martes, mayo 12, 2009

Como mentarte a la madre

El día viernes pasé un rato agradable sin buscármelo. Estuve presente en una de esas celebraciones del día de la madre, del hermano menor, todavía niño, de una amiga que recién conozco hace poco por medio de la chamba. Hubo bastante pica pica, globos, músicas típicas y pelucas estilo Yola Polastri. Al final la enorme cantidad de basura descubierta debajo de las sillas que gentilmente ayudamos a acaparar frente a las paredes del recinto me llevó a sugerir formas asertivas de recolección de la basura con la participación de los invitados, para que los ancianos limpiadores no tengan que hacer tanto trabajo luego de las presentaciones. Los viejos limpiadores me miraron sonrientes, las profesoras ídem; les pareció buena idea, pero en esa forma tan pretérita de sí pues, tienes razón, pero no es lo tradicional. Al final las profesoras me premiaron con un vaso de chocolate y un sánguche, como si la sugerencia solo implicara la recompensa y no la puesta en práctica. Al menos estaba rico el sánguche, y como era gratis, era más rico. La estrellita en la frente empezaba a gustarme cuando recordé que mi amiga era vegetariana ovoláctea, y podía comerme también su sánguche.
Camino a su casa me invitó a una reunión por el regreso de Barcelona de uno de sus mejores amigos, en la que participaría todo su grupo de barrio, cole y universidad a la vez -parece que los grupos de barrio son para toda la vida-, cómo será eso, yo vivo en uno de esos fríos sitios pitucoestupidones donde uno nunca llega a conocer a ninguno de sus vecinos, además de que me he mudado muchas veces. En fin, me animé a participar de la reunión mientras la animaba a cojinazos terapéuticos y lúdicos por su cese en la chamba, y nos quedamos esperando a que comience la reunión, ella fumando y yo conversando con su madre, quien también trabaja en ONGs.
Fue chistoso ver ir llegando, o que me vean mientras llegaban, cada uno de los invitados. Todos tenían ropas casuales, y yo estaba como para patearme el culo: con camisa a cuadros, lentes y pantalón con correa. Encima tenía mi maletín de laptop y mi almuerzo por ahí, estorbando. Jaja. En fin. Lo peor de todo fue que mi amiga, siempre con un look y una personalidad bastante menos alienada que la mía, se burló de la peor manera: me presentó como psicólogo y para colmo que trabaja en CEDRO. La puta madre. Tremenda mentada de madre: las simpáticas y alegres caras que me observaban con las copas y vasos levantados tornaron esas mismas copas y esos mismos vasos e incluso sus miradas hacia abajo, cabizbajos, como con culpa. Y más de uno hasta se me acercó a pedir consejo. Te odio, maldita. Na, en verdad me divertí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajaja!
te pintaron de friki... yo te dije, ese look es muy raro...
;)

Y.T.