27 de diciembre, 2005... retomado después, guardado en la memoria
En la mañana terminé un libro fabuloso, que debí haber leido antes, o mejor dicho, que debí descubrir antes, como tantas veces descubrí demasiado tarde en este año. No solo la historia y la trama reflejaron mi propia historia, sino que aromatizaron mi lamento.
Hoy comprobé que las casualidades son lo único seguro en el mundo. Escapar de ellas es imposible. Parece que no solo el destino existe, sino que estamos atados a él con la misma ominosa cadena a la que estuvo sometida nuestro pueblo en los amargos años de coloniaje, otrora físico, ahora mental.
29 de Diciembre, 2005... alrededor de las 10pm
José Manuel comprobó ayer que las casualidades son definitorias en la vida. Demasiado tarde advirtió que las coincidencias hay que aprovecharlas, puesto que el dejar que pasen las cosas por su propio peso es una necedad, una cobardía, una pasividad convenida.
Todos tienen sus famosos 5 minutos. A veces estos son, en efecto, 5 minutos textuales, mas otras veces se traslucen en estados de ánimo anquilosados, adheridos. La cobardía, la inmadurez, el miedo, se vuelven, entonces, particularmente fuertes, y actúas de una manera increíblemente estúpida.
30 de diciembre, 2005... alrededor de las 9:30pm
Se acaba el año y uno empieza a revisar todo lo hecho, todo lo vivido, todo lo acontecido. Y sería muy provechoso y muy sencillo, gratificante y constructivo, si no fuera porque solo un nombre nos destruye el alma de principio a fin, a lo largo del mismo; sino fuera porque ese nombre fue la miel pero también la hiel, el cielo y el infierno, el paraíso y el purgatorio; sino fuera porque no me importa nada más, ni el año nuevo, ni el que se va, ni lo que viene.
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