jueves, octubre 27, 2005

Identidad Nacional, parte II

Resumo, aquí, la mesa de debate del día de ayer del Coloquio Internacional de Estudiantes de Historia:

Elementos Andinos en la construcción de la Identidad Nacional

Como ya les había adelantado, se había programado a María Rostworowski, sin embargo, a última hora ella no pudo asistir, y en su por así decirlo "reemplazo" -o mejor dicho, superposición, porque son profesionales distintos, con lógicas, ópticas, enfoques y perspectivas distintas, por ende- participó Juan Ossio. Lo acompañaron Marco Curatola y Liliana Regalado. Dos antropólogos y una historiadora. Consecuentemente, el enfoque fue a todas luces etnográfico y no tanto historiográfico, y eso en esencia no es malo, pero uno ya se había hecho la idea de que lo iba a ser, y la sorpresa nos sacó de cuadro a los asistentes.

Vamos al grano.

Participación de la Doctora Liliana Regalado
Como bien expuso la doctora Regalado, la historia debe aportar a la consolidación de la identidad nacional. Sin embargo, ¿qué es la identidad nacional? La doctora, entonces, desarrolló la idea de la multiplicidad, definiendo varias identidades nacionales, en una paráfrasis a Franklin Pease en su frase "existen varias maneras de ser peruano", que adaptó de la siguiente manera: "existen varias maneras de ser andino". Esta idea, posteriormente, fue compartida y desarrollada posteriormente tanto por Ossio como por Curatola.
Rechazó la idea decimonónica de la historia, simplista, tradicional, hispanista -y aquí hacemos referencia no tanto a la defensa de lo español per se, sino más bien a la crítica abrupta, visceral y febril de lo indígena, basada en la incomprensión, en la intolerancia, en la indeferencia de criollos que se tildaban así mismo de conocedores del Perú, cuando en realidad escribían siempre desde Lima-.
Planteó que desde los años 60 y 70 hubo una urgencia, una carencia. Distintas corrientes de pensamiento advirtieron la ausencia y la necesidad de la consolidación de la identidad nacional. Así, pues, tanto modelos como manifestaciones andinas fueron identificándose como algo profundamente peruano -claro, después de haber negado sistemáticamente al indio, condenándolo, señalándolo, renegándolo-.
En el siglo XXI, es el siglo del desarrollo de la diversidad, desde las ciencias duras hasta las ciencias sociales y del espíritu. El siglo XXI nos exige voltear la pregunta inicial, ¿qué es la identidad nacional?, y redefinirla en un contexto de goblalización, en un nuevo mundo de diversidad.
La doctora Regalado hizo referencia a la presencia de distintas memorias en el inventario popular, nacional. Mencionó que la historia, desde lo social, demanda una organización de esas distintas memorias, y actúa como seleccionadora, mediante un trabajo metódico y sistemático que exige investigación, análisis y comparación de datos, estudio y dedicación.
Manifestó la necesidad de reconocer a los otros. Con respecto al mundo andino, lo calificó como el depositario de las tradiciones, pero a la vez del cambio, del cambio a través de la tradición. El hombre andino no debe ser visto solamente como objeto de estudio, sino como un individuo connacional, conciudadano.
Finalmente, la doctora dijo que el pasado no debe ser una carga pesada, debe ser una memoria integral que nos permita identificarnos, mediante un acto reflexivo, debemos, pues, asumir el pasado, integrarlo, conocerlo.

Participación del doctor Marco Curatola
Marco Curatola compartió la idea de la multiplicidad, señalando que el concepto de identidad nacional no es más que un compendio de distintas identidades, una de ellas, y ¡vaya, qué importante!, es la identidad andina.
Planteó, para empezar, la refutación del término Prehispánico al período previo a la conquista del Perú. Adució que más de 3000 años de una Historia Original Extraordinaria son suficientemente merecedores de un término propio que la represente mejor que "Prehispánica", y comparó 3000 con 300 años de dominación española.
Planteó, a su vez, la idea del uso político de lo prehispánico por parte de los mismos españoles para legitimar su poder. Así mismo, esbozó la idea de la manutención de la cultura y cosmovisión andina pese al dominio español, hablando entonces, de una cultura andina colonial.
Luego, se remitió a la independencia del Perú, que fue en realidad, como todos sabemos, qué duda cabe, la independencia de los criollos. Planteó aquí, pues, una idea de dualidad: separación de la idea de peruanidad con respecto a lo andino, la no incorporación de lo andino a la idea de lo nacional. Los libertadores animaban a las masas con frases como "no hay indios ni españoles, ahora todos somos peruanos", pero esto, incluso hasta nuestros días, relativamente, no se da. Ejemplificó esta dualidad haciendo una breve reseña de Clemente Palma y Andrés Avelino Cáceres, dos personajes antagónicos en su concepción del mundo andino, el primero por su odio casi irracional, que lo llevaría a postular la erradicación de esa "deplorable raza indígena", y el segundo por la praxis, por la defensa casi quijotezca y utopista, profundamente romántica de la patria en la guerra del pacífico.
Con respecto al indigenismo, lo calificó como una revuelta, un intento de reivindicación de lo andino. Lo asoció con las primeras migraciones del campo a la ciudad, algo que se consolida con la reforma agraria velasquista, que sentaría, pues, una de las primeras piedras de esta integración con el ande, pese a la reticencia casi asquienta de ciertos elementos intolerantes, absortamente peninsulares.
Finalmente, el doctor Curatola, siempre tan ocurrente y simpático, nos dio varios ejemplos de por qué todavía hoy en día, lo andino no ha sido del todo incorporado en la concepción de la peruanidad. El primer ejemplo, empero, no fue nada gracioso: las víctimas del terrorismo. Las masacres de campesinos andinos no se limitan a los últimos años de terror de nuestra historia. Ha sido una práctica sistemática a lo largo de la misma. La sociedad no ha incorporado todavía la concepción del ande en la conciencia nacional: se mantuvo indiferente ante la matanza de casi 70 mil personas. El segundo ejemplo, fue la conveniencia del uso de lo andino para cuestiones políticas, que se manifestó risiblemente en la toma de mando de Toledo en Macchu Picchu. Finalizó haciendo una broma, que comparto en su trasfondo: el dibujo de la portada del coloquio de estudiantes de historia tiene a Hitler, a Washington, a Pancho Villa, a Pizarro, a Einstein... ¿dónde diablos está Pachacútec?
Finalizó su ponencia con la idea casi populista de la andinidad como motivo de orgullo, de unión, de consolidación de la identidad -y aquí no quiero desmerecerlo, para nada, su ponencia fue brillante-.

Participación de Juan Ossio
Juan Ossio la tenía muy difícil. Tenía que llenar el vacío dejado por María Rostworowski en la mesa, ¡vaya tarea tan difícil!
Planteó, para empezar, una necesaria primera reflexión: ¿qué es lo andino? Planteó la necesidad de desoccidentalizar la concepción de lo andino, entender el ande en su propia expresión. Afirmó que hay un peso muy fuerte del pasado andino, de la tradición, del legado cultural. Luego, planteó una segunda reflexión: ¿qué es la identidad nacional? ¿acaso el Perú obtuvo su identidad como por arte de magia con la independencia? Rotundamente, no. La identidad nacional única que se quiso intentar en la independencia criolla no representó la verdaera formación de la identidad nacional. Creemos que esta identidad es un compendio de distintas y variadas identidades, precisó.
Ejemplificó la idea de la influencia de lo andino en aspectos tan peninsulares como las expresiones religiosas provenientes del cristianismo. Los santos sustituyeron a los apus, a los taytas. Esto implica una continuidad del sentimiento indígena, el misticismo, el animismo.
Resaltó que la identidad nacional no puede dejar de hacer referencia y mención a una conciencia ciudadana, y en ese sentido, hay una evidente falta de unidad para cohesionarnos y competir en el mundo globalizado. Afirmó que el país sigue invertebrado. La globalización nos hace retrotraernos, nos hace identificar manifestaciones de peruanidad para no sucumbir ante el mar de la globalización, monstruosamente impersonal. Ahora, pues, aquellos que renegaron el aporte de lo andino en la peruanidad están identificándose con él, catalogándolo como una verdadera y valiosa fuente de identificación de lo nacional. Aquellos que precisamente, años atrás, renegaron tajantemente de su influencia.

Últimas consideraciones
Liliana Regalado adució que hablar de identidad desde el punto de vista del territorio es una idea fracasada, obsoleta y naftalinosa del siglo XIX.
Juan Ossio afirmó que la exclusión de lo andino es el problema de fondo; la inclusión, por su parte, es el primer paso para lograr la unidad y las identidades nacionales.
Entiéndase la idea de identidad como la construcción de un edificio de varios pisos, varias maneras distintas de ser peruano.

Pregunta
¿Acaso la eliminación del indio norteamericano, la exterminación brutal que padeció el pueblo aborigen norteamericano, es peor que el vasallaje, la opresión, la denigración hasta la mínima expresión del ser humano vivida en nuestra tierra? ¿Podrían equipararse, en cierta manera, ambas monstruosidades de la historia? ¿no es acaso la muerte más sublime que ese castigo sistemático, ese otro tipo de muerte más sutil, por decirlo de alguna manera?
Mas que una pregunta es una invitación a reflexionar, es evidente que no se debe responder literalmente a la misma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tú eres historiador. Y estudias, o estudiaste en la PUCP. ¿Hasta que punto consideras haber sido influenciado por dicha formación? Suerte... Juan Carlos

Chema dijo...

Gracias, Juan Carlos, por comentar. Pues no, no soy historiador, no tuve la valentía de serlo. Pero me apasiona la historia, y creo firmemente que la historia es de carácter crucial y muy importante en la consecusión de nuestra identidad, sea esta etnológica, regional o nacional, y así, también, importantísima en diferentes aspectos de nuestra humanidad. Y sí, todos tenemos la influencia de nuestra casa de estudios, sea mínima, aunque sea, sería imposible no serlo, y falso no reconocerlo. Soy un apasionado del humanismo, y en ese sentido, la historia es una de mis pasiones. La PUCP tiene una fuerte corriente humanista, lo cual me complace. Evidentemente, tiene también muchas otras [y bastante poderosas] corrientes e influencias, y no estoy de acuerdo con muchas de ellas.
Ahora, si me preguntas "¿hasta qué punto?" la respuesta es un tanto difícil, puesto que todavía no culmino mi formación. Y de hecho, considero que nunca terminamos de hacerlo, dado que nos reinventamos, crecemos, evolucionamos en el tiempo, de otra manera estaríamos muertos [ya en vida]. Ah, y mi formación, solo por si acaso, es en Psicología.