domingo, septiembre 20, 2009

Meteorito

El bólido no era un Lan Rover, tampoco el auto fantástico. Más bien era una buena mierda, un Tico amarillo alquilado para la ocasión. La pista, una playa de estacionamiento en la costa verde, de pura tierra, piedras y huecos que pueden hacerte remover las ideas, al costado de un Rústica y unas canchitas de fútbol donde a cada rato salen volando pelotas desviadas que nos hacen pensar en que estamos en el último lugar de sudamérica en ese primitivo deporte. El profesor, el ex chófer de mi papá, amigo de la familia. El tipo es todo un caso y merece más de un post singular, es una persona muy agradable, confiable, de gran sentido del humor y buena chispa.
No era yo el único aprendiz; a lo lejos, aunque con un carro más parado y automático, un joven andaba muy meticulosa y cautamente con su padre en otro auto. "Bah, el automático es papayita; no hay mérito con eso", me animó mi conocido instructor. Y así, con algo de Radio Filarmonía, para mi tranquilidad, intenté arrancar en ese carro tan pequeñito. La palanca de cambios puesta en primera no me daba casi espacio para mi gran humanidad. Mi pobre pierna derecha tenía que encorvarse mucho y chocaba con la palanca, mientras que mi pierna y brazo izquierdos se acomodaban aplastándose a la puerta. Fallé un par de veces en el arranque, luego pude avanzar normal en primera, el tema de las vueltas es mi fuerte, de chico hice mucho chachicar, y mis maniobras asustaron en primer término a mi instructor, pero luego lo hicieron reír mucho.
Al cabo de una hora y media, aprendí a hacer el cambio a segunda y el retroceso. Y creo que en un par de domingos más ya voy a estar listo. Estoy aprendiendo rápido, y eso me hace tener más confianza en mí mismo, aunque también me hace tener ganas de ir a por más. Pero bueno, paciencia.

No hay comentarios.: