miércoles, enero 09, 2008

Más de 2008 oportunidades perdidas

No entiendo por qué tantos fuegos artificiales, si con dos Mesas Redondas no entienden, todavía. No entiendo por qué celebran un año menos de vida, un año más de estupidez, salvajismo y muerte en oriente medio; corrupción, violencia, irresponsabilidad en cada esquina, cantina, webchat. No entiendo cómo pueden celebrar un año más bebiendo hasta caerse, trompearse, maltratarse de esa manera, animalizarse. Cómo pueden apartarse del caótico mundo de las combis de la muerte y los monos que orinan en la calle o tiran basura al suelo, y de los tanto o más monos que no les dicen nada o dicen "pobrecito". Y qué me dicen de los otros monos que no respetan las leyes de tránsito, o riegan de hijos el mundo, o matan animales y personas. De aquellos misérrimos politiqueros arrivistas, sedientos de poder y de sus franeleros ayayeros. Me parece absolutamente vergonzosos los cobradores de combi, los futbolistas fiesteros, los fujimontesinistas que todavía pretenden tapar el sol con un dedo, los periodistas vendidos y ratingnistas. La SUTEP y los congresistas cocaleros, los fanáticos presos de taras ideológicas e inmadurez política que no tolera el progreso. Aquellos que no son capaces de escuchar al otro y saber aprender de la otredad. Chávez. Tanta, tanta podredumbre. Tanta basura que da cólera saberse de alguna manera emparentado con tanta estupidez, que da vergüenza ajena y genética tener alguna remota ligazón con estos miserables.
Ahora el mundo consume películas hollywoodenses y estúpidas, músicas repetitivas y pipilépticas, ve American Idol y escucha La Pituca en inglés. Fútbol y otras conspicuas nimiedades. Absolutos baladís. Son tan pocos los que leen, los que piensan, los que actúan por el bien sin la hipócrita esperanza de la redención futura. Hace tiempo que dejé de creer en la gran transformación, en el gran cambio; esas son utopías, yo me comporto como creo que ha de ser, y punto, después de todo no creo en dudosas y resultadistas recompensas posteriores ni en cultos culposos y dioses castrenses.
Quizás éste no sea en esencia un país (o un mundo) en el que me sienta a gusto, la verdad es que a medida que uno se culturiza más, termina apartándose irremediablemente, le van apestando las atrocidades cotidianas, las estupideces mundanas, las modas, el mundo lleno de temas baladís, chácharas intrascendentes, el calamitoso desorden de todo. Cuando camino por la calle, yo como peatón respeto las señales de tránsito, cuando el semáforo está en rojo cruzo por la línea cebra, y es más bien en ese momento cuando más peligroso es cruzar, porque los simios que conducen se apresuran para ganarle al amarillo. Por supuesto, nadie respeta. Las madres cruzan en verde con sus bebes, los micros andan reventando de gente que se sigue metiendo aunque tengan que ir con un pie fuera de la puerta y un codo fuera de la ventana. Los cobradores empujan afuera a los pasajeros. Y uno se siente solo, incomprendido, y ve el cuadro irrepresentable de la realidad como si tuviera unos lentes grises, y de fondo la Carmina Burana de Carl Orff.
Para mí ya perdió el sentido libar por el puro gusto de hacerlo. El alcohol ya dejó de tener para mí el libertino placer adolescente y autodestructivo de antaño. Me llama tan poco la atención como el fútbol. Ya perdió el sentido celebrar un nuevo año lleno de pelmazos hechos y derechos, que se embriagan o lo que es peor, estudian derecho. Ya perdió el sentido creer en una oportunidad más para la humanidad. La verdad es que me es abominable, aunque trato de ser tolerante y llevadero.
Aún así, ilusos, que tengan un buen año.