Un día como hoy, hace 111 años, nacería el hombre distinto, único, el fuera de serie. Un hombre destinado a dejar huella, a trascender en el tiempo, a dejar un legado tangible para la posteridad: Pichón de Cóndor, lo llamaría Vallejo en una de sus báquicas celebraciones propias de los jóvenes bohemios y literatos de los años veinte, vaticinando, cómo no, su largo vuelo.
Fuera de lo que ahora podría alegarse, no sin un cierto atisbo de veracidad -no se pueden negar las malas praxis de las cabezas y de los militantes menores del partido en los últimos años-, que el partido aprista ha entrado en una decadencia -no porque no siga vigente, que de hecho está- sino porque la calidad de su gente ya no es la misma; los valores, enseñanzas, el recuerdo del maestro y guía Víctor Raúl siguen presentes, en esa vocación de servicio desinteresada, en ese despertar cada día con la frente en alto, con el cuerpo y la energía dispuestos a ayudar, a buscar la justicia social, tanto en álgidos debates como en pequeñas acciones, siempre pensando en lo que vendrá después, intentando mirar más allá de la montaña -y no precisamente pecando de idealistas, todo lo contrario, dando más bien el granito de arena, actuando, participando, no quedándose en el pasivo y reposado pensamiento, sino entrando en el espontáneo y árduo accionar del convicto y confeso peruano, amante de su país, que no puede quedarse de brazos cruzados-.
Fuera de lo que ahora podría alegarse, no sin un cierto atisbo de veracidad -no se pueden negar las malas praxis de las cabezas y de los militantes menores del partido en los últimos años-, que el partido aprista ha entrado en una decadencia -no porque no siga vigente, que de hecho está- sino porque la calidad de su gente ya no es la misma; los valores, enseñanzas, el recuerdo del maestro y guía Víctor Raúl siguen presentes, en esa vocación de servicio desinteresada, en ese despertar cada día con la frente en alto, con el cuerpo y la energía dispuestos a ayudar, a buscar la justicia social, tanto en álgidos debates como en pequeñas acciones, siempre pensando en lo que vendrá después, intentando mirar más allá de la montaña -y no precisamente pecando de idealistas, todo lo contrario, dando más bien el granito de arena, actuando, participando, no quedándose en el pasivo y reposado pensamiento, sino entrando en el espontáneo y árduo accionar del convicto y confeso peruano, amante de su país, que no puede quedarse de brazos cruzados-.
Presente. Víctor Raúl en su máxima expresión. El pañuelo blanco de la paz, de la concertación, del diálogo que prescinde de las pasiones viscerales en busca del entendimiento racional, la dialéctica, el espacio-tiempo histórico. Haya o no haya, Haya será.
Desde aquí un fraterno saludo a los verdaderos apristas, aquellos que no pueden evitar sentir un orgullo un tanto extraño, emotivo, pero tan genial, irrepetible, un sentir que da gusto, cuando escuchan hablar de Haya de la Torre. Un abrazo a todos aquellos apristas de corazón, los que estuvieron allí en los momentos más difíciles, los valientes militantes dispuestos siempre a dar más que recibir, llamados a la acción por convicciones morales, por ideales y no por intereses personales nimios y hedonistas. Un homenaje a los mártires del año de la barbarie, un reconocimiento especial a aquellos hombres que pasaron hambre, frío y persecución, que fueron apresados por el simple hecho de profesar el aprismo, y que la historia no los menciona, pese a su tenacidad, ahínco, amor propio, pese a su ejemplo.
Muchos de nosotros, estamos acostumbrados a que se hable mal del APRA, a que se desvirtúe, a que se denigre, a que se vituperen odios añejos, rencillas indisolubles desde que el partido vio la luz. A todos ellos, mis amigos, les digo que recuerden también a esos hombres probos y sinceros, humanistas a carta cabal, a esos hombres que se dieron íntegros toda su vida, intachables, un verdarero ejemplo para los jóvenes de esta y otras generaciones: hombres como Prialé, Seoane, Townsend, Luis Alberto Sánchez, y cómo no el mismo Víctor Raúl. Hombres cuya vocación de servicio estaba más allá de sectarismos, radicalismos, poderes políticos y pecuniarios. Yo tengo la suerte de vivir con uno de ellos, que si bien es cierto no tiene el renombre de los anteriores, cada día me demuestra lo que es el verdadero aprismo, la ayuda generosa, desinteresada, espontánea, la vocación social, la participación activa, la responsabilidad política, la consciencia ciudadana, la prudencia y la tolerancia, siempre primeras a pulsiones viscerales -los odiadores son otros-, la caballerosidad, el carisma. Y es que esto es el verdadero aprismo, señores, el legado de estos hombres maravillosos, irrepetibles, la influencia de los mismos. La verdadera fuerza que tenemos, que nos hace estar presentes en los lugares más alejados del país, allí donde no llega la policía, la iglesia, donde se llega a paso de mula a 4 días y no se habla el español, donde, a pesar de eso, hay un local del partido, que no solo responde a intereses electoreros ínfimos y efímeros, sino que da escuela, da educación, da salud, da fraternidad -"Ésta es el APRA, qué les parece! " :D-. Más que un partido político, una forma de ver el mundo, de no solo interpretar la política sino la vida misma, una ética, un mismo sentir. Una afiliación casi religiosa, que sin embargo prescinde de rencores, obnubilaciones y radicalismos: una preferencia por el debate racional, por el diálogo amigo, concertador, con todas las fuerzas políticas, así sean "enemigas", porque se piensa en el Perú, en los intereses de los más, que son los que menos tienen.
Un abrazo, compañeros, amigos, correligionarios. Que el día de la fraternidad sirva para eso, para afianzarla en nuestros siempre dispuestos corazones. Feliz 22 de Febrero.
Víctor Raul... Presente.
Muchos de nosotros, estamos acostumbrados a que se hable mal del APRA, a que se desvirtúe, a que se denigre, a que se vituperen odios añejos, rencillas indisolubles desde que el partido vio la luz. A todos ellos, mis amigos, les digo que recuerden también a esos hombres probos y sinceros, humanistas a carta cabal, a esos hombres que se dieron íntegros toda su vida, intachables, un verdarero ejemplo para los jóvenes de esta y otras generaciones: hombres como Prialé, Seoane, Townsend, Luis Alberto Sánchez, y cómo no el mismo Víctor Raúl. Hombres cuya vocación de servicio estaba más allá de sectarismos, radicalismos, poderes políticos y pecuniarios. Yo tengo la suerte de vivir con uno de ellos, que si bien es cierto no tiene el renombre de los anteriores, cada día me demuestra lo que es el verdadero aprismo, la ayuda generosa, desinteresada, espontánea, la vocación social, la participación activa, la responsabilidad política, la consciencia ciudadana, la prudencia y la tolerancia, siempre primeras a pulsiones viscerales -los odiadores son otros-, la caballerosidad, el carisma. Y es que esto es el verdadero aprismo, señores, el legado de estos hombres maravillosos, irrepetibles, la influencia de los mismos. La verdadera fuerza que tenemos, que nos hace estar presentes en los lugares más alejados del país, allí donde no llega la policía, la iglesia, donde se llega a paso de mula a 4 días y no se habla el español, donde, a pesar de eso, hay un local del partido, que no solo responde a intereses electoreros ínfimos y efímeros, sino que da escuela, da educación, da salud, da fraternidad -"Ésta es el APRA, qué les parece! " :D-. Más que un partido político, una forma de ver el mundo, de no solo interpretar la política sino la vida misma, una ética, un mismo sentir. Una afiliación casi religiosa, que sin embargo prescinde de rencores, obnubilaciones y radicalismos: una preferencia por el debate racional, por el diálogo amigo, concertador, con todas las fuerzas políticas, así sean "enemigas", porque se piensa en el Perú, en los intereses de los más, que son los que menos tienen.
Un abrazo, compañeros, amigos, correligionarios. Que el día de la fraternidad sirva para eso, para afianzarla en nuestros siempre dispuestos corazones. Feliz 22 de Febrero.
Víctor Raul... Presente.
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