En ese inaugural viernes 9 de junio, Alemania decretaba su enorme potencia y superioridad sobre una aguerrida Costa Rica que no se rindió nunca y que le metió dos con su legendario artillero Wanchope. Inmediatamente después, Ecuador medía fuerzas con su similar de Polonia. Yo estuve ahí, en la cafeta, alentando a los sudamericanos desde el primer minuto, y hasta recibía miradas de desaprobación. Delante de mí un sujeto era más polaco que Karol Wojtila, y tal parecía que todos abogaban por una victoria de los europeos. Nadie daba un mango por Ecuador. Y sin embargo, pudo. Al minuto 24' Tenorio de cabeza sentó el 1-0. Se escucharon rechiflas aquí y allá, algunos pocos gritamos el gol como si se tratara de uno de Cubillas. Luego, Ecuador fue creciendo con el correr de los minutos, y al segundo tiempo, ya más gente gritó el 2-0. Terminado el cotejo, algunos se levantaron molestos.
La misma historia fue el segundo partido de los ecuatorianos. Esta vez derrotaron por un 3-0 claro e inapelable a Costa Rica, eliminándola del mundial. Nuevamente, media cafeta era tica. Desde un comienzo se alentaba y se alentaba a Costa Rica, lamentándose el que no convirtiera sobre la valla del joven portero Mora. Ecuador, sin embargo, volvió a encontrar el gol temprano, silenciando a los diz que ticos -antiecuatorianos-. Un 3-0 categórico bastó no solo para que me sintiera satisfecho y hasta feliz, sino que, presto, salté a comentar la victoria aquí y allá.
Superemos de una vez por todas nuestras añejas y obsoletas diferencias. El fútbol es para disfrutarlo en compañía y en amistad, no para reavivar arcaicas rencillas que no son nuestras. Aboguemos por la paz, la amistad y la integración. ¡Forza, Ecuador!
Brisa intermitente, piedras húmedas, pies descalzos, mar imponente, azul infinito, oleaje sereno, noche eterna.
lunes, junio 19, 2006
Forza, Ecuador
La sorpresa. Ecuador sí puede. Podría, incluso, clasificarse, tan solo con un empate, por encima de los teutones, evitar a Inglaterra y enfrentarse a Suecia en Octavos de Final.
No sé qué pensarán ustedes -y ahora sí me remito tan solo a los seguidores del deporte rey-, pero para mí es un motivo de orgullo enorme que nuestros hermanos ecuatorianos acaricien la gloria tan de cerca con una soñada y por todo lo alto merecida clasificación a la fase final de la Copa del Mundo.
Me parecía mentira que, el viernes 9 de Junio, en la cafetería de Letras de la PUCP, nuestros similares en masa apoyaran tanto a Alemania frente a Costa Rica y a Polonia frente a Ecuador. De hecho, algunos hasta se molestaban cuando éstos anotaban. Quizá pase lo de los amantes del buen fútbol que se rindan ante los buenos goles de este o cualquier equipo, pero de latinoamericanos apoyando a europeos contra los latinoamericanos me parece una cuestión muy seria. No solo por la envidia o la rivalidad pueril del tú puedes y yo te observo, sino por la alarmante desunión. En estas pequeñas cosas se ve claramente por qué Latinoamérica está dividida. El fútbol refleja cual termómetro las sociedades. Y mientras Irán regalaba a México un cuadro en lugar de la misia y común insignia del equipo y el golero iraní le obsequiaba a su par mexicano un ramo de rosas por la muerte de su padre, y la generosidad persa daba un ejemplo de cordialidad y respeto al mundo, en América los sudacas peruanos andaban molestos por el éxito del vecino Ecuador.
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