10 bleu lo que hizo revivir a este equipo francés, que francamente, parecía quedarse en la fase de grupos a merced de los helvéticos y los coreanos.
Recibiendo pelotas difíciles, largas, complicadas, fáciles, todas de manera tan prolija, inteligente, distribuyéndolas con una precisión casi quirúrgica, y superando rivales con una plastilidad felina, conduciendo la pelota con una gracia y una destreza que hace pensar en el fútbol como un arte... sin palabras, sinceramente, describir a un Zidane enorme, fantástico, genial. Tanto así que los brasileros no querían ya marcarlo, para evitar así la vergüenza. Les faltó poco para tenderle una alfombra y decirle pasa, maestro. Si no me creen revisen sobre todo el segundo tiempo del partido.
Pero tampoco seamos mezquinos con el resto del equipo. Mencioné a Thuram y Vieira, unas torres que neutralizaron a los delanteros y mediocampistas verdeamarelhos. Un Ribery que peleó todas las jugadas de igual a igual, además de unos exigidos Malouda, Abidal, Gallas y Sagnol, y un Henry enchufadísimo, que a la postre dio la victoria a su equipo.
Nada qué reprocharle a una Francia que venció inteligentemente al pentacampeón del mundo, el más grande de todos. Y le ganó bien.

Y ahora
A estas instancias de la copa, no valen más caritas, candidatos, kábalas. Alemania y Francia han demostrado la calidad de los fútboles que les caracterizan, y han superado a sus rivales. Qué lástima, pues, que nuestros referentes sudamericanos sucumbieron ante ellos.
Pero tendrán a rivales no menos duros en estas semifinales: los teutones intentarán superar a una Italia que se jacta de superarlos a lo largo de la historia mundialista (4-3 en las semifinales de México 70', 3-1 en la final de España 82') y los franceses a un Portugal que viene de eliminar por penales a una Inglaterra que ya debería dejar de patearlos, dado que siempre pierde por esta vía.
Nuevamente, la garra y la magia se harán presentes. La primera invita a pensar que Alemania superará a los azurri, por su mayor peso en la historia reciente del fútbol -y por la superioridad de los teutones en los últimos partidos ante los mismos, además de la localidad, que es un factor a tomar en cuenta-. La segunda, a que un Zizou inspirado es todopoderoso y puede vencer al mundo. Y es que en el fútbol hay todo menos lógica, pero, sobre todo, magia y raza.