miércoles, junio 28, 2006

Cordales

Tan solo algunos días previos a la semana final del ciclo, al margen de la clásica levedad que resulta luego de darse cuenta de que no se hizo ni un quince de lo debido para obtener un promedio final que justifique el monto que religiosamente tus padres desembolzan en la universidad, me vino un malestar de esos que te sacuden y te hacen voltear a ver a todas partes, pero sobre todo a uno mismo.
Al principio era apenas perceptible, un ligero fastidiecillo en la parte posterior derecha de la mandíbula. No he tenido o padecido caries, o por lo menos, las curaciones a las que fui sometido no me produjeron jamás dolor alguno, y eso que no soy el mejor amigo del dentista. Así que estaba ante una experiencia un tanto distinta. Y traté de comer normal y mis ojos expulsaron esas lagrimillas propias del dolor. Estaba a punto de maldecirme el hecho de que me aparezcan caries justo cuando tengo problemas para comer por otros motivos -el esguince del pulgar derecho que me obliga a nutrirme con la siniestra-, pero llegando a casa, vi lo que era.
Recuerdo que hace varios años leí que mucha gente, últimamente, nace y crece sin Muelas del Juicio. Pero lástima, no fui uno de esos privilegiados. Mis padres tomaron la noticia con el jojolete clásico de los mayores, así como cuando me salió la primera cana, la primera arruga, y un largo etc. -ese tipo de cosas-. Me vaticinaron grandes dolores, casi ensalzándose en lo que, gracias a mi patológica hiper-paranoia, sería una evidente respuesta manifestada en mis ojos de "nooooooo... ".
Es interesante cómo uno deja ya de crecer -en lo que corresponde, claro está, a la envergadura física-, y sin embargo aparecen estas cosas que recuerdan tu inmadurez -ahí sí en general, y no solo fisiológica-. Como para ponerte en claro que falta mucho, muchísimo. Que "estás en nada, sobrino". Las muelas del juicio, según una frase presente en el Diccionario de la RAE, son la manifestación de la adultez. Por algo son del juicio, de la prudencia en las acciones, de la sensatez de los años. Vaya ironía, conociéndome y considerando la pusilanimidad manifiesta a lo largo de este último ciclo en la universidad, y qué no decir de los anteriores, en fin.
Pero bueno, algo de crédito tiene, seguramente. La verdad es que hace muy poco di un giro importante, eligiendo por fin el área de mi mención en Psicología, y con respecto a ese tema, a pesar de que todavía no está absolutamente claro mi futuro -ni lo estaría así estuviera decidido, soy partidario de la indeterminación-, ya se esbozan unas luces, se divisan algunos puertos, y por lo menos se volvió a la balsa, luego de haber nadado entre tiburones y media noche, además de haber tragado kilos de sal.
Digamos que más allá del misticismo de la aparición de las muelas del juicio, hay un hecho concreto e irreversible: el añejamiento. Peter pan debería morir, o por lo menos cambiarse el traje verde, dejar de depender de Campanita y salir de Nunca Jamás. Otros aires, otras gentes, otros temas. Y bueno, creo que en eso estoy. Y si no, ahí está el dolor como karma.
Ouch.

No hay comentarios.: