La
reciente propuesta de ley para despenalizar la unión consentida entre menores
de 18, para que los varones no vayan presos tan solo porque han embarazado a
sus parejas consentidamente, es una propuesta bastante tardía aunque necesaria.
El hecho que se plantee recién en 2012 muestra que hasta ahora los intereses
ultra-conservadores han primado por sobre el sentido común y la ciencia. Otro
ejemplo de ello es el hecho de que los jóvenes activos sexualmente, menores de
18 años en el Perú, tengan que ir con sus padres al hospital para poder recibir
preservativos o para tener asesoría en temas relacionados a la planificación
familiar. Esos y otros ejemplos dan cuenta de una mentalidad hipócrita,
nada práctica y que se aparta de la realidad, que prima en nuestro país y que es fruto de unos principios morales anquilosados, que están
asociados al subdesarrollo, o que en todo caso no contribuyen al desarrollo.
Que los
adolescentes reciban profilácticos, preservativos y otras formas de control de
la natalidad sin que tengan que ir con sus padres a atenderse (si tienen que ir
con ellos por supuesto se ahuyentan del servicio) podría ser muy favorable para
su futuro. Sin embargo, a esto, entre otras cosas, se opone la Iglesia Católica
–entre otras iglesias de menor peso político-. Y no solo se oponen, sino que
hacen presión y lobby a través del Tribunal Constitucional para impedir la
distribución gratuita de los preservativos y otros métodos símiles, permitiendo indirecta y
lamentablemente, que se mantengan los mismos índices de embarazos no deseados, especialmente en las jóvenes y adolescentes; y por lo tanto sus lamentables consecuencias: embarazos de riesgo (ectópicos y otros); abortos
provocados y no provocados; deserción escolar; disminución de oportunidades de
desarrollo (ver el Índice de Oportunidad Humana del Banco Mundial, y cómo un
embarazo adolescente afecta la curva de la pobreza); y la pobreza en sí misma (¿a quién cree Ud. que le afecta que no se reparta gratuitamente los profilácticos? ciertamente no a la clase media que puede adquirirlos).
Debo
manifestar que yo no estoy de acuerdo con que la gente tenga hijos a los 18
años, porque desde mi profesión (Psicólogo Social) sé que uno no se encuentra
preparado para ser padre desde el punto de vista maduracional, y podría engendrar un hijo
desadaptado y/o con severos problemas psicológicos o psicosociales; más allá de
las limitaciones económicas y sociales. Sin embargo, que los chicos de 18 años no sean maduros no significa que en la práctica
no tengan sexo: justamente, la inmadurez se relaciona con un sexo de riesgo. En
el Perú, hoy, el promedio de inicio sexual bordea los 14 años, por lo que más
allá de temas morales, tenemos a la sexualidad de menores de edad como un tema
fundamental y de acontecer nacional frente al cual la comunidad religiosa todavía
ejerce presión inaceptable y poco práctica.
Otra prueba de que es inaceptable y poco práctica esta resistencia a la planificación familiar en menores de edad es el más reciente estudio del BID, que ha demostrado que muchas jóvenes latinoamericanas se embarazan para dejar la escuela. Esta sorprendente conclusión tiene mucho sentido en una sociedad marcada por la hipocresía y la resistencia al cambio y al avance científico por parte de los grupos conservadores, quienes ven en la estadística un monstruo fabuloso en lugar de un aliado en la tarea de lograr, con hechos, y no con principios, conseguir el bienestar. Esta mentalidad arcaica, acompañada de un sistema educativo igualmente arcaico y obsoleto, son el caldo de cultivo perfecto para que las adolescentes y jóvenes recurran al embarazo como un escape.
Así pues, dejar de lado un tema de salud pública por “principios morales” es una de las razones por las cuales seguimos en el tercer mundo. Más aún cuando esos principios morales son dados por una institución cuestionada hasta la saciedad. El lobby político producto de los intereses del clero con respecto a la planificación familiar desde una visión ultra-conservadora trae como consecuencia el aumento de embarazos adolescentes, de abortos, de padres inmaduros, y mantiene la pobreza y la exclusión social tal cual. Es muy fácil basarse en la moral sugiriendo alegremente la abstinencia como el único método válido; y negar el aborto y el uso de preservativos apelando a los valores; pero en la práctica, al impedir la distribución de preservativos, se contribuye al aumento de abortos.
Otra prueba de que es inaceptable y poco práctica esta resistencia a la planificación familiar en menores de edad es el más reciente estudio del BID, que ha demostrado que muchas jóvenes latinoamericanas se embarazan para dejar la escuela. Esta sorprendente conclusión tiene mucho sentido en una sociedad marcada por la hipocresía y la resistencia al cambio y al avance científico por parte de los grupos conservadores, quienes ven en la estadística un monstruo fabuloso en lugar de un aliado en la tarea de lograr, con hechos, y no con principios, conseguir el bienestar. Esta mentalidad arcaica, acompañada de un sistema educativo igualmente arcaico y obsoleto, son el caldo de cultivo perfecto para que las adolescentes y jóvenes recurran al embarazo como un escape.
Así pues, dejar de lado un tema de salud pública por “principios morales” es una de las razones por las cuales seguimos en el tercer mundo. Más aún cuando esos principios morales son dados por una institución cuestionada hasta la saciedad. El lobby político producto de los intereses del clero con respecto a la planificación familiar desde una visión ultra-conservadora trae como consecuencia el aumento de embarazos adolescentes, de abortos, de padres inmaduros, y mantiene la pobreza y la exclusión social tal cual. Es muy fácil basarse en la moral sugiriendo alegremente la abstinencia como el único método válido; y negar el aborto y el uso de preservativos apelando a los valores; pero en la práctica, al impedir la distribución de preservativos, se contribuye al aumento de abortos.
El aborto,
en gran medida, es resultado de la falta de criterio de esos lobistas
conservadores y religiosos que impiden a toda costa la distribución de
preservativos. Si esos preservativos se repartieran gratuitamente, los abortos
bajarían considerablemente. Por otro lado, si el aborto se legalizara -procedimiento
con el que no estoy de acuerdo (porque se puede evitar usando preservativos)-
no tendría tanta incidencia de muerte o de peligro para la vida de las madres. Sin embargo, ambas: la distribución de preservativos y la legalización del aborto -pese a
que yo no esté de acuerdo con ella- son soluciones prácticas a los problemas
arriba descritos.
La
Iglesia Católica, en lugar de proponer soluciones prácticas y facilitar y apoyar
decisiones que convendrían a sus propios fieles en materia de CALIDAD DE VIDA
tiene responsabilidad, en tanto presiona al estado a no tomar decisiones
liberales que en estos casos reducirían considerablemente estos problemas. Este
es solo un pequeño ejemplo de esta absurda (i)lógica de principios
"religiosos". No quiero ser mal pensado y suponer que en el fondo lo
hacen porque les conviene mantener a los pobres en su condición (fácilmente
manipulable), y que, más bien, les conviene que tengan varios hijos para que sigan financiando su causa.
La Iglesia Católica tiene derecho a plantear sus postulados, y que sus creyentes crean en ellos, lo que no debería hacer es pretender ocultar o negar lo que está ocurriendo, y menos aún ejercer presiones contra ello: el sexo entre menores de edad existe, lo quiera o no lo quiera la Iglesia o sus fieles. Y como existe, entonces se debe planificar la sexualidad de los jóvenes menores de 18 años, y punto. Dejen de meterse donde no les importa.
Nota: Imagen de Carlín.
La Iglesia Católica tiene derecho a plantear sus postulados, y que sus creyentes crean en ellos, lo que no debería hacer es pretender ocultar o negar lo que está ocurriendo, y menos aún ejercer presiones contra ello: el sexo entre menores de edad existe, lo quiera o no lo quiera la Iglesia o sus fieles. Y como existe, entonces se debe planificar la sexualidad de los jóvenes menores de 18 años, y punto. Dejen de meterse donde no les importa.
Nota: Imagen de Carlín.