Mi pareja y yo adquirimos un
departamento hace casi un mes. El amor y el compromiso nos hizo emprender la
aventura de la primera propiedad en Barranco, llenos de ilusión… Son más de las
3 de la mañana y la bulla no nos deja dormir. Un retumbar frenético sin ton ni
son, desacompasado, una borrachera terrible de sonidos que algunos entendidos llamarían
salsa dura. Porque ambos trabajamos mañana lunes temprano, llamamos varias
veces al Serenazgo[1] y ninguna
unidad va ni viene, ni da razón. A lo mejor se han
sumado al jolgorio en lo que es el Embarcadero 41, la Peña del Carajo, Mr. Fish
y otros tantos nombres que tiene un mismo puñetero local en la calle Catalino
Miranda, aquisito nomás, a dos cuadras.
¿Quién en su sano juicio puede
asistir a un concierto un domingo hacia el lunes pasadas las 3 de la madrugada?
¿Qué acaso no tienen que trabajar un lunes? Este es otro ejemplo de por qué la propiedad
privada debería tener sus límites. No puede ser que por el derecho legítimo que
puedan tener unos pocos cientos de jaranearse le estropeen la noche a miles de
vecinos que tienen que levantarse temprano al día siguiente a trabajar. No
puede ser que un serenazgo que se preste de ser servicial pasee de esta manera
a quienes, con sus tributos, les dan un sueldo. No puede ser que un mismo local
de diversión sea, a su vez, varias empresas que operan indistintamente, con un
nombre por cada día o momento del día. Eso suena mal, y seguramente les evita
varios problemas legales. No puede ser que una alcaldesa participe en una
ceremonia de inauguración de un edificio de departamentos y se comprometa a
solucionar el problema de los ruidos molestos de estos establecimientos y
pasado un mes no haga nada al respecto.
Nos pasean. Nos insultan. Nos
quitan toda la ilusión. Y no hay derecho. Me pongo a pensar que hay miles de vecinos que
no se han sumado tan entusiastamente a vivir por aquí hace un mes como
nosotros, sino que a lo mejor tienen varios años soportando estos atropellos.
No sé si lo harán por puro y religioso estoicismo, o porque no saben cuáles son
sus derechos. Me huele a lo segundo. No sé si a lo mejor también les quitaron
la ilusión, a punta de patadas al amor propio y frenéticos ruidos en la
madrugada, a los que, a lo peor, ya se acostumbraron a resistir.
Nuestros vecinos del departamento
no se quedan atrás: pese a firmar todos ellos un contrato en el que estaba
establecido que no iban a tener mascotas, muchos igual las trajeron,
contraviniendo a la lógica y a las normas que ellos mismos se comprometieron a
respetar. Inclusive tuvieron la frescura de negar que en el contrato que
firmaron estaba la cláusula en la que se comprometían a no tener mascotas por
tratarse de un departamento de alrededor de 70 metros cuadrados. Este tema
estaba claro desde el documento de la separación del inmueble (antes del
contrato, incluso). Qué puedo decir, se supone que la gente civilizada, cuando
firma algo, cumple; el que firma afirma, dicen. ¿Los puedo culpar? A lo mejor es
gente que está acostumbrada al sinsentido de vivir en una sociedad en la que la
ley no vale nada y los contratos tampoco. Una raya más al tigre, qué va, como
para no perder la costumbre.
Lo que me da más cólera es que
encima niegan lo que firman. Se zurran limpiamente, como el ex Ministro de
Trabajo que bien renunciado se fue a su casa luego de un lamentable pero
seguramente muy espontáneo altercado con una trabajadora a la que insultó, presuntamente
golpeó y amenazó con quitarle el puesto de trabajo porque él era el Ministro de
Trabajo. Qué cosas, no, como diría El Quico. Yo no tengo ningún problema con
las mascotas, el tema es que son 70 metros cuadrados, departamentos que no
están diseñados para albergar a mascotas, las mismas que se van a estresar y
van a estar ladrando y jodiendo a todos. Y la gente, ¿qué podemos esperar de
ella?
Podemos armar el más bonito
reglamento en el que establezcamos que los poseedores de mascotas deberán
ponerle a sus bonitos animalitos distintivos, limpiarlos y vacunarlos,
llevarlos a los pequeños en bolsas y a los grandes con bozales, acondicionar un
solo ascensor para transportarlos, exigirles que lleven en todo momento sus
implementos de limpieza y que limpien todo regalito que navideñamente puedan
dejarnos so pena de fuerte multa. Podemos poner todo eso en el reglamento, pero
hay un pequeño detalle: ¿Cómo nos aseguramos de que cumplan? Si ya tienen el
antecedente del incumplimiento del contrato. Lo diré de otra forma: No estoy de
acuerdo, no porque tenga nada en contra de los poseedores de mascotas o de las
mascotas en sí. No estoy de acuerdo con la tenencia de mascotas en mi edificio,
simplemente porque no confío en que cumplirán las normas, por más fáciles que
sean. Porque están acostumbrados a no cumplirlas.
Todo esto tiene tan poca lógica
como que en la avenida en que vivimos es la cuadra 3 de una avenida importante
como República de Panamá, y que más allá, para ambos lados, la numeración es
distinta. Y es que en Barranco, como en Lima y en todo el Perú, ya nada parece
tener lógica: las empresas se cagan en los derechos de la gente, como el
Ministro de Trabajo se caga en los trabajadores; la gente no reclama, y si lo
hace, no es atendida; la alcaldesa, como el presidente, padecen de una inercia
procaz; las entidades a las que uno debería acudir o acude, no responden o te
pasean; los propios vecinos de tu
departamento, que firmaron un contrato en el que no se permitían mascotas,
desconocen el contrato apenas se mudan, y tienen la frescura de negar la
cláusula que han firmado.
Resulta que no me da la gana de
aceptar estas condiciones. Resulta que quiero vivir en un edificio en el que
uno pueda dormir de noche; en un distrito en el que la alcaldesa y el serenazgo
no nos paseen; en el que los vecinos sepan sus derechos para protestar en
conjunto cuando una empresa se sobrepase en los decibeles permitidos, pero a la
vez sean conscientes de pagar impuestos y respetar los contratos que han
firmado, así sea por las mascotas o por lo que fuere. Resulta que quiero vivir
en un distrito en el que las avenidas tengan los números en el maldito orden en
el que deben tenerlos, y que la gente sea proactiva y haga algo porque esto sea
así. Resulta que quiero vivir en un país en donde el Ministro de Trabajo, el
policía o el presidente no se caguen en el tránsito y espere su lugar para
pasar, como el que menos, porque carajo son servidores públicos. Y resulta que
no quiero tener que irme a Suecia para que todo esto sea realidad.
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