jueves, julio 16, 2009

De la esperanza de un verde cantor

Deja que tus sueños
sean olas que se van
libres como el viento
en mitad del mar.
Diego Torres.


Era un desastre. Subió al podio y ni se presentó. Cuando la noch... Perdón, ahí va otra vez: Cuando la noche se acerca, hay algo en mi alma que vuelve a brillaaar.... Tampoco podía mantenerse en pie. Se sostenía con mucha dificultad mientras miraba al respetable. Los pasajeros que no quieren saber nada de cada vez más sujetos entrando a pedir limosnas con infinidades de historias, que mi tía ciega que necesita una operación, que acabo de salir de prisión y no encuentro trabajo, que el Centro Victoria y los caramelitos, que ocho cuartos menos cinco tercios, que un arroz con mango con turroncitos arequipeños a tres por un solsito, los pasajeros ya habían sacado sus cámaras de la indiferencia, levantándolas a refregarle en la cara sus estresantes luces límpidas, y volvió a entumecerse en un mugido opaco y silencioso. Paso las horas fumando, oyendo.... Ay, me olvidé la letra.

El pobre joven era un triste palmo de narices. El silencio era apabullante. Pero volvió a comenzar. Sé qué hay en tus ojos con solo mirar... Había que estar ahí para verlo intentar, había que estar ahí para escucharlo intentar atinar, desafinando, unas notas en su guitarra presumiblemente prestada -porque parecía no acostumbrarse a su ligeramente pequeño cuello-. Sé, que las ventanas se pueden abrir, cambiar el aire depende de ti... Había que estar allí para verlo luchar contra la indomable calidad de las pistas, que apuraban sus pies hacia adelante y hacia atrás y lo sumían en desconcierto y temblor. Es mejor perderse que nunca embarcar, mejor tentarse a dejar de intentar...

Y resbalaba. Saber que se puede, querer que se pueda... Pero yo ya lo estaba acompañando al unísono. Quitarse los miedos, sacarlos afuera... Sonreía, mientras yo no podía evitar una ligera sensación de humedad entre mis párpados. Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro... con el corazón.

Al final se equivocó en la siguiente estrofa, pero ya lo había conseguido: tocar al público. Y no hablemos del éxito monetario que finalmente obtuvo. Tampoco hablemos que en el trayecto se subieron 3 sujetos más, los de siempre, los que siempre están muriéndose y no se acaban de morir, y los otros que siempre tienen a otras personas también muriéndose indefinida y eternamente, incluso aquellos los que siempre sacan la misma prescripción médica vieja de hace 4 años.

No. Por el momento hablemos de este ilustre desconocido que se tentó a sí mismo a subir por primera vez a un microbús, y que lo intentó valientemente. Que no tuvo temor de subir y comenzar de nuevo. Que no tuvo temor a la burla, a las risas de quienes atónitos observaban cómo tanto trabajo le costaba mantenerse en pie mientras sonaban sus cuerdas, o cómo tanto trabajo le costaba hacer sonar sus cuerdas, o recordar sus letras. Un joven que no tuvo temor de sonreír, de sí mismo, quizá en el momento más difícil de su vida. Qué ejemplo de vida, tan fácil. Qué privilegio verlo subir y tocar para todos. Qué emoción encontrar gente así, saber que todavía existe gente así, que no solo están en las comedias románticas gringas.

Qué increíble ser testigo de una primera vez tan valerosa. Todavía pueden pintarnos de esperanza no solo las caras, sino los corazones. Todavía pueden ayudarnos a pensar en que podemos seguir tratando de cambiar las cosas. En estos tiempos de necedad, de violencia, de indignidad, en estos tiempos de gente tan gris, verdaderamente, un ejemplo de cantor de la vida. Y tan joven. Discúlpenme -los que se sientan atosigados- por el ricardoarjonismo paulocoelhismo pensamiento Diego Torres, pero da esperanza.

No hay comentarios.: