La presidenta de la República Argentina, la Sra. Cristina Fernández de Kirchner, visitó el Perú luego de más de 15 años de enfriamiento diplomático entrambos países. Enfriamiento que, vale la pena decirlo, fue producido por la TRAICIÓN del gobierno argentino, que entre 1994 y 1995, y presidido en ese entonces por Carlos Saúl Menem, vendió armas a Ecuador en pleno conflicto bélico con el Perú, y siendo Argentina, nada menos que miembro de los países garantes firmantes del Tratado de Paz de Río de Janeiro. Una traición en todo el sentido de la palabra si además cabe decir que el Perú se mostró solícito en la asistencia militar en el conflicto bélico más importante de la historia reciente argentina: La guerra de las Malvinas, en la que el gobierno peruano prestó aviones de combate, municiones, y cientos de ciudadanos peruanos que formaron colas voluntariamente en la embajada argentina para ayudar a sus compañeros sudamericanos, mientras que otro país, equivocado de continente ayudaba más bien a Inglaterra.
Si bien es cierto que Cristina Fernández de Kirchner, en representación del gobierno argentino, vino a desagraviar al Perú en una visita oficial de dos días que incluyó compromisos de apoyo en la reconstrucción de la ciudad de Pisco, lugar del desembarco de José de San Martín, entre otros; lo hizo abiertamente en una cruzada que busca adherentes a su postura frente a Las Malvinas. Cabría decirle con todo respeto a la señora presidenta y a los hermanos argentinos que el Perú apoyó en esa guerra solo por el hecho de ser ambos países hermanos sudamericanos, y que a pesar de la traición del corruptísimo Menem, ahora igualmente se apoyará, porque el Perú es un país por sobre todo LEAL, y AMIGO.
Sin embargo, la sra. Cristina Fernández de Kirchner se olvidó de algo fundamental, que a la vez era muy simple: se olvidó de pedir disculpas al estado peruano, como tal, y al pueblo peruano en general. Este tipo de cosas hay que decirlas cuando deben ser dichas, para que después no surjan especulaciones de que uno viene por amor al chicharrón y no al chancho (no me refiero al presidente Alan García, por si acaso). Y seguramente el presidente peruano, acostumbrado a traicionar a sus más leales compañeros (p.e. Jorge del Castillo, Mercedes Cabanillas y más recientemente Aurelio Pastor, entre otros), no vio conveniente hacerle recordar a la señora Kirchner las necesarias disculpas del caso, sino que la llenó de honores.
Es obvio que la presidenta de Argentina, en esta oportunidad pecó de argentina, o perdón, de orgullosa. Esperemos que nunca nos arrepintamos de haberle dado los honores máximos del estado peruano, como sucedió con el miserable Menem, quien debería devolver dicho galardón.
2 comentarios:
buena tu apreciacion, pero no podrias cambiar los colores de las letras?
Hecho.
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