Por la mañana, el presidente peruano Alan García viajó al vecino país de Chile a brindar apoyo humano, económico y social, llevando consigo víveres, profesionales médicos, tiendas y hospitales de campaña para los damnificados del vecino país del sur, principalmente de las regiones del extremo sur (desde Aisén del General Carlos Ibáñez del Campo hasta la antártica chilena).
Es resaltante que en tiempos de dificultades y desentendidos limítrofes, con casos de espionaje de por medio, sea el Perú quien, olvidando los agravios causados, envíe la ayuda tan necesaria luego de la catástrofe sufrida por los hermanos del sur, quienes, finalmente, no tienen nada que ver de manera directa con las políticas internacionales que han llevado a Chile, a lo largo de su historia, a ser un país polémico en sus relaciones internacionales.
A pesar de los agravios causados hace más de 100 años en la Guerra del Pacífico, en la que Chile cometió una serie de excesos que incluyeron saqueos, violaciones de derechos humanos, incendios de bibliotecas y edificios del estado, restricciones de libertad de reunión y toda serie de agravios y vejaciones personales, es el Perú quien brinda a su siempre hermano país de Chile su apoyo en esta grave circunstancia.
Ya no es tiempo de más rencores, es tiempo de darse la mano, y de demostrar grandeza. Así como cuando Nelson Mandela decidió darle a la minoría blanca del Apartheid todos los derechos que a él y a su gente le fueron negados, porque para el genial estadista ellos tenían que actuar con el ejemplo; así mismo, en esta oportunidad, es el Perú el país solidario y hermano que brinda el apoyo necesario a su hermano país del sur, muy a pesar y habiendo olvidado los agravios causados, los pasados y los actuales.
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