sábado, agosto 22, 2009

Paulocoelhísticamente ridículo

Por mucho tiempo había abandonado la música, el tocar la guitarra, el escuchar canciones reteniendo serpenteante y vallejianamente las letras atinadas, el caminar silbando por la calle, ese respirar hondo y crepitante, dificultoso, timorato que nos da cuando nos pasa. Como si fuera un espasmo de asma, como si estuviera en la altura, respiro como si me hubiera desacostumbrado al oxígeno. Por mis venas hace tiempo no fluía tanto sentimiento, como si ahora mi cuerpo palpitara entero, tanto que es un poco difícil contenerlo, guardarlo, aprehenderlo. Tanto que sé que si me observara a través de un espejo me daría cuenta de lo paulocoelhísticamente ridículo que me veo así. Tanto que es difícil y hasta triste callarlo, mantenerlo en el silencio y en la espera.
Pero sí pues, la espera es necesaria, la paciencia, la sapiencia. Pero mientras tanto qué le hago a las ganas locas de besarla, de abrazarla, de tenerla junto a mí. Qué le hago a las ganas de llamarla y preguntarle cómo está. Qué le hago a la angustia de pensar que podría estar yéndose para atrás con la locura de la aventura a intentarlo. Sé lo que tengo que hacer, ser yo mismo y que la cosa fluya tranquila, sin presiones, sin condicionamientos ni condiciones. Sé que debo darle su espacio para que no solo tome la decisión de seguirme, sino que realmente quiera hacerlo. Sé que debo ser paciente, que debo conocerla más y mejor. Sé que debo transmitirle la seguridad que yo ya siento, saberla esperar. Pero, y este es un gran pero, qué hago con todo este sentimiento desbordante que emana de todos mis poros. Cómo lo sublimo.

martes, agosto 18, 2009

Los verdaderos ciegos

Está cerca de salir un proyecto en el que trabajaremos en el Penal de Sarita Colonia, y por ello estuvimos teniendo unas capacitaciones en el Gobierno Regional del Callao. Así, luego de las capacitaciones el grupo organizador quedó con el equipo técnico en organizar un paseo-excursión por las zonas más atractivas y turísticas de la región chalaca. Sin embargo, no contamos con un pequeño incidente que precedió la jornada.
Increíblemente, ese día llegué temprano a la cita, pero justo cuando estaba entrando por la puerta de ingreso de la sede del Gobierno Regional, sale por ella un señor invidente que a duras penas podía hacerse paso entre los ingresantes. No lo pensé dos veces, lo tomé del brazo y lo conduje hacia la pista, le pregunté hacia donde iba y lo acompañé hasta el paradero oficial, que no está tan cerca, unos trescientos metros luego de cruzar la Faucett.
Muy grande fue mi indignación cuando nos cerraban las puertas de los buses tanto al señor como a mí. Estuvimos casi 20 minutos esperando que alguno de los buses o microbuses se tomaran la molestia de dejar pasar al señor. No pude dejar de comentárselo y de quejarme de nuestra propia gente. Y yo te apuesto que estos van a misa y rezan al dios. Yo que no creo en él, te estoy acompañando. Los verdaderos ciegos son ellos. Por fin, y luego de insistir muchas veces, pudimos abordar un bus, me agradeció y me dio su tarjeta: era un masajista. Le había contado un poco acerca de mi trabajo social en la provincia chalaca, y le prometí ponerlo en contacto con las señoras beneficiarias del proyecto.
No puede ser que a los invidentes los tratemos tan mal. Es una muestra más de nuestra incapacidad de reconocer al otro como igual, a pesar de sus diferencias. ¿De qué nos sirve jactarnos de moralidad o religiosidad, o tanta bobería si a la hora de la verdad no se presta la ayuda necesaria en el momento debido? Un poquito de reflexión, por favor.
Regresé ofuscado y entristecido por las múltiples muestras de rechazo que sufrió el impedido señor, y también pensé en la excusa que daría por mi nueva tardanza, pero grande fue mi sorpresa cuando mis compañeros de capacitación habían tenido el gesto de esperarme en protocolo, y no entrar sin mí. Me sentí algo gratificado por su espíritu de grupo. Algunos de ellos hasta me felicitaron. Además, y felizmente, cuando llegamos, todavía no llegaban, peruanamente, los encargados.