martes, octubre 23, 2007

Un fenómeno llamado Potts

Fantástico. Un cuento hecho realidad.


Se trata del cuento de hadas perfecto, de una Cenicienta de carne y hueso y en versión masculina. De un humilde, tímido y regordete vendedor de celulares con muy poca autoconfianza, que en un abrir y cerrar de ojos sorprende al mundo, decidiendo por fin afrontar sus demonios y alcanzar sus sueños. Se trata de una historia tan increíble que ni la propia ficción podría imaginarla mejor. Y es que la realidad nos depara sorpresas cuasi inverosímiles, cuando el devenir se lo propone, cuando la oportunidad así lo determina.

Paul Potts fue el típico niño gordito que en el colegio era lorneado por sus compañeros. Hijo de un chófer de ómnibus y de una cajera de supermercado, el pequeño Paul arrostró la pobreza y el desprecio de sus coetáneos, desarrollando una personalidad introvertida y una baja autoestima. No le quedó más remedio que el ensimismamiento, y su refugio fue precisamente la música, su voz, que en más de una entrevista ha revelado consideraba "su mejor amiga". Se inscribió en el coro de su colegio, y luego de la parroquia de su ciudad, y aunque recibía el elogio de sus profesores, su baja confianza en sí mismo no lo dejó tentar una carrera artística.

Siempre despistado, Paul ha tenido varios accidentes como ciclista y peatón. Uno de esos accidentes, a los 14 años, le cercenó parte de un diente, dejándole una poco atractiva sonrisa. A los 18, un carro lo atropelló rompiéndole una vértebra y ocasionándole severas contusiones. A los 31, se le diagnosticó primero una apendicitis y luego un tumor benigno en la glándula suprarrenal, y algunos días después de recuperarse, fue embestido en bicicleta por un automóvil, que le fracturó la clavícula y dejó en mal estado su columna vertebral.

Estudió filosofía, teología, cine y estudios de televisión en la universidad de Plymouth. Sin embargo trabajó los siguientes diez años junto a su madre en una modesta fábrica de Bristol, su ciudad natal. También estuvo metido en política militando en el Partido Liberal Demócrata de su ciudad. En 1999, no resistió la tentación de cantar frente al público, y se disfrazó de Pavarotti y ejecutó su primera Ópera en un karaoke. Posteriormente, le fue perdiendo el miedo a las apariciones en público, aunque siempre como amateur, y participó en Bath Opera y otros colectivos artísticos. Luego de ganar uno de los premios de un programa musical de concurso, se financió unos meses, y un par de años después, unas tres semanas más, de lecciones de Ópera en Italia, siendo seleccionado para cantar frente al mismísimo Luciano, quien le felicitó por su voz.

Conoció a su esposa en un chatroom, en el 2001, y mantiene una buena relación con ella desde entonces. De hecho, su compañía le ayudó a lidiar con su baja autoestima. En el 2004, ingresó a la compañía Carphone Warehouse, y desde entonces hasta su descubrimiento, trabajó vendiendo celulares. Este mismo año, recibió un anuncio electrónico invitándolo a participar en el Britain's Got Talent Audition, y él mismo cuenta que optó por lanzar una moneda. El destino y la moneda quisieron que Paul Potts decida participar, y el resto ya es historia conocida.

Paul Potts, un rechoncho y desconocido vendedor de celulares, con un diente delantero roto y un terno de 35 euros estaba de pie, frente a un auditorio lleno de público, y tres jueces que lo miraban con actitud inquisitorial. Cuando dijo que cantaría Ópera, uno de ellos hasta simuló una burla, mirólo de soslayo y volteó la mirada hacia sus compañeros, buscando conformidad en sus pareceres. A Potts no le importó. Esperó la señal de Simon Cowell y sonsacó del baúl su mejor voz, haciendo llorar a las mujeres y gritar a los jóvenes. Ahora era él el que mandaba. Nadie lo podía creer. Había nacido alguien. Potts había dejado de ser un don nadie.
Por supuesto, nadie lo paró después de esa genial audición. Ya había subido la vuelta completa de la montaña rusa, como comentara a uno de los animadores del programa que lo hizo famoso. El vídeo de su audición ha sido visto 15 millones de veces, y con un par de meses cargado, es ya uno de los más vistos de la historia. Más de dos millones de páginas en el Google aparecen cuando uno digita su nombre, y miles de bloggeros ya han hablado de él, y seguramente yo no seré el último.

Epílogo.
El buen Paul no solo firmó un contrato con Simon Cowell y ganó 100,000 grandes apenas ganar el BGT y fue elegido para cantar para la Reina, sino que sacó a la venta su primer CD, el mismo que ya ha sido condecorado en tiempo récord con el disco de platino, superando en ventas a todos los otros 9 discos más vendidos en Inglaterra, desde su lanzamiento el 16 de julio; y ya se ha presentado en EEUU y Dinamarca, y tiene conciertos casi todos los días, según su página personal, hasta marzo de 2008. Su disco es también uno de los más vendidos en Amazon.com, y tiene por lo menos dos páginas oficiales en la que recibe cientos de correos diarios. No hace falta decir que se está haciendo una película acerca de su increíble historia; es evidente que era necesario un héroe postmoderno. Y Paul Potts lo está siendo. Parece tener el mismo ángel que Pavarotti, su mismo carisma, pues su voz, además de ser talentosa y sincera, moviliza con una sorprendente facilidad, algo que no tiene el mucho más virtuoso Juan Diego Flórez. Pero el peruano ya está advertido, no solo se trata de hacerlo bien, de hacerlo excelente. Se trata de ese plus que determinó un antes y un después de Pavarotti, de la popularización del arte por el arte, de la deselitización del mismo. Y Paul Potts se está convirtiendo en el nuevo embajador de esta tendencia fundada por el ya fallecido Pavarotti. Al menos, así lo dice el mundo, los desentendidos, que válgame, tienen tanto derecho a disfrutar del arte como los tradicionales elitistas. Paul Potts mismo dijo, en la entrevista previa a la final de BGT, que acababa de descubrir que él era Paul Potts, y el mundo también.

Fuentes:
1. El Comercio online 24/07:
http://www.elcomercio.com.pe/EdicionOnline/HTML/olEcUltimas/2007-07-24/olEcUltimas0416011.html
2. Wikipedia en español:
http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Potts



Bloggers:
3.
www.marthacolmenares.com/2007/06/28/paul-potts-¡que-grande-eres/
4.http://juanpablodecalcuta.wordpress.com/2007/07/03/el-increible-paul-potts/
5.
http://blogcritics.org/archives/2007/06/20/084600.php
6.h
ttp://dejameser.wordpress.com/2007/06/16/paul-potts-o-cmo-un-concursante-de-tv-nos-ha-devuelto-la-esperanza-a-muchos/



Vídeos en Youtube:
Audición:
http://www.youtube.com/watch?v=9oxTy7KIAaA
Final:
http://www.youtube.com/watch?v=K_5W4t_CBzg
Premiación BGT:
http://www.youtube.com/watch?v=DYIgzFNN8GQ



Páginas oficiales:
http://www.paulpottsoficial.com/
http://www.paulpottsuk.com/

lunes, octubre 08, 2007

Sobre la felicidad

Hace un par de días tuve sendas conversaciones en el messenger que me llevaron a seleccionar mis intervenciones en torno a un tema específico. Verteré ahora el contenido de ambas, intentando guardar cierta lógica argumental.
Que sea agnóstico no me convierte en una persona absolutamente gris... el existencialismo no necesariamente tiene que ser fatalista, hay otros tipos de trascendencia, la misma que manifiesto a través de un sincero interés por estudiar el ser humano, desde diferentes ópticas, desde diferentes perspectivas, manteniendo, a través de estas un ojo crítico y otro ávido de comprensión, de curiosidad. Considero que la apertura es fundamental, el gusto por el eclecticismo, la diversidad, la no fijación en axiomas, dogmas o creencias, sino la simple complicidad del curioso que investiga, entiende, transita entre los hombres, entre los grupos, entre las sociedades, sin dejarse llevar por nada que no sea la misma apertura al conocimiento.
Esta apertura, considero, es la que me permite, entre otras cosas, toparme con espasmos de felicidad inexplicables y efímeros. Apertura que se entiende en términos de alerta, de atención, pero también de una actitud hacia la vida misma, las personas, los eventos, los momentos.

Para mí la felicidad no se explica, se vive, no tiene razón de ser, simplemente viene y la coges, el momento que te dure, y eso no significa que el resto del tiempo vives triste, pues no hay contraparte, no hay antagonismo, no hay dualidad. Para mí, la felicidad no es un estado, está en el aire, hay que saber respirarla. Está ahí, en un día soleado, en el arcoiris, en el canturrear de unas palomas, en la añoranza que producen las notas de una guitarra, los versos de un poema. Cuando menos te lo esperas, aparece espontáneamente, sin aviso, sin razón. Y es que en su transitoriedad, en su inaprensibilidad, en eso consiste su misticismo.
Uno solo puede ser consciente de ella cuando esos instantes en el que el corazón está inexplicablemente arrebozado, llegan a su fin, porque una vez que te das cuenta se te va, te das cuenta cuando ya te pasó, o cuando estás al límite, en el momento en que está pasando... ese día en el que te levantaste distinto, en el que no seguiste la rutina, en el que viviste tu día como si fuera el primero, como si aprendieras a bañarte, a lavarte los dientes por primera vez... o cuando de pronto sientes energía extra, cuando tienes ganas de saltar por una canción, un poema, un capítulo interesante, una obra entera, una mirada, un buen ejemplo, lo que sea que te haga saltar, sonreír, lagrimear... te dan ganas de correr, de aprovechar el día, sientes que estás volando sobre el mar, planeando sobre las nubes, las manos rozando pastizales, los pulmones respirando aire prístino... en ese momento en el que cobras consciencia de ello, es porque llega a su fin, pero no por ello vuelves a la tristeza, al vacío, a la consciencia de la falta-de. No.

Yo creo que las creencias, en líneas generales, lejos de procurarte felicidad, lo que hacen es satisfacer la necesidad de control percibido -tan inherente al ser humano- producto del miedo al vacío, a la incertidumbre, o a la muerte, concretamente. Las creencias, como tales, son simples asociaciones de ideas que no tienen por qué mantenerse en el tiempo, pues nada sino ellas mismas lo justifican. La transitoriedad, por otro lado ineludible, el inconstratable paso del tiempo, finalmente vencen a estas ataduras mentales. Entonces, o bien estas burbujas de mundos fatuos revientan y uno se enfrenta de lleno con el vacío, o bien uno cree que es capaz de alcanzar la felicidad en tanto un estado, como si fuera posible asirla, lo cual le restaría intensidad a la naturaleza de la misma, a todas luces efímera, impredecible, inaprehensible. Entonces, lejos de procurarte una verdadera felicidad, las creencias te proporcionan un manojo de escudos y burbujas, mundos de supuesta pero finalmente fatua felicidad, en los cuales refugiarte, volviendo muy difícil, sino imposible, estar alerta de estos espacios, de estos momentos, instantes de verdadera felicidad que aparecen de repente y sin razón. El truco es, a mi modesto parecer, tratar de procurársela -la felicidad- en los detalles, en procurar que la vida misma sea un concierto de buenas vibraciones, y eso, considero, solo es posible a través de la apertura como un estilo de vida. Se trata de una buena praxis, que seguramente será más manejablemente emulada en la constancia, pero que nunca se va a alcanzar porque sí, pues no es algo gratuito, sino un ejercicio permanente.

Y sin embargo respeto las creencias. Y sin embargo me aproximo hacia a ellas, o a los grupos que las comparten, o concretamente a los individuos que las incorporan, defienden o legitiman, con una actitud abierta, cálida, sincera, tolerante. Pues mucho he de aprender de ellos.

jueves, octubre 04, 2007

Joder en serio con Sodastereo

Nuevamente quedamos en vergüenza a los ojos del mundo. Nuevamente, por más que se trate de un centro o establecimiento comercial grande y supuestamente serio, la incompetencia se cuela por todas partes, y el caos reina. Tal parece que es inherente a nosotros mismos. Tal parece que la estupidez es una enfermedad constante, remanente, que no nos quiere soltar pese a la bonanza económica que nos impulsa como el pequeño dragoncito sudamericano.
Mi primo es fanático de Sodastereo, tanto así que consiguió su entrada para el concierto de apertura de esta famosa banda argentina en Buenos Aires el mismo día en que se pusieron a la venta las entradas para el mismo. De hecho, había pasado apenas una hora, aproximadamente. No contento con este privilegio que tan solo otras 80 mil personas tendrán en el mundo, vio con buenos ojos la concreción de la gira de este grupo por Lima, por lo que se dispuso a comprar su entrada el día de hoy. Pero no contaba con la poca astucia y la imbecilidad, la incompetencia, la mediocridad de Teleticket. De ripley, sin duda, y también de Ripley.
Como trabaja, mi primo me pidió que lo supliera en la espera por la tarde, que no tengo clase, desde las 2pm, porque tenía que regresar a la chamba. Así lo hice, llevando un libro, pensando que la espera era regular, y no imaginándome lo que me esperaba -valga la redundancia-. Cuando llegué a hacerle el relevo, minutos antes de las 2pm, el lugar era un caos. La gente gritaba descontrolada. Los encargados no se apersonaban. Todo era desinformación e incertidumbre. Empujones, lisuras. Empecé a hacer mis averiguaciones, recogiendo algunas opiniones al respecto, que vertiré a continuación.
Mucha gente llegó temprano, antes de las 10 de la mañana a las inmediaciones de Ripley en el Jockey Plaza. A toda la gente que quería comprar entradas con su tarjeta Ripley se les daba un ticket, para que hagan cola hasta el tercer piso. Una vez allí, habrían de esperar cerca al puesto de venta. Sin embargo, no hubo ningún tipo de señalización. Nadie tuvo un mínimo de criterio como para advertir que la cosa podría salirse de las manos -como curiosamente SIEMPRE sucede en el Perú-.
Por otro lado, el puesto de venta, programado a las 10am, empezó a vender a las 11. Sí, genial. Pero eso no es todo, como ya han de esperarse si vivimos en este fin de mundo. El sistema, con apenas 7 minutos de puesto en circulación, colapsó. Bravo. La cola comenzó a estancarse, las personas a amontonarse. Entonces apareció Defensa Civil y empezó a sacar a la gente. Se les dio otro ticket, otro ticket, sí, otro ticket -y en negrita- y se les mandó afuera otra vez. ¿En serio? Qué divertido. Ahora bien, dieron estos tickets sin respetar ningún orden, salvo el de la fuerza. Es decir, no tomaron en cuenta a la gente que había hecho su cola civilizadamente hasta ese momento, sino a los vivos que se dispusieron a colarse.
La gente se aburrió de esperar, y se sintió ofendida por la estupidez de Teleticket y sus operarios, así como de vergüenza ajena hacia ellos y hacia Ripley por carecer de un plan de contingencia que permita superar estos inconvenientes, y atender a cerca de 500 personas -algo imposible para tan solo dos cajeros, porque solo a estos reverendos pedazos de animales se les ocurre poner a dos personas para tanta gente-. Por supuesto, y como era de esperarse en situaciones de este tipo, los responsables -representantes de Teleticket- nunca dieron la cara, y los representantes de Ripley se pusieron faltosos. Y eso que no estamos contando que habían personas que el día anterior habían separado su puesto de compra por una oferta relacionada con Motorola y Telefónica, y que estaban adicionándose a la no deleznable cantidad de gente que estaba esperando ser atendida.
Digamos que a las 3pm empezaron a vender las entradas a partir del número A06, teniendo en cuenta que la venta comenzó a las 10 am, o a esa hora debió comenzar. Teniendo en cuenta que habían numerado varías letras hasta el 9 (B, C, D), y que la gente de aquellas se estaba desesperando desde la mañana. A esa hora terminé el libro que había llevado y me fui a comprar alguno para pasar el rato. Digamos que a las 4pm, tan solo se habían vendido 10 entradas más, y yo ya me había familiarizado con dos libros que acababa de adquirir. Digamos que a las 5pm, solo estaban los 40 primeros en la cola. Digamos que a las 6pm mi primo regresó de trabajar y volvió a ponerse a la cola, y que por fin, algunos minutos después pudo comprar las entradas que quería. Digamos que en todo Lima ha pasado igual, y que no es posible que dejemos pasar ésto.
Por lo menos llevé un libro, aunque me dio pena terminarlo en una situación tan infeliz, teniendo en cuenta que se trataba de Camus, de Rieux y de La Peste. Por lo menos pude comprar otros dos textos no menos interesantes. Personalmente, no me agradan los fanáticos, de ningún tipo, en general, menos aún los que habiendo sufrido estas peripecias dicen que vale la pena la espera. Tampoco me agrada el caos, las lisuras y la gente en grupos, porque siempre tienden a descontrolarse y volverse estúpidos. Pero mucho menos me agrada la incompentencia, en este caso de Teleticket y de Ripley. Ojalá que tengan un mínimo de criterio para no pasar vergüenzas de esa naturaleza de aquí en adelante, por favor, porque se supone que estamos creciendo. Se supone.