El COVID-19 no es ni de juego la primera pandemia que nos ha tocado
vivir como especie. Existen, en nuestra historia universal y reciente,
numerosas experiencias pandémicas de las que podemos rescatar información,
actitudes y prácticas de las generaciones que nos precedieron.
Como regla general, vemos que una gran catástrofe pandémica nos ha
golpeado aproximadamente cada 100 años en el último milenio. Vemos también que
las crisis sociales que estas pandemias han generado han sido recurrentes,
cíclicas, como si fuéramos malos aprendices del pasado, o quizás meros
ignorantes o inconscientes que toman a la ligera el sufrimiento de las
experiencias documentadas de las pandemias anteriores (Viesca, 2016).
Entre las características similares encontradas tenemos ciertas creencias como la de la "inmortalidad operacional", la idea que uno no será el que caiga enfermo; el colapso de
los servicios sanitarios y hospitalarios, el desabastecimiento de recursos de
primera necesidad, el aislamiento y confinamiento generalizados, el pánico
social, la gran mortandad, la desesperanza y la desconfianza en las
autoridades, instituciones y entre personas y los pensamientos conspiradores o
teorías conspirativas.
Las crisis pandémicas son el escenario perfecto para la aparición de
pensamientos conspiradores y teorías de la conspiración. Lo fue en el pasado,
por ejemplo con la última gran pandemia de hace 100 años, la mal llamada
"fiebre española", que estigmatizó a los españoles en el resto del
mundo, y dentro de España a las minorías sociales (minorías étnicas y grupos
marginalizados). Y lo es ahora con el COVID-19 con ideas que van desde que ha
sido creada en un laboratorio chino para sabotear a occidente y los Estados
Unidos hasta que no existe realmente y es una –“Plandemia” destinada a
controlar a la población a través de microchips inoculados a través de las
vacunas.
Esta suspicacia paranoide de que una presunta élite quiere controlarnos
no es algo nuevo en la historia. Presuntas sociedades secretas “han intentado
controlar el mundo” antes, tales como los templarios, los illuminati, los rosacruces,
los masones, los reptilianos, etc. Los mismos son responsables también de haber
“inventado” el SIDA, los chemtrails, las relaciones diplomáticas con
alienígenas, entre otros.
Pero, entonces, ¿de dónde viene la conspiración?
En cierta forma, el origen cognitivo de la conspiración es la capacidad
del ser humano de desarrollar un pensamiento escéptico. Pero las teorías
conspirativas, de hecho, son una forma muy mal llevada de conducir el
escepticismo, pues se utiliza parcialmente y solo frente a quienes se siente
desconfianza, convirtiéndose en algo patológico: "conspira-noia". La
conspiranoia es un conjunto de creencias fruto de un gran dogmatismo basado en
negar todo lo que no es lo que se cree, y que "todo está conectado".
Origen del pensamiento de conspiración:
Si bien el germen del pensamiento de conspiración puede rastrearse desde
el origen de la civilización y algunos historiadores e investigadores han
apuntado al asesinato de Julio César o a las Cruzadas como un punto de origen,
la mayoría considera que fue en la Revolución Francesa cuando se popularizó la
conspiración de que esta revolución social fue originada por una sociedad
secreta interesada en tomar el poder. La gente, ignorante, no podía haberse revelado
por sí sola, tenía que haber habido una mano negra, un chivo
expiatorio. Los rosacruces.
¿Quién es el conspira-noico?
Es aquella persona que decide creer en teorías retorcidas sin
pruebas.
Todo suele empezar con la creencia en una teoría de la conspiración
cualquiera, como que los Illuminati, una sociedad secreta del siglo XVIII,
fueron el cerebro en la sombra de la Revolución Francesa, para terminar en una
visión de la historia que la hace depender de siniestras confabulaciones.
El conspiranoico es compulsivo y autodidacta, y memoriza los detalles
más nimios de la teoría a la que se entrega; no cambia de opinión respecto a
sus creencias más firmes y siempre encuentra pruebas de que su hipótesis tiene
visos de realidad. Existe una gran similitud con el conocido efecto Dunning
Krueger, así como ciertos tipos de atribución falácica como el sesgos de
autoconveniencia, la percepción distorsionada por creencias.
En casos muy extremos, la obsesión conspiradora hace al individuo dejar
de lado familia y trabajo, es decir, estas creencias paranoides afectan su
funcionalidad psicológica. Y puede convertirse en un paranoico convencido de
que lo persiguen, como le sucedió a Nesta Webster (1876-1960), historiadora
británica responsable en buena medida de la popularización de los supuestos
complots judeomasónicos y de los Illuminati, quien estaba tan obsesionada que
cuando llamaban a la puerta de su casa no abría sin empuñar un revólver
cargado.
¿Qué pasa en la menten del conspira-noico? ¿Cómo piensan?
Pues hay una secuencia de ideas que no reviste de prueba alguna. Es una
especie de salto con garrocha argumental que no detecta su propia
falibilidad.
Este sesgo cognitivo se adquiere con los años y conduce a quien lo posee
a ver la vida a través de un cristal distorsionado que le hace pensar que
siempre hay una mano escondida tras lo que sucede.
En un experimento de investigadores italianos en una página de facebook
conspiranoica, estos colgaron noticias falsas. Encontraron que el 91% de los
defensores de las conjuraciones no distinguían una broma absurda de una postura
excéntrica. Es decir, ellos estaban obnubilados con la idea de defender su
posición que fueron incapaces de detectar la falibilidad de sus propios razonamientos.
Algunas investigaciones apuntan a que el ser humano tiene una
inclinación natural a creer en teorías afines y que las personas tienden a
reforar sus ideas previas cuando les contradicen (sesgo de autoafirmación,
efecto Dunning Kruger y efecto bumerán o en inglés backfire effect).
Dunning Kruger Effect
/ Efecto Dunning Kruger
Ocurre cuando una persona que es incompetente en un tema cree que es un
experto en el mismo, y la medida de su incompetencia está sobre la base de no
poder entender lo verdaderamente incompetente que es, por lo que cada cosa que
refute lo que piense lo tomará como una falsedad dada a querer confundirlo de
su postura.
Backfire effect o efecto bumerán/Fenómeno del tiro por la culata:
Sesgo cognitivo que lleva a una persona a reforzar sus creencias cuando
recibe argumentos contrarios. Cuando una persona conspiranoica tiene una
ideología arraigada y se le presenta información correcta, refuerza sus ideas
de base a pesar de que se les demuestre que es información incorrecta.
¿Por qué tanta gente cree en teorías conspirativas? ¿Por qué hay gente que cree que
misteriosos poderes mueven los hilos del mundo?
Porque las conspiraciones venden más titulares y periódicos. Son como
las mentiras reconfortantes que generan arraigo en personas muy ignorantes de
la ciencia, el pensamiento racional, el pensamiento escéptico. Para Michael
Barkun, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Siracusa - EEUU),
esto se debe a que las ideas conspiranoicas van más allá de las explicaciones
convencionales, dan un sentido de control y la idea de un conocimiento secreto.
Nuestro cerebro tiende a crear relaciones causales entre elementos
aunque tales relaciones no existan, cayendo así en conexiones de hechos
aislados (por ejemplo falacias non sequitor, post hoc ergo propter hoc, falsas
atribuciones causales, etc.). Como consecuencia, unos mecanismos neurológicos
evolutivos muy avanzados nos llevan a ver relaciones causa-efecto inexistentes
por todas partes.
Mark Lorch (2017) dijo: "Una de las causas por la que las teorías
de la conspiración surgen periódicamente es nuestro deseo de imponer una
estructura al mundo y nuestra increíble capacidad para reconocer
pautas".
Para Noel Ceballos, esta necesidad de dar orden al mundo es hasta
placentera, frente a la alternativa de que el mundo es caótico, donde no hay
causa-efecto, no hay un plan detrás, no hay diseño, sino incertidumbre, fruto
del azar.
De hecho, las teorías de la conspiración simplifican el caos de nuestro
tiempo, y buscan explicaciones más tranquilizadoras desde la idea de la causa y
efecto. Pensar que estamos en manos del azar sería horroroso para los
conspiracionistas.
Otra explicación de este fenómeno es que existe la tendencia a mantener
posturas mayoritarias en nuestro grupo social. Los seres humanos somo
gregarios y queremos congraciarnos con otros, por ello la probabilidad de aceptar
una hipótesis como verdadera aumenta si más gente a nuestro alrededor cree en
ella, como ocurre con el famoso experimento de Solomon Asch. Esto también se
recoge en la falacia ad populum, el sesgo mayoritario y el efecto de los costes
sumergidos.
También podemos explicar la gran facilidad que tiene el pensamiento
conspirativo en arraigarse en mucha gente en que esta tiene miedo a perder el
control sobre sus vidas. El miedo a perder el control vuelve a las personas
especialmente susceptible a las ideologías conspirativas. La pandemia del
COVID-19 es un contexto ideal para que esto suceda.
Finalmente, el pensamiento conspirador ofrece lo que no suele ofrecer la
explicación científica: una explicación más allá de lo convencional, la idea
que portan un conocimiento secreto, que está a disposición de solo unos pocos entendidos,
es decir una relación cercana con el conspiracionista. Mientras que las explicaciones
científicas son dadas por divulgadores científicos que hablan en difícil, los
conspiradores se reúnen en espacios y grupos donde otros conocidos, iguales a
ellos, comentan con un lenguaje sencillo y asequible. Los conspiradores han
encontrado en el Internet un campo fértil para adoctrinar a nuevas mentes,
difundir sus ideas, y asegurar a sus huestes en su discurso conspirador.
¿Por qué internet es un aliado poderoso de las teorías conspirativas?
Por su rápida difusión, la posibilidad de ser comunidad.
Porque Internet es un interminable depósito de información que se
acumula y difunde a toda velocidad por todas partes sin comprobar su VERACIDAD.
Porque en Internet estás en contacto con conspiradores en todas partes
del mundo, recibes reconocimiento.
Porque la gente, a pesar de que usa la información y busca en realidad
reforzar sus propias ideas o validar sus propias creencias en lugar de profundizar,
investigar y contrastar posiciones.
¿Por qué los conspiracionistas sienten necesidad de difundir ideas
falsas?
Ya hablamos del gregarismo del ser humano, de la necesidad de control y del
sentimiento de identidad y pertenencia a un grupo. A través del desarrollo de
las ideas conspiradoras y de ser parte de ellas, el conspirador se siente parte
de un grupo donde es reconocido y sus ideas son celebradas (likeadas) y
compartidas por cibernautas de cualquier parte del mundo.
También hemos hablado de su enorme parecido con el Dunning Kruger: lo
más seguro es que no tengan idea que son ideas falsas. Desde su perspectiva,
están salvando al mundo de tiranos que quieren controlarnos a todos.
Cuando el conspiranoico obtiene poder:
Lenin y Hitler veían enemigos dispuestos a asesinarlos por todas partes.
Stalin y Mao le tenían miedo a los médicos pues pensaban que querían matarlos.
Robespierre ordenaba asesinar a todos sus enemigos y antes de caer había empezado
a condenar a sus propios aliados, obsesionado con la idea de que le
traicionarían. Algunos lo llaman la inspiración principal para Aerys, el Rey Loco
de Canción de Hielo y Fuego y la serie Juego de Tronos.
Trump, un presidente que fue llevado al poder por conspiranoicos,
utilizó el pensamiento conspiranoico para enfrentar a sus opositores, reactivando
el viejo racismo para intentar conservar y finalmente retomar el poder.
La extrema derecha y la conspiración: ¿Por qué son aliados?
Al populismo de extrema derecha actual le conviene aliarse con los
conspiradores antivacunas, es pescar votos entre gente descontenta que ha sido
decepcionada por el sistema. Gente a la que les seduce los discursos de odio:
hombres blancos heterosexuales supuestamente víctimas de la autonomización de
la mujer, de la agenda LGTBIQ, de la adquisición de derechos de los migrantes
extranjeros y las minorías étnicas y raciales.
Algunos ejemplos mediáticos que enarbolan esa batalla contra el progreso
y la agenda LGTBQ del supuesto marxismo cultural son Laje y Márquez en Argentina,
los cuales están teniendo cada vez más seguidores e imitadores en otros países
de América Latina. Al mismo tiempo, en lo político, tienen al gran movimiento
Con Mis Hijos No te Metas y el Partido de Rafael Lopez Aliaga en Perú, quienes
están defendiendo a los antivacunas en su derecho a salir sin carnet de
vacunación. Algo similar hace Vox en España.
Ahora bien, el pensamiento conspiranoico tiene
ciertas características relativamente fáciles de detectar:
1. Busca un chivo expiatorio o un culpable: quizás hayas
escuchado de las superpotencias como China, interesada en pasar al frente a
costa de hundir a sus rivales; de multimillonarios interesados en el control de
la población como George Soros, Bill Gates o Mark Zuckerberg; o de las gigantes
transnacionales de las telecomunicaciones, que quieren implantarnos chips de
tecnología 5G para controlarnos a través de las vacunas.
Si tomamos en cuenta que el origen de esta pandemia es probablemente
zoonótico, concluiremos que es producto del calentamiento global, de la quema
de combustibles fósiles y el debilitamiento de las zonas donde habita la vida
salvaje, que se ha visto obligada a buscar alimento cerca de las ciudades
humanas, generando un contacto frente al cual nuestras defensas aún no están
preparadas. Tal es el origen de las últimas pandemias, cada vez más frecuentes
desde que existe el calentamiento global.
Sin embargo, esta obviedad no es registrada en la mente de un
conspirador. La responsabilidad no puede caer en sí mismo: necesita un
antagonista de la historia, un malvado. Y cada tiempo ha tenido su malvado: las
conspiraciones clásicas incluyen a los templarios como los guardianes del Caliz
Sagrado, los rosacruces como responsables políticos de la revolución francesa;
los masones como responsables de la independencia de los Estados Unidos, o los
reptilianos como los supuestos nuevos líderes del Nuevo Orden Mundial.
Tiempos caóticos generan conspiraciones, y grandes crisis generan
grandes teorías conspirativas. Hoy en día tenemos muchas teorías conspirativas
para describir los temores de diversos grupos ultraconservadores -los más
afines a este tipo de creencias- las 5G, el negacionismo del cambio climático,
los chemtrails, Roswell - área 51 y la ufología, Q-wan y el supuesto fraude
antiTrump, etc. Existen mil y un teorías conspirativas que apuntan a los
illuminatis o reptilianos, quienes ahora controlan el poder desde el partido
demócrata en los EEUU y se encargan de promover ciertas agendas que consideran
nocivas, como los derechos de las minorías raciales, la comunidad LGTBIQ, etc.
2. Plantea un maniqueo escenario donde hay buenos y malos.
Los buenos, las víctimas, somos obviamente nosotros, quienes
conspiramos, frente a un malvado poderoso que quiere controlarnos e imponernos
una agenda que nos afectará o que ya nos viene afectando desde hace tiempo.
Esta idea es vendida y promovida, ahora mucho más rápida y eficientemente a
través del Internet, a un numeroso grupo de personas que suelen reunir ciertas
características. No es extraño que los conspiradores más conspicuos sean
hombres blancos heterosexuales ultraconservadores. Es decir, personas que se
sienten amenazadas frente al empoderamiento social de las mujeres, de las
minorías étnicas y raciales, etc.
Este maniqueísmo sobresimplifica la realidad y posiciona a los
conspiradores como las víctimas de cambios sociales que no son otra cosa que
sus miedos y prejuicios sociales más desatados. Este maniqueísmo también da
cierta sensación de controlabilidad, si bien no directamente en el individuo,
sino en el colectivo y en la necesidad de oponerse. La idea de que hay un malo
que vencer seduce, da la sensación de que hay un nosotros que lucha por la luz
y un otros que está en la sombra. Da cierto sentido mesiánico a un mundo que de
otra forma se torna caótico.
3. Contiene "algo" de verdad y es hasta cierto punto
razonable, si fuera cierto. Para Daniel Pipes: "el
conspiracionismo suele emplear hechos ciertos pero se equivoca totalmente al
establecer conexiones causales". Los conspiradores no se
caracterizan por defender sus "hipótesis", prefieren contradecir las
versiones oficiales y atacarlas. Su actitud evidencia que los detalles de sus
propias hipótesis resultan menos importantes que encontrar errores o
incongruencias en las explicaciones convencionales. De hecho no presenta
evidencia alguna, normalmente, el discurso es tirarse abajo la explicación
convencional, en otras palabras, apuntan hacia el discurso del otro, no el suyo
propio. De ahí mismo es desde donde uno puede darles batalla, evidenciar
la falta de argumentos y la vaguedad de sus implicaciones.
4. Van más allá de una explicación convencional. A
diferencia de los científicos que aparecen en los programas de televisión y sus
afirmaciones a veces poco concluyentes, siempre buscando ser
coherentes con la evidencia y no con lo que el expectador quiere o necesita
escuchar, los conspiradores no se andan con criterios éticos: lanzan
afirmaciones gratuitas y ocasionalmente maquinaciones complicadísimas, precisan
de una cadena de engaños tan compleja, de una inteligencia maliciosa tan
formidable y de una red de silencio cómplice tan grande, que resulta
completamente ridículo de creer.
En ese sentido, para combatir estas ideas, es preciso partir de la
Navaja de Occam: la explicación más simple es la que requiere de menos
hipótesis auxiliares. Desde el principio de la Navaja de Occam, mientras más
complejo es el complot, es más probable que sea inventado. Otro antídoto es un
conocimiento suficiente de la historia. Las casualidades existen, aunque serán
negadas por los conspiranoicos.
5. Se presenta como un conocimiento secreto, compartido por solo
unos pocos elegidos. Que es supuestamente ignorado o no apreciado del todo por
los demás, lo cual da la sensación de que uno es especial o único, como la fe
para los creyentes. Lo cierto es que solo aplica el escepticismo parcialmente,
para rechazar todo aquello que se opone a sus ideas descabelladas, mientras que,
al mismo tiempo, desarrolla una fuerte influencia dogmática en sus seguidores,
ofreciendo una experiencia que puede resultar tentadora para una persona joven,
inexperta, con baja autoestima o problemas emocionales.
Este supuesto conocimiento secreto, en realidad dogmático, vinculado a
la desinformación, puede ocasionar la muerte de muchas personas, por lo que uno
puede sentir la necesidad ética de iniciar un debate con alguien que defiende
un mito sustentado en falsedades. ¿Se puede convencer a un conspiracionista/negacionista?
Es difícil: pocas posibilidades de éxito de que modifique sus posturas.
¿Cómo debatimos, entonces, con ellos?
Los argumentos racionales son menos eficaces que los emocionales para
ellos. La retórica y la educación son importantes. Algunas recomendaciones para
debatir con un teórico de la conspiración:
1. Dirigirse con respeto -no generar rechazo y más bien persuadir a que
cambie de opinión.
2. Empezar por puntos de acuerdo (evitar efecto bumerán) e intentar
moderar los juicios del contrincante.
3. Dejar que el oponente caiga en sus propias contradicciones. Pedir
explicaciones sobre el proceso lógico que ha llevado a tales conclusiones. Que
evidencie la debilidad de su propio discurso.
4. Evidenciar las trampas del discurso negacionista. Evidenciar a los
"falsos expertos", selecciones parcializadas de datos, y otras
técnicas retóricas de negacionistas y conspiradores.
Epílogo: El miedo generalizado y la solución
Tradicionalmente, los medios de comunicación han siempre sido muy
solícitos y suaves con los charlatanes, los prestidigitadores y los pseudocientíficos.
Poco han colaborado con el desarrollo de un pensamiento escéptico y racional
con base en evidencias. Además, actualmente tienen una gran responsabilidad en
la diseminación de las fake news y las teorías conspirativas. Hace poco en Perú
un joven timador pudo engañar a los principales medios periodísticos del país,
paseándose como un supuesto experto en pandemias y era un charlatán. También
recordamos el triste incidente del criptoanalista en Cuarto Poder. Estos hechos
generaron serias dudas sobre las capacidades investigativas de los
medios de comunicación masivos peruanos.
Para empeorar las cosas, periodistas sin ninguna ética profesional en un
canal de cable nacional han compartido con la más absoluta impunidad cifras
falsas muy extremas, que al ser luego cuestionadas y demostradas falsas generaron
el efecto llamado pendiente resbaladiza, donde todo lo que se diga es
incierto o falso. Muchas personas ahora creen que todo es mentira y que todos
mienten, sobre todo los medios de comunicación, cayendo en el aislacionismo
comunicativo. Este aislacionismo es aprovechado por los conspiradores que
difunden sus contenidos: vídeos de youtube en los que aparece un joven que dice
"He hecho mi propio research".
No hay ninguna vergüenza en difundir fakenews o teorías conspirativas ni
tampoco se perciben consecuencias de difundirlas, ni para los youtubers, ni
para los periodistas, ni para los conspiradores, y mucho menos para los
políticos como el actual congresista fujimorista que dijo que la vacuna
Sinopharm daba COVID-19, responsable indirecto de decenas de miles de
fallecidos no vacunados. Tampoco existe una comunidad divulgadora científica peruana
fuerte que denuncie a presuntos falsificadores de información, generadores de
contenidos falsos o malintencionados o afines.
El poquísimo presupuesto destinado a la ciencia en nuestro país, apenas
100 mil soles a la Academia de Ciencias, frente a un 2.4 millones de soles que
se la da a la Iglesia Católica -sin considerar sueldos-, contrasta con la
enorme cantidad de personas que han sido salvadas por la ciencia y no por la
seudociencia en esa pandemia. Dejemos el trolleo de las páginas terraplanistas
que se hunden desde adentro como un hobby y tomemos en serio la necesidad de apostar
por la formación científica con base en evidencias, formar colectivos de divulgación
científica, detección de fakenews y denunciemos a los conspiradores.
Fuentes:
Ceballos, Noel (2021). El Pensamiento Conspiranoico. En:
https://www.fundaciontelefonica.com/cultura-digital/conferencias/2021/foro-telos-2021-el-pensamiento-conspiranoico/
Muñoz, María Dolores (2011). Te acompaño en el sentimiento. Duelo y emoción como expresión cultural.
Pinker, Steven. (2021). Racionalidad. Qué es, por qué escasea y cómo promoverla.
Sabadell, M.A. (2016) En la Mente del Conspiranoico. Artículo publicado en la
web: MuyInteresante.es, el 18/07/2016. Tomado desde: https://www.muyinteresante.es/cultura/articulo/en-la-mente-del-conspiranoico-831468824242
Salud con Lupa. (2020). Cómo funcional la mente de un negacionista de la
ciencia. Artículo publicado el 23 de diciembre de 2020. Tomado desde:
https://saludconlupa.com/noticias/como-funciona-la-mente-de-un-negacionista-de-la-ciencia/
Viesca Treviño, Carlos (2016). La Muerte colectiva: La realidad de las epidemias y la construcción de un imaginario. En: Perez Tamayo, Ruy (Coord.) (2016). La Muerte (textos).
Este artículo se publica como consecuencia de la participación del autor
en el programa Para-normales no. 209: Las conspiraciones y la pandemia
COVID-19, grabado el lunes 13 de diciembre de 2021 bajo la producción de
Marginales TV, de la Sociedad Secular y Humanista del Perú. Enlace del
capítulo: