Corría el año de 1998 y yo apenas superaba el metro setenta y bajaba cinco pisos de un edificio sin asensor -y con vecinos impresentables que peleaban pacíficamente todo el día- para irme al colegio con ropa de verano por El Niño. Mi hermano ingresaba a primero de primaria, CLAMP creaba a Sakura Card Captors, Perú despedía a la menos mala selección desde el animista recuerdo de glorias sepias y legendarias, y Francia ganaba su hasta ahora único mundial con dos cabezazos del mejor jugador calvo de la historia, un joven Zidane que tenía más pinta de Francisco de Asís que de futbolista, y que sin embargo, callado y todo, tenía ya varias rojas en su haber por agresión. Panamericana apostó, entonces, por un nuevo programa para la señal peruana. Unos gringos jugaban a la peleítas. Y uno ya estaba grandecito para Caballeros del Zodiaco.
Rápidamente me enganché los fines de semana con la WCW, la nWo y gladiadores de la talla del Ultimate Warrior, de la fuerza de Goldberg y de la técnica de Chris Benoit, un luchador profesional, no dado al espectáculo, más bien técnico y sabedor. Un hombre que se hacía conocido por su regularidad, por su buen wrestling. Un hombre tranquilo, del que nadie hubiera pensado que terminaría asesinando a su esposa e hijo y se suicidara hace un par de semanas.
Me avisaron en un fin de semana que un luchador loco había matado a su esposa y se había suicidado, e inexplicablemente, el último que hubiera pensado terminó siendo, para mi horrible sorpresa, el asesino. ¿Por qué? Quién puede saberlo, quién puede imaginarlo. Qué pudo haber pasado por su mente para haber cometido tal salvajismo, tal estupidez. Es algo que nunca lo llegaremos a saber. Es increíble como en un segundo podemos arruinar tantos años de respeto, de logro, de fama, como en un segundo la locura puede llevarnos a destruir a quienes más amamos, como en un instante nos apartamos de todo lo que podría definirnos como humanos y terminamos siendo monstruos. Y ejemplos hay muchos, Cho Seung Hui, Hitler, los 11 de setiembre de Chile y Estados Unidos, Sendero Luminoso, el MRTA, las FFAA. Y uno no termina de entender qué separa a Gandhi, Lennon, Luther King, María Elena Moyano de estos otros, y por qué fueron asesinados. Es que naturalmente somos así, inhumanos. Es una afirmación con entonación de pregunta, o una pregunta con sangre y huesos de afirmación.
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