Nunca leí nada sobre Surquillo. Ciertamente, es un distrito contrastante. La gente que tiene tiempo de detenerse a pensar en las diferencias estructurales, socioeconómicas y políticas de nuestra ciudad capital prefiere ir a tomarse un café por Miraflores, San Borja, San Isidro o Surco, y a pesar de que eventualmente transitan por Surquillo, jamás se detienen a pensar en él. La gente que no tiene tiempo de ponerse a pensar en estos temas, hace su vida en la medida de sus posibilidades, contribuyendo quizás, poco a poco, a una mejora que es difícil de apercibir desde un traseúnte. A diferencia de otros distritos complicados, Surquillo está rodeado por todas partes de distritos vecinos que lo superan en materia de seguridad, limpieza, áreas verdes. Parece haber sido atrincherado por San Isidro, Miraflores, San Borja y Surco, cuatro municipalidades más eficientes en temas tributarios, que contrastan tan abiertamente en sus diferencias que terminan arrinconándolo en cierta forma.
Este patito feo entre tanta opulencia me llamó la atención a los 11 años, cuando deseoso de comprarme un trompo para jugar, porque esa era la moda en el recreo de mi sanisidrino colegio María Reina, decidí preguntarle a la muchacha de la casa dónde podía adquirirlo. En el mercado de Surquillo, me dijo. Muy suelto de huesos, tomé unos soles que tenía dando vueltas por ahí, y salí de mi antigua casa de la 44 de la Avenida Arequipa, en Miraflores. Al cabo de unas 6 o 7 cuadras llegué al cruce de la Vía Expresa y crucé el puente Angamos y me fui caminando hasta el mercado. Yo solo quería un trompo, pero me llevé mucho más que ello: salí por primera vez de la burbuja en la que estaba subsumido. Veía a mi paso de todo un poco: mamachas migrantes llenas de harapos sentadas en el piso pidiendo limosnas, niños pequeños jugueteando entre la basura y vendiendo caramelos, polvo por todas partes, en el piso, las paredes, las ventanas y hasta en el letrero de Bienvenidos a Surquillo. Letreros, negocios ambulantes, nubes de humo de los carros que sobreparaban sin ciencia. Las callejas desoladas, las veredas y pistas agujereadas. Los perritos callejeros y chuscos eran la estampa, pues había varios por cada calle.
Tanta fue mi impresión por lo abrupto del cambio en tan pocas cuadras caminadas que, en esa época, escribí un pequeño cuento de un joven emprendedor que trabajando duro logró hacerse un futuro, estudió afuera y regreso con el objetivo de convertirse en alcalde de su distrito para mejorarlo y llevarlo a la par de sus vecinos distritos. Catorce años más tarde, el cuentito que hice se perdió, este alcalde ficticio nunca llegó y Surquillo sigue siendo el mismo en muchos aspectos, pues todavía sigo pasando por esas mismas calles, cada vez que voy a visitar a mis padres en San Isidro. A lo mejor el personaje de mi cuento todavía está estudiando afuera, o recién empieza trabajando como lustrabotas afuera de la Iglesia San Vicente de Paúl, o como hamburguesero de Miguelón, o a lo mejor estudia inglés en el EIGER cruzando la Vía Expresa, pensando en surgir y hacerse un camino. A lo mejor mi personaje perdido e inédito, manifestado en un joven cualquiera que con pundonor se labra el día a día, también ya se preguntó por fin, con fines resolutorios, por qué es tan diferente la vida al voltear de Angamos a Arequipa, y cómo ha de hacer para abreviar sus diferencias.
3 comentarios:
la historia tiene un continuara ???
el inicio de la historia me parece muy interesante pero el final muy pobre ya que surquillo a pesar de haber tenido carencias socio/economicas ha venido creciendo y esta mucho mejor.
Gracias por la crítica, Christian. Ayuda a depurar formas, pues lo que busco en realidad es hacer una crítica a aquellos que por un lado, todavía no se dan cuenta de lo que hay a su alrededor (probablemente, en su mayoría, transeúntes de distritos exclusivistas), y por otro lado, más bien, invitar a esos otros (probablemente surquillanos), a que con el pensamiento emprendedor y con esfuerzo, podrán sacar adelante justamente a su distrito.
Bueno, no es una historia, ciertamente, sino a duras penas una recordación de aquel cuento que hiciera en esas épocas. Es una imagen que recuerda otras imágenes, y la idea es mejorar las cosas, justamente.
surquillo lograra a ser mejor que esos cuatro distritos
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