Dicen que el stress es un padecimiento, una falta de contención nerviosa, tantas otras pachotadas más. Se equivocan, es simplemente uno de los tantos indicadores que nos manda el cuerpo cuando está harto de nuestra estupidez, de nuestro desorden, de nuestra falta de organización, etc. El stress en niveles normales, facilita la acción, la velocidad de respuesta. En muy bajos niveles podría asociarse a un aplanamiento, a una distimia o depresión, o incluso a falta de energías. En muy altos, por el contrario, ocasiona estados de ánimo excesivamente alterados, olvidos, descuidos, o somatizaciones como dolores de cabeza, músculos y articulaciones, temblorcillos, taquicardias, y en casos graves tics nerviosos, surmenage y hasta problemas respiratorios y cardiovasculares. Ahora bien, si esto se adiciona a estilos de vida despreocupados y poco saludables, la cosa puede complicarse hasta la muerte.
En mi caso solo me caga el cerebro. Me olvido las cosas, no presto atención a tantos estímulos a la vez, se me acelera la respiración y siento latidos en la cabeza. Las palabras de los demás suenan como a través de cristales, la visión se difumina hacia los costados, los correos de las profesoras y jefas de práctica los registro a medias, sobre todo en las partes importantes como "mañana es la entrega del trabajo de 12 a 1pm y no antes ni después". A veces es divertido salvarse justo en el momento, como si vencieras al tiempo, pero generalmente sientes que te van a salir canas, arrugas, ojeras. Supongo que tendré que comprar pegamento, porque la agenda se me olvida con todo y usbs, celulares, guantes, trabajos y todo lo que pueden imaginar que pueda perdérseme. Y con mi legendaria mala suerte debería aprender.
Hoy fui a imprimir el trabajo, que como mandé ayer por correo, la jefa de práctica se ablandó y me dejó entregarlo ahora hasta antes de las cuatro y SIN FALTA CON MAYÚSCULAS en el correo en el que me autorizó esta oportunidad. Para esto había estado caminando de aquí para allá desesperado y desesperando a todos en la casa porque no me constestaba. Cuando llegué a la cabina, me imprimieron el trabajo con una calidad de tinta casi ininteligible, así que tuve que repetir la impresión, sin importe adicional, menos mal. Me quedé sin sencillo y tuve que volar a la casa porque con cincuenta lucas ningún taxi te lleva a tu destino, a lo mejor te secuestra. Me prestaron un billete de Quiñones y bajé a buscar un taxi, y luego olvidé que no había impreso un cuadro que era necesario para entregarlo como anexo al informe, así que volé de nuevo a la cabina. El usb me generó problemas. Luego, con los minutos en la garganta y la ansiedad en los dedos, llegué faltando cinco minutos a la casa de la jefa de práctica, y recordé que había olvidado la copia del caso, que supongo que también era necesaria. Ni modo, en esos momentos solo se puede reír. Así que toqué el timbre, entregué el sobre de manila, y caminé divertido y parcialmente relajado por esa otra Javier Prado pequeña, que recién había reparado en su existencia. Me asaltaron paranoicos pensamientos acerca de la copia que había olvidado, pero traté de disiparlos burlándome de que después de la 9 de Javier Prado Oeste de Magdalena viene la 25 en sentido inverso. Caminé sonriendo por la ciudad en la que hasta la numeración es desordenada, y me sentí menos culpable.
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