miércoles, diciembre 14, 2005

Palabras mágicas

Es tan conocido y practicado en nuestro mundo occidental el evitamiento, el ocultamiento, el mutismo, en la discapacidad, en las enfermedades, en la muerte. Se ve en todos los ámbitos de nuestra vida, y por supuesto, como no podía ser de otra manera, en el amor -evidentemente, en su contraparte, la decepción amorosa-.

En esa necesidad inconsciente de afiliatividad, en ese narcicismo asolapado, se manifiesta, por ejemplo, esa búsqueda pasiva, esa espera de que sea la otra persona la que dé el primer paso, o mejor dicho, el siguiente paso. Se mira al otro antes de avanzar, actúas en base al movimiento que hace el otro, como si tu corazón estuviese delimitado por las pulsiones de ese organismo ajeno, y no por el tuyo mismo. Esa espera, que podríamos entender como consciencia, atención, alerta, en realidad se vuelve tan sesgada que es cerrarse -es una bifurcación de la atención, en realidad, una parcialización-, y en ese sentido, ni nos damos cuenta que el otro ha avanzado kilómetros de kilómetros - ¿les parece cómico? más de uno debe haber sonreido con esta ironía, sí, claro, pero también háganle caso a ese piquete que sintieron en el pecho-. Hacemos daño, muchísimo daño, causamos varias noches sin dormir, miles de lágrimas, quizás uno que otro examen mal dado, quizás un ciclo entero perdido, eso ya depende de la profundidad del sentimiento -el hecho es que le inferimos daño a esa persona, e imbéciles, cretinos, zombies, no nos damos cuenta-. Causamos dolor justo a la persona que más queremos, qué patética trampa del destino, paradoja morbosa.

Sin embargo, nuestra necedad no queda ahí. Incluso nos damos cuenta, tarde, tardísimo, cuando la otra persona colgó ya el segundo par de zapatos de tanto dar sutiles primeros (o siguientes) pasos -exagero, evidentemente-, de que queríamos, de que amábamos, de que necesitábamos. ¿Es una autocrítica? Sino no la estaría escribiendo. Más de uno se sentirá identificado, es un problema que no pocos solemos tener, por desgracia.

En este juego dicotómico amor-odio, en esta lucha heraclítea, todos ganan y todos pierden. Aunque al final, las ganancias siempre son más. ¿Así hay que verlo? -¡de dónde sacó optimismo este cojudo!, obvio que es una careta, la misma careta que nos hace responder con un parsimonioso "Bien" luego del "Hola, ¿cómo estás?" del amigo que no te ve hace tiempo porque andas "metido en tus cosas", te "perdiste", eres "un chancón de mierda", ya "no paras con la gente", etc., y en realidad te estás muriendo por dentro... eso es tan profundo como decir "Vive la vida y no dejes que la vida te viva", recurrir a tu madre y su sabia frase "sal, diviértete, conoce otras chicas".- ¡Pamplinas! -con el dejo menos echpañol posible-. Las caretas actúan en realidad como paliativos, como morfina, podrá quitarnos el dolor un momento, pero el no arrostrar el problema te llevará de lleno al suelo -siempre de concreto- de la realidad. En cristiano: la ves y te mueres, más todavía si te saluda con la mano levantada, como si fueras un conocido de la clase de hace un par de ciclos.

¿Qué hacer?, la pregunta del millón. Amas, eres capaz de hacerlo todo por la otra persona, y sin embargo te mueres de miedo de acercarte; cuando ella pasa cerca a ti la ráfaga emocional que se experimenta no te deja sonreír cuando te saluda-que podría interpretarse como otra careta, dado que no se comunica el sentir-, sino más bien solo denota una expresión de sorpresa, caracterizada por unos ojos evitativos, un caminar apresurado, entre otras cosas. Ah, y la torpeza, por favor, cómo olvidarnos de ella. La torpeza, la mejor amiga, la más fiel, la que nunca te abandona cuando la ves, o mejor dicho, la que aparece siempre cuando está ella ahí -le tiene celos, quiere quedarse con nosotros-.

¿Qué hacer cuando, merced a que se es consciente del daño producido en la otra persona, sientes la imperiosa necesidad de decirle esas palabras mágicas -dos combinaciones de dos palabras distintas, y no son "por favor", ¡por dios, si es que existe!-? ¿Qué hacer cuando todos tus amigos te dicen que necesitas desahogarte con alguien -y oh sorpresa, has hablado sobre esto hasta con los últimos 20 taxistas que tomaste-? ¿Escribir un post y hablar sobre el tema? -¿sorprendente, no?-, ¿rezarle al padre Urrutia u otro santo milagroso que solo tu madre conozca, envalentonarte y arriesgarte a repetir el plato de los "déjame en paz", "me llegas al pincho", "vete a la mierda"? ¿por qué el olvidarse de todo es la respuesta más votada en las estadísticas del sentido común?

¿Es sano enfrentarte a esa ráfaga emocional cada vez que te encuentres con esa persona, nuevamente? Una amiga me decía que el problema "es tuyo, ella ya lo superó". Sí pues, es cierto. El problema es de uno, por supuesto, nadie lo niega. Pero no te quieres quedar en nada, y no por querer algo en recompensa, necesariamente, sino -también, y claro, o sea, es evidente que si se ama se quiere estar con esa persona- por de alguna manera retribuir, de esta o de otra forma, todas esas lágrimas, todas esas cicatrices o costras, heridas o marcas, que inconscientemente fueron producto de tu estúpida inmadurez, tu self-centerismo, tu pensamiento egocéntrico característico del adolescente inmortal y profundamente imberbe que todavía no ha trabajado, tiene una vaga idea de su futuro y es desaliñado, descuidado y desordenado, y que sigue saliéndose a empeyones cada que puede, dejándote en ridículo.

¿Ayudará decir esas palabras mágicas? El punto es no tener que recurrir a un post para decirlas, ni al teléfono, ni al messenger, ni a nada que se le parezca, no tener que recurrir a ningún instrumento derivado de esta deshumanizada tecnología en servicio de la sociedad impersonal a la que pertenecemos. El truco es llegar a poder hacerlo, vencer el miedo, las barreras del orgullo propio, del orgullo de la otra persona.
El TE AMO y el MUCHAS GRACIAS.
El "te amo" es ser honesto, y el "muchas gracias" no hace otra cosa que justamente eso, el agradecer la experiencia vivida con la otra persona, dado que ha sido significativa -y no es un as bajo la manga, ni tampoco un paliativo que ayuda a pasar el trago amargo de la re-re-decepción, sino la consciencia plena del crecimiento que se tuvo producto de la inserción, repentina o progresiva, pero truncada, de esa persona especial en tu vida-.

El sufrimiento está ahí, siempre va a estar, es tan real como la vida misma. El evitarlo no nos lleva a nada, solo a la falsa creencia de que no está allí; y de ahí, el enfrentamiento es más difícil, y, consecuentemente, o mejor dicho, inconsecuentemente, prolongamos innecesariamente este sufrimiento del sufrimiento -cómo ayuda el ideal budista del enfrentamiento del sufrimiento aquí-. Es como ser consciente de que moriremos algún día y pretender aguantar esa disonancia cognitiva hasta el final, hasta cuando toque... ¡mal! ¿acaso quieren morirse infelices, desesperados, estresados? Macquiavelo postuló que el fin justifica los medios, pero no sé a quién se le ocurrió que estos medios son tan importantes que nos cierran la vista al mismísimo fin.

Poniéndonos, nuevamente, en nuestros zapatos, hay que comprender que es difícil este arrostre, esta afrenta. Sobre todo si esa otra persona ha tenido una influencia determinante en la consecución de tu "nuevo yo" -me refiero a que te ha ayudado tanto, consciente o inconscientemente (se supone que los ángeles de luz transmiten la misma sin darse cuenta), que se puede hablar de un ANTES y un DESPUÉS de ella en tu vida-. Sobre todo si fue el móbil que te hacía levantarte cada día con un salto de la cama, dispuesto a vivir. Sobre todo si consideras que esa persona es tan maravillosa, y te cayó tan casualmente -mismo mojón de paloma, odiosas comparaciones de José Manuel-, que nunca tendrás la suerte de que se repita -¿quién ha ganado La Tinka dos veces?-, y te cayó casualmente porque de merecido nada que ver-disculpen por abusar del coloquialismo-. Mil más 'sobre todos' habrían por aglutinar, la idea ya está clarísima.

El amor también se manifiesta deseando lo mejor para la otra persona, muy a pesar de que esto no nos convenga, prescindiendo de si esto nos convenga o no, mejor dicho; y bajo esa premisa, el augurarle un mejor futuro -contigo no, para ser más específico- no es un simple cliché de despechado. En ese sentido, habría que reevaluarse el hecho de ir a decirle estas palabras mágicas. Supongo que el pasar del tiempo, que disipe un poco los humores, permitirá que sea más factible la incursión de las mismas. Ya las saben, úsenlas.

Y, pues, a aprender, que nadie nace sabiendo. Aprender que dar un poco más no está nunca mal, pese a que siempre te digan "no te enamores, es peor". Aprender a prescindir del orgullo, a hablar con el cerebro emocional, con el corazón racional. El aprovechar cada momento -cada abrazo, cada beso, cada silencio caluroso -en compañía de la persona-, cada mirada-, no porque se sienta la inseguridad de que pueda ser el último, sino por ser consciente, consecuente, coherente con el sentimiento mismo. Demos, pues, más, esperemos menos. Que de ahí, el corregir errores nos avejenta más rápido, más física que madurativamente -¡recórcholis!-.

Se podrían decir 80 cosas más, de hecho, si tuviera la motivación haría un libro al respecto -no es mi estilo-. Mejor corto y conciso que largo y con otras intenciones solapadas.
Léase, atiéndase e interiorícese.

Referencias cognitivo-musicales:
José Feliciano - Por qué te tengo que olvidar (la que se identifica con nosotros)
Alberto Plaza - Ahora (la que se identifica con la otra persona)
Laura Pausini - uff, todas... especialmente Quiero decirte que te amo, Volveré junto a ti, Cuando se ama, ¿no dije todas?
Hoobastank - The Reason (el punk no solo son pelos erizados, pogos y piercings)
Willy Noriega - Corazón Mío (en verdad, la salsa no es tan huachafa cuando es lenta, y cuando la letra tiene sentido)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No le digas nada, si ella no quiere saber de ti por eso, no le digas nada de eso.
Estás perdido, cuando dejes de arremeter con tanta "agresión amorosa" y ella vuelva a ser normal para ti (espérate un añito), háblale sin segundas lenguas... quizás no te mande a la mierda y sino únicamente al carajo mientras tomas tu Coca Cola y sale el logo "no te mandaron al carajo, te dieron un nuevo destino. Toma lo bueno".

Anónimo dijo...

creo que los amores van y bienene no se trate de enamorarse de imediato sino de conocer primero a esa persona, y de estar seguro de seguir o dejar antes de que el tiempo pase y sea pesado para esas dos personas.