Curiosas estas Fiestas Patrias. Creo que nunca como ahora se ha respirado tanto patriotismo a pesar de que se cancelaron los desfiles militares que normalmente se honran para estas fechas por precaución a la propagación de la Influenza AH1N1. Nunca como ahora ha estado en boga tanto el Perú a los ojos del mundo con los recientes éxitos de nuestros deportistas, artistas y empresarios como Gastón Acurio, hombre visionario que hace 10 años forjara un ahora imperio colonizando el mundo con nuestra arma más poderosa y nuevo bastión de identidad: la cocina peruana, aquella invencible primera razón de ka identificación y la unión nacional. Nunca como ahora los propios peruanos nos hemos saludado los unos a los otros celebrando nuestras fiestas patrias como si estuviéramos dándonos la paz en las misas, o los parabienes navideños. Como corolario, cabe destacar la acertada campaña patriotera de Inca Cola que, por la celebración del día de la Comida Peruana como antesala del 188 aniversario de la Independencia del Perú, dio en el clavo, con más de 10 mil asistentes al Parque de Aguas, quienes gozaron de la más variopinta selección de potajes nacionales, comprándole al Perú como debe de ser.
A pesar de los intentos de diversos grupos separatistas con intereses nefastos, antidemocráticos y antinacionales, el Perú celebra sus fiestas patrias con orgullo; sí, por fin con orgullo. Hoy más que nunca podemos pensar en el orgullo de ser peruano y ser feliz, y lo corroboran los más duchos en la investigación y la estadística local (Arellano y la PUCP), los cuales nos hablan de que más del 90% de los peruanos están orgullosos de ser peruanos, pero también a través de la gente de a pie requeterecontra contenta por el 6to puesto en el mundial de Voley de Menores, la retención del título de la durísima Kina, la Maravilla de Macchu Picchu, etc., pero también por el mayor poder adquisitivo, por el grado de inversión del Perú, por esa sensación tan postergada del respeto internacional, por esa posición expectante del Perú frente al mundo. A pesar de nuestros antagonismos, las miradas del mundo por fin se posan sobre nosotros.
A pesar, también, de que todavía falta muchísimo por delante, somos también muchos los que renovamos el esfuerzo y el compromiso por sacar adelante a nuestro país. Nos falta mejorar en muchas cosas; principalmente en aquellas que tienen que ver con la disciplina y el respeto por los otros, que es también el respeto a nosotros mismos. Para muestra, dos grandes botones (la lista podría ser interminable, mejor es apuntar algunos temas):
1. Las nuevas leyes del tránsito y los megaproyectos de infraestructura y descongestionamiento vial supondrán un resquebrajamiento del sistema caótico del transporte urbano, principal síndrome de vergüenza y rechazo para con lo nuestro. Ahora es cuando el gobierno tiene que mantenerse en sus trece y no claudicar ni dar marcha atrás en sus convicciones, para por fin sacar adelante la imagen del Perú, que tan menoscabada se ve por este transporte urbano tan informal y calamitoso. Debemos acostumbrarnos a las exigencias que nos demanda la competitividad y los estándares internacionales, y qué mejor que hacerlo mejorando nuestras propias falencias. Las leyes están hechas para ser respetadas, desde el tránsito vehicular a todo el sistema legislativo y de valores de nuestro país. Necesitamos hacer prevalecer una sociedad respetuosa de los valores y de la vida en la legalidad y la formalidad.
Por otro lado, la situación de los penales, tierras de nadie, donde los presos están literalmente abandonados, presas de las enfermedades y de un hacinamiento voraz. En nuestro país la cárcel no reforma, muy por el contrario, pervierte, se convierte en la Universidad del ampa. Así pues, no es extraño suponer que la inseguridad ciudadana nunca será resuelta y combatida si es que no se mejoran las condiciones carcelarias. Los presos deben sentirse escuchados y deben ser acompañados tanto al interior como al exterior del penal, a fin de que sus formaciones ocupacionales no se queden solo en los talleres que allí reciben, sino que ellos logren transformarse en pequeños empresarios y líderes comunales que enseñen, con su ejemplo de superación personal, a no caer en ese mismo hoyo a tantos jóvenes que, desinformados como ellos en su momento, están siguiendo o están por seguir sus antiguos malos pasos.
Sin embargo, a pesar de todos los grandes problemas que todavía tenemos, la sensación de esperanza no podía ser mayor. Los peruanos estamos empezando a sentir que este crecimiento se está consolidando, y ya no estamos cayendo tan fácil en el oportunismo de esos que buscan paralizar las cosas todo el tiempo -muestra de ello son los últimos paros, un rotundo fracaso-. El peruano parece por fin haber entendido que no tiene por qué estár pidiendo migajas, sino que puede producir más de lo que cree, si así se lo propone y trabaja árduamente en su convicción. El peruano parece por fin haber advertido que solo el trabajo y la formalidad, solo el respeto por la ley, por los demás, por el medio ambiente y por uno mismo nos va a traer progreso y futuro. Felizmente, tenemos de aliado a la tecnología que con el internet y las herramientas informáticas y comunicacionales están llevando no solo mayor información sino también y vale decirlo: libertad, hasta los confines de nuestro país. Felizmente tenemos grandes motivos que nos respaldan en este cambio de actitud frente a nuestro propio destino: nuestra riqueza cultural, nuestra historia, nuestra comida.
Todo eso hace que por fin los peruanos nos la creamos y queramos salir a los mercados y triunfar, produciendo, manufacturando y exportando, rechazando la demagogia y el asistencialismo barato. Todo eso hace que por fin los peruanos trabajemos JUNTOS de sol a sol para construir un futuro común sin contemplaciones de ningún tipo, rechazando la ideología del separatismo y del atraso. Todo eso hace que por fin los peruanos celebremos, como era debido y esperado, nuestras Fiestas Patrias, con un saludo fraterno y una sonrisa, como si se tratara de una fiesta de guardar -que es, naturalmente, pero que antes no se sentía como tal-, como un cumpleaños, como las navidades. Todo eso, finalmente, nos conmina e induce a seguir luchando por un Perú libre, culto y justo. Felices y merecidas fiestas, compatriotas. Viva el Perú.
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