domingo, diciembre 29, 2013

Cuento de fieles

Érase una vez la aparición, en este universo, de una especie, de seres heterótrofos y con conciencia, capaces de pensar y crear herramientas, y modificar su entorno. Seres que dominaron su mundo, poblaron todo su planeta y sometieron a su voluntad a las demás criaturas.

Estos seres inventaron dioses para explicarse el mundo y sus fenómenos, que poco conocían. A cada suceso inesperado, en un comienzo, inventaron dioses para ponerle un nombre y concederle un poder respectivo. El miedo gobernaba a estos seres; su entendimiento, temprano, no estaba aun completamente desarrollado.
Hasta que algunos de ellos, por experimentación y por estudio, con tenacidad, valor y curiosidad, fueron conociendo y comprendiendo las leyes físicas, naturales, que todo lo gobiernan, y amasaron el método que nos permite conocer el mundo en el que vivimos con certeza y exactitud. Los miedos y los dioses se fueron empequeñeciendo, salvo para los reacios fanáticos, quienes convencidos -aunque sin pruebas- que sus dioses eran reales, sometieron a los que consideraron herejes -sean creyentes de otros dioses distintos, o escépticos-: los torturaron, mutilaron e intimidaron. Coparon así el poder, y perduraron sus miedos, aunque, ambivalentemente, fueron aceptando cada uno de los inventos de aquellos que sí regían su vida por la experimentación y el escepticismo. Los más desesperados de estos fieles intentan aún hoy disfrazar de cientifismo sus ideas no demostradas, creando teorías absurdas compatibles con sus dogmas de cabecera y recurriendo a falacias lógicas.

Algunos de estos seres crearon instituciones para gobernar a las masas: eclesiales, políticas, económicas -y más adelante deportivas y comunicacionales-. Todas ellas tenían como objetivo controlar a dichas masas, y convenían entre ellas necesidades e intereses por preservar su poder, rechazando e invisibilizando las posibilidades y oportunidades de desarrollo del pensamiento crítico y escéptico, pues este era peligroso para sus intereses. Así, se crearon fechas y rituales, celebraciones, congregaciones y prácticas, en las que casi todos los individuos pensantes todavía participan. Una de estas asociaciones logró tomar el poder absoluto del mayor imperio del mundo, y con sincretismo, acrisoló mitos y costumbres antiguas y las instauró en un credo con perspectiva mundial: esa fue la primera globalización en la historia de estos seres.

Estos fieles, hoy en día esparcidos por todo el mundo, e inclusive seres de otros credos, suelen celebrar estas fechas con fiestas, viajes, francachelas, regalos y fuegos artificiales, olvidando los motivos ulteriores por los que susodichas fiestas fueron generadas, cerrando sus casas a las necesidades de los que menos tienen. Siempre creen que están en la razón: creen que su dios es el único verdadero entre más de 2000 proclamados antiguos y “vigentes”. Creen que su credo es el único cierto, y que los casi 6 mil millones de personas que no comparten sus ideas se irán a un lugar imperecedero donde sufrirán para toda la eternidad. Y aun así creen que su deidad es puro amor. Vaya contradicción tan absurda, en fin: ellos no la quieren ver.

Creen en la existencia de lo que llaman pecado, y solo sus líderes tienen el poder de curarlo. Vaya casualidad. Creen también que cerrando los ojos pueden comunicarse con el que creen es el creador de todo el universo, importunarlo de sus omniscientes y omnipotentes labores, y pedirle favores como si ellos mismos fueran más importantes que los otros 7 mil millones de seres como ellos. Padecen de una inconmensurable vanidad, pues además de ello, los más fervorosos de estos fieles suelen oponerse a las libertades mínimas de aquellos que piensan, aman y se comportan distinto; y pretenden legislar para que los demás estén obligados a sus respectivas autoimposiciones de fe.

Los 30 de agosto celebran a una mujer cuyos únicos méritos en la vida fueron flagelarse y ayunar hasta su muerte, una pobre esquizofrénica de tipo paranoide con ideas místicas y alucinaciones auditivas, que creía que se comunicaba con animales, y que escuchaba la voz de su dios que le pedía que se golpeara piadosamente. Celebran a esta loca de capirote escribiéndole cartas y pidiéndole deseos, gastando toneladas ingentes de papel y de tiempo, y generando basura en todo el centro de la ciudad. El estado, supuestamente laico, la ha premiado con el honor de darle su billete de más alta denominación, como si el ser desquiciado tuviera su mérito. Tienen un santo, también, de esas mismas épocas, que sin embargo no tiene el mismo reconocimiento, a pesar de que le han sido documentados muchos más supuestos milagros. Además, este último recién fue canonizado 400 años después de su muerte porque era negro, y antes para ellos ser negro era no tener alma, justificaban la esclavitud, prohibían el cruce con ellos y los demonizaban. ¿Razón para ello? Su libro de cuentos infantiles señalaba una antigua maldición a esta raza. Vaya motivo para segregar, maltratar y humillar a otros humanos, tan humanos como ellos.

Por si fuera poco, los meses de octubre y noviembre, harán peregrinaciones y procesiones, rezándole a una imagen que representa a un señor, que supuestamente es el mismo que su Señor, pero que a la vez es distinto para cada pueblo. También hacen esto con vírgenes y santos patronales. En algunos casos, además, celebran estas fiestas con festivales de Tauromaquia, una horrenda práctica sadista que consiste en desangrar hasta la muerte a toros, todo para honrar a su Señor, bendecidas por su representante máximo en el país. A pesar de toda esa barbarie, tienen el cuajo de reclamar cada vez que sus ídolos eclesiales son cuestionados o modificados por razones artísticas. Allí sí saltan y reclaman las libertades que a los que no piensan como ellos no les otorgan. 

Para agregar mayor demencia, sus fieles no te dejarán dormir los 24 y 31 de diciembre de todos los años. Es más, algunos de ellos, por llevar regalos a sus casas, presionados por el mediatismo y consumismo rampante por ellos mismos generados, robarán y secuestrarán y luego le rezarán a su beata 'de los criminales' para expiar sus culpas. Total, si cometen crímenes basta con que se arrepientan de sus pecados. ¿Será por esa razón que las prisiones están llenas de fieles?

Los 24 de diciembre sus fieles prenderán pirotécnicos y asustarán a animales y personas que no piensan que estas fechas son importantes. Visitarán, invitarán o escribirán postales a personas por única vez en todo el año, y se quejarán de que la gente no practica los valores que ellos mismos no evidencian en sus mesas solo en estas fechas. Exigirán respeto por sus ridículas creencias, y esperarán que los saludes, les des regalos y no cuestiones las evidentes inexactitudes históricas de sus celebraciones. Se ofenderán si no los saludas, preferirán que lo hagas hipócritamente si no compartes sus creencias –¿tiene esto algún sentido?-. Pondrán nacimientos hechos con estatuillas de yeso, a pesar de que el libro en el que basan su fe les prohíbe en repetidas ocasiones la adoración a imágenes. Celebrarán el nacimiento de su creador hecho hombre –una copia de otros credos más antiguos-, nacido éste de una virgen adolescente –como si eso fuera posible, y como si eso no fuera un viente de alquiler y una familia disfuncional. ¡Después tienen el cuajo de defender a las familias “reales”!- , a pesar de que la tradición de su propia cosmovisión religiosa ubica su no probado nacimiento en el mes de abril, de entre los años -4 y -7 antes de sí mismo. Pondrán un árbol de luces vestido, que pertenece a una tradición nórdica 7000 años más antigua que la suya propia. Y se atreven a llamar paganos a los que no pensamos y celebramos como ellos.
En esta fecha también cobra importancia un gordo señor, también inventado, muy arropado, como si fuera pertinente en el mes de mayor temperatura del año en esta parte del mundo. Lo peor es que les enseñan a los niños que este amigo imaginario existe -otro amigo imaginario más, invitándolos así al ablandamiento de su capacidad de razonar y comprender el mundo-; también les hacen creer que si se portan bien, este obeso de traje rojo polar les traerá regalos: que es lo mismo que enseñarles a ser hipócritas y a buscar recompensas por hacer lo que es correcto, en lugar de hacer bien las cosas por el deber ser. Por si no fuera suficiente tamaña estupidez, se consume un pan dulce extranjero que solo se come en estas fechas (¿puede eso llamarse tradición?), y se toma chocolate caliente en la semana más calurosa del año.

Los 31 de diciembre, la mayoría de ellos celebrarán con pirotécnicos y alcohol. algunos incluso hasta perder la consciencia, por motivos igualmente absurdos: creerán que se ha cumplido un nuevo año, como si el planeta en el que viven no dejara de moverse en su caída elíptica e interminable alrededor del sol. Ocasionarán un 25% más de incendios, y sus pobres mascotas, seres modificados genéticamente por selección artificial por ellos mismos, morirán de infarto y sufrirán por los benditos pirotécnicos. Criticarán hasta el hartazgo a todos los que se opongan a los mismos, sobre todo si son personajes públicos, y no contentos con su estupidez y falta de sentido común -que parece ser el menos común de los sentidos-, repetirán una serie de absurdas cábalas, cada una más delirante que la anterior, basada en el supuesto que eso les traerá suerte para el próximo año. Nuevamente, como si el tiempo no fuera relativo, como si la suerte existiera, y como si uno no fuera responsable de sus actos.

¡Y luego los locos, los amargados y los inmorales, somos aquellos que no participamos de sus dislates!

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