martes, febrero 14, 2006

Algunas líneas sobre San Valentín y el Día de los Enamorados

San Valentín. En este breve escrito intentaremos aproximarnos un poquito -siempre a nuestro estilo- a la celebración de turno. Foto tomada de http://webcatolicodejavier.org/sanvalentin.jpg

En los albores del tercer milenio, el consumismo hedonista ha calado hasta empalagar el corazón de los verdaderos sensibles. Empero, estos son los menos, y abundan todavía aquellos que, adictos a esta exagerada parafernalia nimia y pomposa, se dejan arrastrar, conducir, asnar. En estas épocas difíciles, materialistas, impersonales pero individualistas -en el sentido neoliberal-, la celebración del día del amor, o más popularmente conocido como día de los enamorados o de la amistad, no podía salvarse de la embestida mediática marquetera del oportunismo del mercado. Proliferan los globos, las tarjetas y las ofertas, las pancartas, los avisos y otras naderías. Podríamos advertir la ironía del amor mercantil, o mejor dicho, la desfachatez de los oportunistas que se valen de este día para lucrar, aprovechándose de la sensibilidad de los celebrantes. Pero no, no es el momento para criticar adusta y cerebralmente. Simplemente, reflexionemos un poco al respecto.

San Valentín fue uno de los grandes seguidores del cristianismo -y me refiero a los de verdad, es decir, los perseguidos, no los sebosos, poderosos, acomodados que enturbiaron la Iglesia en los siglos venideros-, que vivió y predicó su fe durante la segunda mitad del siglo III, sufriendo persecución, clandestinidad y muerte. La tradición nos dice que obró milagros en vida, y que su fama llegó muy lejos, tanto que el emperador Claudio II decidió entrevistarse con él. El cristianismo era todavía ilegal, considerado hasta subversivo, pero los fieles se multiplicaban de una manera alarmante, y San Valentín se erigía como uno de los valuartes de la evangelización cristiana del pueblo romano. Es por ello que fue ejecutado en el año 270.

La tradición nos cuenta, también, que San Valentín se encargaba de casar con los ritos cristianos a los enamorados que profesaban su misma fe, y que querían sellar su vínculo a los ojos de dios. Es por ello, se dice, que llegó a ser tan famoso incluso en vida. Se ganó, entonces, la enemistad de los funcionarios romanos, quienes preferían a los ciudadanos solteros, con menos ataduras, puesto que esto los hacía mejores soldados. Muchas historias se tejen sobre él, ninguna realmente fidedigna, sino simples habladurías propias de la tradición cristiana. Luego de su martirio, su fama creció aún más, y se mantiene, qué duda cabe, en el imaginario popular del orbe -y no solo del mundo cristiano-. Se le canonizó y hasta se le construyó una basílica en su nombre en la ciudad de Terni. El 14 de febrero, su onomástico, se volvió el día de su culto, y con los años fue ganando fama de Patriarca de los enamorados.

Papas y camotes. La inmersión de Cupido en la celebración del Día de San Valentín no hace más que corroborar el sincretismo religioso que se evidenció a lo largo de la historia de la evangelización cristiana. Aunque, ahora último, se trata de un juego marketero -la imagen de Cupido atrae el consumismo-. Foto tomada de: http://verdadeperdida.blogs.sapo.pt/arquivo/Cupido%5B1%5D.jpg

Algunos cuentan que recitaba poemas y ayudaba, de esta forma, a los mozuelos poco adiestrados en estas artes, a enamorar a sus doncellas. Hay quienes creen que la fiesta de San Valentín está relacionada con vestigios del Cupido de la mitología romana: por asociación, Cupido se entrelaza con San Valentín, dando Cupido la imagen -se desprende una idea de sincretismo religioso, aliado del cristianismo en la evangelización y el adoctrinamiento sobre los gentiles- y San Valentín el nombre y la fecha de la celebración, a todas luces, cubierta de cierto animismo, paganismo, y ahora, mercantilismo. En los países nórdicos -y otros más, también del hemisferio norte, siempre en eurasia-, se asocia la fecha de San Valentín con el periodo de reproducción de ciertas aves migratorias, por lo que, la idea anterior no deja de sonar como atractiva y nada descabellada -y explicaría, también, como tiene éxito esta festividad cristiano-pagana en países de culturas diferentes al cristianismo-.

En lo que respecta al Perú, esta fecha especial, en la que supuestamente se conmemora la fidelidad y la amistad, se corroe y difumina un tanto en parafernálicas jornadas de atiborradas calles y abigarrados colores. Al final, los que sufren siempre son los barrenderos, que tienen que cargar con el excedente de serpentinas, globos, envolturas de dulces y otros adefesios. Nadie está en contra del clásico oso de peluche o la caja de chocolates en forma de corazón -salvo los que buscan la originalidad-, pero sí de la ligereza del caer en la superficialidad hueca y nebulosa en desmedro de motivos verdaderamente esenciales.

Se despide un Chema un tanto misantrópico y profundamente masoquista hablando de estos temas. -era inevitable sentar el punto de vista-. Feliz día de la amistad. -y de los enamorados, si los tienen; o de San Valentín, como prefieran-.

2 comentarios:

Patricia dijo...

holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa CHEMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAte extrañamos ¿cómo has estado?

Chema dijo...

Agradecería que los comentarios se refieran a los posts. Claro que no voy a eliminar los posts de los amigos, pero algunos a veces son tan inoportunos como aquellos comentarios que mandan esos tipejos con avisos. ¬¬
Después de todo gracias por visitar la página, Paticita.