Tengo que manifestarme en contra de cómo se están llevando las cosas en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Recuerdo que cuando era estudiante, no hace mucho tiempo, en los meses de verano, uno podía entrar sin restricciones y gozar de sus ambientes, de su quietud, del sonido de los animales. Uno podía entrar a la biblioteca sin que te reciban con preguntas y podía pedirse algo en las cafeterías, porque estas estaban abiertas. Ahora, además de la usual cháchara de que cada vez hay más cemento, resulta que uno solo puede ir hasta las 5pm en el verano, y que en la entrada un huachimán con cara de desconfiado y modales de Pacheco, te viene a decir que solo puedes ir a la biblioteca y a ningún sitio más. Y cuando entras, lo único que está abierto, es la maldita biblioteca, y no hay ni un alma. Recuerdo que cuando yo era estudiante llevé algunos cursos en verano, recuerdo haber estado descansando en la cafetería de letras, recuerdo haber compartido con mis amigos. Todo eso ya se fue, y no porque ya no vaya a la universidad.
Ahora vemos que la universidad es un negocio que ya no busca beneficiar a sus estudiantes, proporcionándoles los beneficios que merecen por ser parte de la comunidad universitaria. No, el nivel ha bajado. Se ha abrazado la moral de la universidad-negocio, en la que la comunidad universitaria pasa a segundo plano frente al dinero que pueda provenir de aumentar indiscriminadamente la cantidad de alumnos que ingresan, pero eso sí, solo los de recursos suficientes para pagar las escalas altas. Cada vez hay menos becas y menos alumnos de escalas bajas, y menos facilidades para ingresar por escalas bajas y más por las altas, de tal manera que el valor agregado de ser egresado de esta casa de estudios, el prestigio, antiguo vano consuelo de haberse sacado la madre por costearse la carrera en la PUCP, se está viniendo también a pique, porque es más rentable sobrepoblar la universidad de surferitos platudos. ¿En qué benefician más pituquitos de los colegios más caros? En apolitizar, buscar gente pusilánime que tiene por norma no llamar la atención ni reclamar el trato justo; en instaurar la lógica de la universidad-empresa, la lógica de te atiendo hasta las 5 de la tarde porque me da la gana de seguir haciendo edificios y me importa poco que tú quieras usar la biblioteca, o porque me da la gana de no darte tantos beneficios, pues, total, los recursos se gastan, y tú ya no estás pagando, ahora eres una carga. Así pues ahora, como egresado, yo debo agradecerles que me dejen entrar a busca libros, cuando en realidad es un derecho que adquirí.
Solo me queda pedirles a los alumnos actuales que no se queden con los brazos cruzados dejando que la lógica de la universidad-empresa siga cercenando derechos adquiridos por la comunidad universitaria. No vaya a ser que en unos años empiecen a cobrar a los exalumnos por entrar a usar las bibliotecas. Hagan algo mientras puedan.
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