Hoy redescubrí la radio, la semana pasada las películas por cable y hace un mes el piano. Sigo siendo el mismo despistado que enumera evidentes descubrires y que sin embargo nunca los advierte hasta que le caen del cielo. Tal es el caso destas tres actividades ya mencionadas, que junto con el regimen dietario eficiente, un trabajo entre comillas y una huachafienta moda de pseudo yuppie -de lentes y camisa, irreconocible- conforman mi batraciana vida dosmilsietera.
Hace buen tiempo me peleé con el mundo y sobre todo contigo, y ahora, luego de meses sin recibir mensajes de texto, llamadas ni saludos por el messenger a no ser que sean anuncios, citaciones, confirmaciones o spames, siento que ya no sé socializar, que ya no sé ni siquiera cybersocializar con esos seres extraños que alguna vez fueron mi especie. Los días son tranquilos, sepias. Pasan las páginas, los canales y las estaciones como pasan las horas, los minutos, la vida.
Abandoné la escritura porque dejé de vivir. Y aunque quisiera retomarla, las ideas se me rebobinan casi sin querer. No es que no aparezca ninguna, pocas veces me ha ocurrido aquello, sino que, quizá con más contundencia, en estos momentos estoy más disperso, y con ello simplemente obtengo cementerios de buenas ideas inconclusas. Sí, pasa así siempre, sobre todo cuando termino escribiendo, y por supuesto tengo que cambiar de tema. Y por supuesto, siento que la fuerza se me va y se me diluye en ideas que nunca llego a transmitir, como si en vez de pasar el agua por un embudo la pasara por una coladera y al revés.
Me acompañan esos cuadriculados galanes deslumbrados por simpaticas y espontáneas orates, esas copiosas canciones setenteras de historias tiernas y amores imposibles, y esa robusta profesora de música que solo habla de ti. Por qué será que todavía te encuentro, cuando hace tanto te extravié.
4 comentarios:
hola
hola
Felicitando al escritor de esta nota. Me encantó. Un abrazo lily
Muchas gracias, Lily. Bienvenida a este espacio.
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