De tambores orishás y candombes
Imagen hecha con Chat GPT.En su andar hay un son ancestral,
de tambores orishás y candombes,
la piel de la tierra florece en colores.
Su sombra dibuja poemas al paso,
y el mundo se rinde sin prisa ni caso.
Su cabello, un jardín sin fronteras,
es selva enredada, rebelde, sincera.
Que no cae: más bien se alza,
se enrosca al destino,
es nube, es abismo, es fuego divino.
Cada rizo murmura leyendas del viento,
con furia, con ritmo, con dulce tormento.
Y yo, que me pierdo en su negra corona,
renazco en sus bucles, que mis dedos añoran,
y para mi nariz no hay más rico aroma.
Sus labios, dos frutos de roja pasión,
guardan el néctar de toda canción.
Son llama que arde, que besa, que hiere,
y aún cuando suavecito me muerden…
ay, qué rico se siente.
Las manos que tiene —morenas, sagradas—
llevan la historia de mil madrugadas.
Acarician lento, construyen abrigo,
y al roce me enseñan que el cielo
está en ese caminar de la mano, conmigo.
Y cuando en mi pecho ella reposa su ser,
el mundo se calla, desde el ocaso hasta el amanecer.
El tiempo se dobla, se esconde, se escurre,
y toda tristeza… se nubla, se esfuma, se aburre.
Porque ella es cuerpo y es canto, tormenta y encanto,
es noche encendida, es ritmo que late,
es danza vívida, es fuerza líquida,
energía lívida…
Yo bebo sus besos, vivo de su sonrisa,
me embriago en su andar,
y no quiero más patria que su respirar.
JMDT - 5 de junio de 2025.
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