martes, abril 24, 2007

Descanso

Murmuran las aguas diáfanas, lo demás es silencio.
El mundo está en otra parte, olvidado.
No siento nada en derredor, solo brisa, solo mar.
Los ojos cerrados, el alma abierta.

De timbre crepuscular son los suaves graznidos de las gaviotas.
Los cangrejos, acurrucados, reposan en la silente arena.
Mis pies descalzos no pretenden interrumpirlos, solo compartir.

Tan cerca, el horizonte feliz de azul infinidad. Refugio atemporal.
Tan lejos, el caos de la vida misma.

Nubes rosadas, puesta de sol. Fragmentación. Descanso.

lunes, abril 23, 2007

Del monstruo y su hijo: Del 11S al 16A

[Uno de los profesores más antiguos de la plantilla de docentes de Virginia Tech afirmaba ante las cámaras de un reportero connacional que los Estados Unidos se han convertido, desde que un tejano zafado asumió la conducción del gobierno, en una tierra de vaqueros. No podemos estar más de acuerdo con el veterano profesor. Si bien es cierto que no podemos achacarle culpas de todo al insufrible e impopular presidente Bush, sí podemos poner el grito en el cielo y manifestar nuestra abierta oposición a ciertas características del aparato social de ciertos Estados de la Federación que componen el país todavía más rico y poderoso del orbe. La fácil adquisición de armas es una bomba de tiempo que incubre potenciales catástrofes y masacres como la que el mundo llora en estos momentos, y no puede mantenerse alegremente por el hecho de que la cacería es un deporte nacional -ya eso es indicador poco sutil del índice de violencia del pueblo yankee-, ni por predecesoras hecatombes como 11S. Obligados a reflexionar por esta terrible coyuntura, que pone de luto también al Perú -y no solo en las personas de los deudos del estudiante fallecido- , exploremos y ahondemos el tema.]
Virginia Tech es una Politécnica ubicada en el estado del mismo nombre, en la zona yankee -asumo que todos entendemos qué quiere decir ésto en términos coloquiales- del país del tío Sam. El campus de aquesta institución ha estado abierto a estudiantes de diferentes partes del mundo, y el porcentaje de éstos ha tenido cierta importancia en los últimos años, y va lógicamente en aumento. No así, al menos a gran escala, en lo que respecta a la idiosincrasia sureña para con los forasteros estudiantes, los cuales tienen que arrostrar, todavía, cierta hostilidad xenotípica. Recordemos las votaciones anti-migrantes, el nacionalismo acérrimo de derecha conservadora propio de estas regiones del sur del país. Por supuesto, esta postura se ha ido atenuando con los años y con el incremento de la tasa de estudiantes-migrantes de todas partes del mundo, desarrollándose así cada vez más las relaciones interculturales entre los mismos. No obstante, el fantasma de la Guerra de Secesión sigue apareciendo en gran parte de los trece estados otrora confederados. El partido republicano es el que gobierna. El fanatismo religioso, la intolerancia, la cerrazón a la pluralidad y la acentuación de los estereotipos anti- pululan en el Congreso, en diversas instituciones y en la Casa Blanca.
Cho Seung-Hui ciertamente era un sujeto con serias dificultades mentales, sociales e interpersonales. Estudiaba filología anglosajona, y en más de un trabajo sus profesores, por la calidad y sobre todo el contenido de los mismos, le recomendaron asesoría psicológica. Según los estudiantes de la siniestrada universidad, Cho era un chico raro, solitario, de pocos amigos y palabras, cabizbajo y de trato complicado. Algunos mencionaron que recibió hostiles interlocuciones a lo largo de su paso por VT por su condición de migrante surcoreano. No pretendemos con ello justificar su comportamiento, sería estúpido hacerlo, sólo hemos de mencionar aquello. Ni siquiera se trata de un factor determinante, mas no puede no considerarse en el análisis. Cho no era una persona normal, de eso no hay duda. La xenofobia tampoco es normal, como muchas otras actitudes de los diferentes engranajes sociales norteamericanos -la especificación de las uniones étnico-regionales como los grupos hispanos y afroamericanos, por ejemplo; la navidad negra o Kwanza, por otro lado, una reacción a ese sentimiento de exclusión de la minoría-. Son los mismos estadounidenses los que reconocen en los sureños ciertas actitudes y estereotipos: muchos de los turistas que vienen al Perú rajan sobre ellos, algunos lo hacen incluso siendo de esas zonas, mencionando el extremismo, el fanatismo y la estrechez de pensamiento que dicen les son característicos.
La venta de armas y municiones a diestra y siniestra admite debates acalorados y polémicos. ¿Se puede negociar por unos cuantos billetes la seguridad de toda una ciudad? ¿La vida humana acaso tiene precio? ¿Está facultado -en términos psicológicos y sociales- el pueblo norteamericano, caracterizado por la sobreestimulación mediática y tecnológica que mina el juicio crítico y por el contrario desarrolla automatismos, a portar armas, a adquirirlas con la misma facilidad con la que un niño compra una paleta, tomando en cuenta que 11S tiene todavía repercusiones patognomónicas de proporciones pandémicas? Vamos por partes.
Soy un convencido de que la venta de armas debería ser extinta de la faz de la tierra. Aquél es el único extremismo que me permito. Sin embargo, ante la imposibilidad de lograr tal beatle ideal, por lo menos puedo cuestionar estos mecanismos legales extremedamente incautos que ponen en las manos de cualquier persona, sin importar sus características, armas tan destructivas que ponen a toda la población como chivos expiatorios potenciales de masacres como la del pasado Lunes. Creo que la humanidad ha llegado a una época distinta, que no admite la violencia en ninguna de sus formas, sean éstas manifiestas o potenciales. Creo que el ser humano solo necesita su propia capacidad humana para comunicarse eficaz, eficiente y cordialmente, y no digo bocas o manos, puesto que muchos mudos y mancos han demostrado ser tanto o más humanos que aquellos sujetos que hemos tenido más suerte que ellos.
¿Es necesario portar armas? Entiendo que 11S significó un duro golpe psicológico para el pueblo norteamericano, golpe que catapultó la paranoia a niveles exorbitantes, y que quizás el plantear la veta de todo tipo de armas para la población civil sea demasiado contrareaccionismo -entiendo, mas no lo comparto-. Sería demasiado no porque sea descabellado, sino porque la gente no se siente segura sin armas -lamentable, pero cierto:-. Qué atrocidad, qué vergüenza que sea así. Hasta dónde puede llegar la fragilidad, la inseguridad, la impotencia y la debilidad de los hombres. Es alarmante la calidad paupérrima de los ambientes sociales estadounidenses, que conllevan a las personas a armarse hasta los dientes para disipar enfermos efluvios paranoides. Es lamentable e insano que un pueblo tenga que recurrir a estos extremos para convivir. Y es imperdonable que ésto se mantenga así, y no es de unos pocos años, sino desde siempre, en EEUU se mató a Luther King, a Lennon, y seguramente se quiere matar a Susan Sarandon o a Michael Moore. No es gratuito lo que ha sucedido, y no se trata de decir que Cho Seung-Hui tuvo la culpa, ni se puede justificar por esto el racismo ni nada parecido. La violencia está presente en EEUU; en el mundo en general. Luego de la masacre de VT, un estudiante norteamericano asesinó a un compañero de clases y se suicidó, mientras que en Colombia tres colegiales apuñalaron al director de su centro de estudios. En nuestro país también hay violencia, y muchísima: en el tránsito diurno, en los cláxones, en la cultura de Pepe El Vivo, etc.; la violencia en todos estos casos está tan arraigada en nosotros que no somos capaces de advertirla hasta que ocurren consecuencias extremas como las de VT, así que no miremos ésto con ojos foráneos. En tanto seres humanos, comprendamos que ésto también nos afecta.
Lo menos que podemos exigir es un control adecuado y una rigidez mayor en la adquisición de armas por parte de la población gringa -en Perú tampoco hay tantas restricciones para portar armas, que digamos-. Lo ideal sería que exijamos la veta de las armas, por lo menos para civiles, mas estamos todavía a mucho de ello. No debemos desalentarnos, debemos luchar por cambiar esta realidad tan patética como apremiante. No es posible que se juegue con fuego -literalmente- de una manera tan ingenua. Este hecho, por lamentable que sea, debe servir de ejemplo para reflexionar hondamente sobre nuestras leyes, sobre la calidad y naturaleza de nuestras relaciones interpersonales, y con mayor énfasis, sobre la completud de nosotros mismos como personas. No esperemos que el mandatario cowboy decida una burrada más, embebido en vengativas intolerantes y represivas, si sabemos que él es uno de los responsables políticos. Creemos consciencia de la no necesidad de armas para vivir, abramos nuestras puertas, miremos al otro a nuestro mismo nivel, tratemos de luchar contra los estereotipos y los prejuicios, contra la heredad de taras sociales como el racismo, el machismo y la xenofobia. Démonos cuenta que las cosas suceden en un contexto, en un ambiente, y no son eventos desperdigados sin sentido, por más extremos que sean. Cho puede ser cualquiera de nosotros. Las características personales que se le atribuyen solo pueden explicar los motivos de su conducta, mas el contexto social en el que se desenvolvió, ejerció sin duda, suficiente influencia sobre él. Una sociedad en la que una persona puede adquirir hasta doce armas por año, sin contar las municiones, no es sana. Una sociedad en la que la gente cree necesitar armas para vivir tampoco. Ésto denota serias dificultades en términos de relaciones interpersonales; no neguémoslo, trabajemos en ello. Si bien creo que debe cancelarse para siempre la venta de armas a civiles, tampoco se trata sólo de aplicar desde arriba una política mientras nada se hace desde abajo. Qué hacemos si la gente no reflexiona sobre ello: pronto fabricarían sus propias armas. Mucho trabajo nos espera.

jueves, abril 12, 2007

¡Santa semana!

Qué se puede decir de una semana plagada de desavenencias, peripecias y vicisitudes. Si no las ponía por escrito, me hubiera costado mucho más desatarme de la rabia de las mismas. Es que, caramba, fueron tantas... que hasta me cuesta trabajo recordarlas todas, como a ustedes les costará creerlas, caray. Y leerlas, ujúm.
¡Miércoles!
El miércoles marcó el inicio de una semana para el olvido. Tenía trabajo para todo el día, por lo que el estrés me anduvo persiguiendo desde temprano: clase de 8 a 10 de la mañana, hueco hasta las 7 de la noche; práctica de 7 a 9pm; aplicación de una prueba psicológica a un niño voluntario; viaje a Trujillo apenas saliendo; marcha por los quince años del Autogolpe, en fin, una chanfaina.
Luego de la clase de la mañana, a la que llegué un minuto después de la toma de lista -o sea tarde-, enrumbé a Sociales más como curioseando que como activista: de inmediato me convencieron, fácilmente, de ir a marchar por los quince años del Autogolpe de Fujimori. Un muñeco del 'chino', una torta alusiva a los quince años del golpe -05 de abril de 1992-, y muchos 'regalitos' que recordaban las perlitas del dictador -como La Cantuta, Barrios Altos, el Grupo Colina, etc.- y una serie de ingeniosas y amenas arengas al compás de bombos sonorizados por improvisados palitroques: yucas y botellas vacías. La marcha salió bien, pues, a pesar de que fuimos pocos, empalmamos la misma con otra marcha que tenía como objetivo principal, el respeto y aplicación del 6% del PBI al sector educativo, compuesta por cientos de estudiantes de San Marcos, la UNI y Bellas Artes. A su paso por el Ministerio Público, nuestros poderosos aliados asustaron a un grupúsculo de fujimoristas reaccionarios a nuestra manifestación. Un despelote: los protestantes tomaron la otra vía de Abancay y fueron contenidos por la Policía a Caballo.
Caminé hasta Tacna con una chica de Comunica que acababa de conocer y me embarqué hasta mi casa. Almorcé a las 4; tomé las hierbas del doctor Pun -parte de mi dieta, usualmente las tomaba en la noche, pero no me alcanzaba el tiempo- en un santiamén, calentándome el esófago; salí corriendo a tomar un taxi a tomar la prueba psicológica en la casa del voluntario. La madre del niño llegó bastante más tarde de lo establecido -necesitaba entrevistarla de manera complementaria-, por lo que me obligó a tomar primero la prueba al niño, luego esperarla, después entrevistarla y finalmente faltar a mi práctica de las 7pm, y a correr nuevamente a mi casa a bañarme y alistarme para viajar.
Un comienzo nada auspiciante, pero nada comparado a lo que se me venía. Teníamos planeado viajar a Arequipa por las fiestas, pues mi familia nunca había visitado la blanca ciudad, sin embargo no pudimos hacerlo. De hecho, no podíamos, por fuerza mayor, viajar por placer, sino por compromiso, ya que una de mis tías más queridas se encontraba al final de una triste y larguísima agonía. Viajamos, pues, a Trujillo, y tuvimos que hacerlo a la rápida, por tanto encontramos pasajes cualquiercosa, y vaya qué cosas nos pasaron.
A Ormeño dile No.
La estación estaba repleta, muchas caras chaposas y rubios cabellos dejaban entrever muecas de insatisfacción. Al fondo, unas muchachas de dejo trapecino reclamaban, mientras que el personal brillaba por su ausencia, nadie se aprestaba a dar las explicaciones del caso. Pasaron casi tres horas para partir. Era el colmo. Y eso no era todo. Nos quisieron subir a un bus camión, a lo que nos rehusamos con energía. Finalmente, cerca de la una de la mañana tuvimos que ceder y subir a un vehículo que jamás en la vida costaría 50 soles el pasaje: olía a pichi de gato, los asientos no eran reclinables, no había aire acondicionado, DVD, televisor ni terramoza. Por supuesto, tampoco pasaron un miserable pancito, pero eso sí, el conductor estacionó en repetidas ocasiones, mientras que en más de una oportunidad dejó la puerta abierta durante el trayecto. Una desgracia. Ah, miento, sí hubo aire acondicionado, de gran calidad: a mitad de camino, el conductor ingresó a la cabina de pasajeros y abrió la compuerta del techo, dejando escapar un aire helado que terminó de congestionar las ya roncas gargantas de los estafados clientes. Para remate, nos dimos con la sorpresa -aunque para ese momento ya no lo era, francamente- de que el seguro contra accidentes, es decir, el martillo para romper las lunas y escapar en caso de peligro, ¡estaba roto! Por supuesto, a todos se nos heló el pecho en el pesador de buses, así como la carne de gallina en Pasamayo. Por mi parte traté de animar a un par de gringuitas desafortunadas que se estaban llevando la peor imagen del macondiano Perú. Y es que en el hacinamiento, muchas veces, se desarrolla la resiliencia. Entre todos los pasajeros, tratamos de reirnos un poco de nuestra cómica situación, de tomar el viaje, a fin de cuentas, como algo positivo, como una enseñanza para toda la vida: NUNCA TOMES ORMEÑO.
En el mar, la vida es más sabrosa. En el mar, perdí mi celular.
Llevaba ya unos días en Huanchaco, aquella playa de la infancia, tan linda, tan mía, tan de siempre, y sin embargo la felicidad era extraña a los idílicos y reminiscentes caminares descalzos por la arena. Mi tía Ruth, una mujer de carácter y temple, de una franqueza y entereza encomiables, de virtudes miles, se encontraba en las postrimerías de su vida, y no había más nada por hacer. La mejor amiga de ella, la tía Liliana, una simpática sesentona de madrugadores y alocados despertares, se alojó en mi casa e importunó mis perezosos ronquidos a las 6am. del domingo. Estaba dispuesta a salir a correr por la playa, y por supuesto, le fue muy sencillo convencerme. Llevé conmigo el celular, pues temía que Ruth se me adelantara demasiado, y salí a correr con Liliana por La Poza. La marea crecía continuamente, el agua helada humedecía mis vergonzosamente blancos pies. Sentí entonces que el celular podía mojarse, y cambiélo hacia el bolsillo izquierdo. Carajo, tenía hueco, y el celular, tan rápido como se resbaló, fue tragado por una desgraciada ola maléficamente sincronizada a mis cinco minutos de estupidez. Así, fue el adiós a otro misérrimo modelo celular de los que mis padres están acostumbrados a comprarme. Lo que me dio pena, por supuesto, fue la pérdida de las fotos que había tomado con el equipo: alguna que otra sonrisa de una amiga, revolucionarias imágenes de los plantones, y sobre todo las pruebas irrefutables del Ormeñazo. Por lo menos, recuerdo la placa de ese bus del diablo: VG- 3374.
Atrapado sin perilla.
El domingo fue gris, poco caluroso, casi hasta templado. La tarde pidió permiso al cielo para aparecer en el horizonte, el sol no se dejó ver. La noche llegó silenciosa y lacónica. El cerebro de Ruth había ya fallecido, no así su inacabable corazón. Sin embargo, los familiares que pensaron regresar a Lima esa misma noche, tuvieron que posponer sus viajes, ante el fin inminente y cercano. El lunes sucedió. La mañana y la tarde se consumieron en el hermetismo de las manecillas del reloj. A las 6:15pm, el semblante lleno de dolor de mi tía se transformó en una aliviada y póstuma sonrisa. Habría esperado al cura, dicen, no lo sé. Lo cierto es que por fin descansaba luego de un ominoso y grande sufrimiento. Luego de abrazos copiosos y lágrimas desconsoladas, los familiares dispusimos de inmediato los movimientos para la recepción del velorio. Nos quedamos hasta antes de la medianoche, pues esa es la costumbre Gôrbitz.
Al regresar a la casa, Liliana y mi madre se pusieron a conversar en la sala. Las acompañé, buscando animarlas y animarme con ellas. Al final logré animarlas con otra de mis peripecias: me quedé encerrado en el baño, sin haber presionado la perilla ni el seguro, ni nada. Resolví destruir la cerradura que me impedía la salida, y ya casi lo había conseguido -al menos del lado en el que me encontraba-, mas las señoras me contuvieron, diciendo que llamarían a Iván, el solucionaproblemas de la familia, el cual tardó cerca de una hora en llegar. Obviamente, las malditas acompasaron mi patética espera mofándose con sonoras carcajadas.
Parados.
El día martes, a las 3pm, fue la misa de cuerpo presente en la Iglesia de Huanchaco, en la cual no cabía ni un alfiler más -tan querida es mi tía Ruth-. Seguidamente, el entierro se llevó a cabo en el camposanto Parque Eterno. Las exequias duraron hasta antes del érebo, el cual presenciamos ya en Huanchaco, en compañía de la acongojada familia. Un par de horas después, se propagó la noticia: habría un paro regional en Áncash, y todos los viajes por tierra se cancelarían hasta nuevo aviso. Contra. Pero era en serio.
Una herida más al tigre.
Siendo el martes el entierro, el miércoles fue un día de cambios radicales en la casa. Retenido contra mi voluntad en Trujillo, resolví acompañar a mis familiares. Mis primos, prontos a combatir la posible depresión que la vacuidad de la pérdida de Ruth causaría en el ambiente del hogar para con su padre -mi tío-, contaron con mi ayuda para cambiarle la cara al domicilio todo. Así, junto con Iván, moví mesas, cajones, sofás, cómodas y otros muebles. Todo iba muy bien, hasta que, como ya es costumbre, al menos para el odioso burlón de mi primo, me topé el pie con algo y empecé a sangrar. Verónica, la muchacha que llorara desmedidamente en el entierro de mi tía, me ayudó a desinfectar la herida. Cuándo no, conmigo.
Star en Perú.
Conseguí, gracias a la providencia y a que hasta ahora no han habido nunca paros en el aire, un privilegiado pasaje en avión para el jueves a las 7:40am. En LAN los vuelos estaban copados hasta el sábado; la otra empresa, la escogida, me sonaba neutral, pues nunca había viajado con ella. Al llegar al aeropuerto de Huanchaco, nos dimos de cara con un cartelito que indicaba que el vuelo, a pesar de que inicialmente era a las 7:40am, estaba programado para las 8:10am. Mamá y yo nos hicimos de hombros, pues vaya que habíamos sufrido peores cosas en este viaje de locos, mas nuevamente la mala suerte nos haría pensar en rectificarnos. Fuimos a tomar un desayuno en la usurería, perdón, cafetería del aeropuerto, y al regreso al counter nos dice la encargada, con una hipócrita sonrisa, que el vuelo se habría de retrasar hasta las 10:30 por mal clima. Resignados, pasamos a la sala de embarque a matar el tiempo, mamá con el geniograma, yo con mis lecturas pendientes.
Por lo menos, el vuelo fue bastante tranquilo y llegamos a las 11:35 a pisar el cochino suelo del aeropuerto limeño. Seguidamente, sudamos frío en la sala de recojo de equipajes, pues la maleta que nos faltaba fue la última en aparecer. Muy mortificado, me dirigí a exigir una constancia de retraso de vuelo, a fin de utilizarla como justificación en la universidad, la cual demoró cerca de una hora más. Una hora por un miserable papel, carajo. A tanta incompetencia pueden llegar los peruanos. Star en Perú, vaya experiencia.
Ya me desahogué. Ahora dormiré, no sé si tranquilo, pues todavía ando psicoseado por tanta mala racha, pero por lo menos en casa. Chema está de vuelta, sacándose la sal.

domingo, abril 01, 2007

Domingo de Reclamos

La Resistance. Algunos alumnos de la PUCP visitamos el frontis de la Catedral de Lima este Domingo de Ramos por la mañana. (1)




"Elcomercioperu Lima. Protestan contra cardenal Cipriani en la Puerta de la Catedral. Alumnos de la PUCP lanzaron arengas contra el purpurado.

La tradicional misa por Domingo de Ramos, que celebró esta mañana el cardenal Juan Luis Cipriani en la Catedral de Lima, se vio empañada por el plantón realizado por una docena de estudiantes de la Universidad Católica. Ellos, según indicaron, protestaban por la pretensión del purpurado de querer entrometerse en el manejo del centro de estudios.
Los manifestantes, que se mantuvieron en atrio de la Catedral por 20 minutos, portaban pancartas con frases como: "no a la interferencia"; "no a la intolerancia"; "Cipriani bendice dictaduras", además, de llevar parches en la boca en señal de censura.
Los policías, que resguardaban la Plaza de Armas, persuadieron a los jóvenes para que abandonen el frontis de la Iglesia. Ellos se retiraron del lugar y fueron acompañados por los efectivos hasta el Jirón de la Unión." (2)



Algunas precisiones para los siempre seudoprofesionales periodistas:

1. No se trató de una protesta ni un plantón, fue un acto simbólico.
2. Las arengas no fueron lanzadas, pues no se articuló palabra alguna, ya que el acto fue pensado y realizado en el más sepulcral de los silencios, por respeto a los asistentes a la misa.
3. No brindamos ninguna declaración, por lo que no indicamos nada.
4. Habría que revisar mejor nuestras pancartas, señores de El Comercio.


El termómetro arrojó varias miradas aprobatorias y frases como "está bien, chicos", "están en su derecho", "policías: están atentando contra la libertad de expresión", etc., a pesar de tratarse de gente que estaba saliendo de la mismísima Catedral de Lima. ¿Qué quiere decir esto? ¿Acaso que la gente que asiste a la misa es marxista-leninista, señor Cipriani? ¿Por eso mandó cerrar la puerta principal, porque la gente lejos de agredirnos nos manifestaba su aliento? La ley exige permiso para reuniones masivas -más de 30 personas- en el espacio público, y también prohibe que los policías toquen a la gente, lo que comprueba que no infringimos la misma en ningún momento, por lo que pudimos habernos quedado un rato más, incluso, mas decidimos irnos temprano, pues ya habíamos cumplido en parte nuestra misión, que era simplemente, hacer presencia pasiva y silenciosa en un acto simbólico de repudio al Opus Dei y a esa necesidad mórbida de silenciarnos. Por supuesto, parte de esa misión era joder a monseñor Cipriani, cómo no. Él sabe que ninguna joda se comparará jamás a la intromisión que pretende llevar a cabo sobre la PUCP. Hemos decidido pelear hasta el final, y así lo haremos.