lunes, abril 06, 2020

Duda, por dios: El escepticismo en cuarentena



Ayer 5 de abril de 2020, en El Comercio, se publicó un artículo de la doctora Patricia García, ex ministra de salud, criticando un vídeo hecho viral a través de las redes sociales. Este vídeo clamaba que las gárgaras con sal curaban el coronavirus. Yo mismo recuerdo que tuve una discusión con mi madre al respecto, luego de verlo y reconocer que carecía de evidencia, que hacía saltos de información, que en buena cuenta no era confiable. 

Me felicito de no creer en charlatanes. Tengo un escepticismo que felizmente no tengo que activarlo conscientemente: ya está ahí para dudar de todo por defecto. Lo tengo muy presente desde la primera vez que vi Cosmos con Carl Sagan. Luego, lo desarrollé al máximo cuando leí El Mundo y sus Demonios, y cuando disfrutaba de los vídeos del gran George Carlin. El escepticismo funcional es muy conveniente y sirve para todo. Sobre todo en tiempos de cuarentena, en los que uno tiende a cargarse de ansiedad buscando información, y muchas veces consume noticias falsas, bulos y no es consciente de ello, ni de sus efectos en su salud mental.

Pero, al mismo tiempo, aún me sorprendo, aunque honestamente no debería, de cómo es tan fácil que otros sí caigan tan fácilmente en esos charlatanes, como si estuvieran desesperados por creer en algo. Digo más, creen tan fácil en lo que necesitan creer, y luego no hacen caso cuando uno les dice que es un fraude. Así de poderosa es la necesidad de creer: afecta la percepción de la realidad, impide que nos demos cuenta de las cosas, refuerza actitudes, estereotipos, prejuicios. Exacerba y acentúa nuestros sesgos de autoafirmación, nuestros errores fundamentales de atribución, nuestros efectos Dunning-Kruger.

Los charlatanes aprovechan nuestra necesidad de creer. Se meten en ella y la viabilizan a su favor. Pero su plan tiene patas cortas si nos entrenamos en escepticismo: aprendemos a descubrir esas patas cortas, esos vacíos informativos, esos saltos argumentales, esas falacias lógicas, esa falta de evidencia. 

La mala noticia es que estamos cableados para reforzar nuestras creencias y prejuicios, afectando nuestra percepción de la realidad para mantenernos en ese círculo vicioso de autoafirmación e ignorancia. Desgraciadamente, esto es parte de nuestra zona de confort mental. Es cómodo, tranquilo, alentador, permanecer en la ignorancia, reforzar nuestras creencias. Bertrand Russel diría "ignorance is bliss". La religión organizada secuestró la educación hace mucho tiempo e hizo negocio y fortaleza de este cableado, de este statu quo, de esta zona de confort, asegurándose al contaminar las mentes de los niños menores de 7 años: mientras antes infesten el cerebro de los niños, más fácilmente evitarán que puedan salir de este círculo vicioso, y evitarán el desarrollo del pensamiento crítico.

La buena noticia es que esta proclividad a caer fácilmente en el círculo vicioso de la autoafirmación de prejuicios es curable: mediante el escepticismo. Solo tienes que aprender a dudar, a confiar en tu pensamiento crítico y desarrollarlo, a confiar en las evidencias, en tu capacidad de razonar, de detectar errores, vacíos y falacias. Solo tienes que fijarte en las fuentes.  Carl Sagan acuñó una frase muy importante: "La primera gran virtud fue la duda. El primer gran defecto, la fe". Duda, por dios. Dudar no es malo. Dudar es esencial. La religión nos ha hecho creer que dudar está mal y creer sin evidencias está bien. No es que estén equivocados: es que quieren que nosotros no pensemos por nosotros mismos. Es que quieren que confiemos en sus propios charlatanes. Pero no debemos.

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