viernes, junio 30, 2006

Incontenible

You may say I'm a dreamer, but I'm not the only one.
John Lennon, Imagine.
Si quieres saber de mi vida, vete a mirar al Mar.
Martín Adán, Escrito a ciegas.

Sobre su pecho flores carmesí brotaban sin cesar.
Nino Bravo, Libre.
Asesinato, soledad y accidente.
Tres vidas. Un sentimiento.
Paz, sensibilidad y libertad.
Tres humanos. Una humanidad.


De Inspiración.
Mercedes Sosa - Sobreviviendo
John Lennon - Imagine
Nino Bravo - Libre

miércoles, junio 28, 2006

Cordales

Tan solo algunos días previos a la semana final del ciclo, al margen de la clásica levedad que resulta luego de darse cuenta de que no se hizo ni un quince de lo debido para obtener un promedio final que justifique el monto que religiosamente tus padres desembolzan en la universidad, me vino un malestar de esos que te sacuden y te hacen voltear a ver a todas partes, pero sobre todo a uno mismo.
Al principio era apenas perceptible, un ligero fastidiecillo en la parte posterior derecha de la mandíbula. No he tenido o padecido caries, o por lo menos, las curaciones a las que fui sometido no me produjeron jamás dolor alguno, y eso que no soy el mejor amigo del dentista. Así que estaba ante una experiencia un tanto distinta. Y traté de comer normal y mis ojos expulsaron esas lagrimillas propias del dolor. Estaba a punto de maldecirme el hecho de que me aparezcan caries justo cuando tengo problemas para comer por otros motivos -el esguince del pulgar derecho que me obliga a nutrirme con la siniestra-, pero llegando a casa, vi lo que era.
Recuerdo que hace varios años leí que mucha gente, últimamente, nace y crece sin Muelas del Juicio. Pero lástima, no fui uno de esos privilegiados. Mis padres tomaron la noticia con el jojolete clásico de los mayores, así como cuando me salió la primera cana, la primera arruga, y un largo etc. -ese tipo de cosas-. Me vaticinaron grandes dolores, casi ensalzándose en lo que, gracias a mi patológica hiper-paranoia, sería una evidente respuesta manifestada en mis ojos de "nooooooo... ".
Es interesante cómo uno deja ya de crecer -en lo que corresponde, claro está, a la envergadura física-, y sin embargo aparecen estas cosas que recuerdan tu inmadurez -ahí sí en general, y no solo fisiológica-. Como para ponerte en claro que falta mucho, muchísimo. Que "estás en nada, sobrino". Las muelas del juicio, según una frase presente en el Diccionario de la RAE, son la manifestación de la adultez. Por algo son del juicio, de la prudencia en las acciones, de la sensatez de los años. Vaya ironía, conociéndome y considerando la pusilanimidad manifiesta a lo largo de este último ciclo en la universidad, y qué no decir de los anteriores, en fin.
Pero bueno, algo de crédito tiene, seguramente. La verdad es que hace muy poco di un giro importante, eligiendo por fin el área de mi mención en Psicología, y con respecto a ese tema, a pesar de que todavía no está absolutamente claro mi futuro -ni lo estaría así estuviera decidido, soy partidario de la indeterminación-, ya se esbozan unas luces, se divisan algunos puertos, y por lo menos se volvió a la balsa, luego de haber nadado entre tiburones y media noche, además de haber tragado kilos de sal.
Digamos que más allá del misticismo de la aparición de las muelas del juicio, hay un hecho concreto e irreversible: el añejamiento. Peter pan debería morir, o por lo menos cambiarse el traje verde, dejar de depender de Campanita y salir de Nunca Jamás. Otros aires, otras gentes, otros temas. Y bueno, creo que en eso estoy. Y si no, ahí está el dolor como karma.
Ouch.

domingo, junio 25, 2006

Caído del cielo

Del cielo cayó. En el apagón, sacando libros, un retrato empujó un recuerdo de Andrea, y lo destruyó. Me apené mucho, decidí no tener nada más en el estante de los libros. Barrí los pingüinitos, tristemente, el único regalo que me quedaba de ella. Luego leí con velas y me sentí algo mejor. Finalmente, el cielo me regaló un momento hermoso. La posibilidad de atender a un pichón.

Habías caído del techo. Tiritabas víctima de la noche hostil, invierno cruel. Logré entonces ponerte a salvo del gordo y miserable gato de mi madre, que ya estaba pensando en engullirte. Tuve que gritarle su vida y ahuyentarlo para que no te haga nada.

Pasado el trauma y habiendo entrado bajo techo, te acurruqué sobre un pantalón, en la cama de arriba de mi camarote. Tus patitas pequeñas y tus plumas esponjosas revelaban tu reciente nacimiento. No pude dejarte solito a la intemperie. Te tomé entre mis manos, una bajo tus patitas, la otra sobre ti para darte calor. Acaricié tu cabecita, tu cuellito, tus alas hacia arriba en ondulantes y suaves movimientos que lograban que tus grises párpados se cerraran y dejaras por fin de tiritar. Frágil, débil, pequeño. Humedecí mis dedos y te dedí de beber. En una cajita coloqué un poco de aserrín, migajitas de pan y un potecito de agua. Sobre ella la luz de lectura...

Mañana veremos qué hacer. Te compraremos alpiste, te daremos de beber. Por mí quédate hasta que puedas volar, por suerte no estás herido. Hoy te quedarás. Confía en mí, haré lo que esté a mi alcancé. Pero recuerda, solo es momentáneo, habrás de irte. No mires atrás. Vive, crece, vuela. Sé libre. Te recordaré.

sábado, junio 24, 2006

Leyendo con velas

Diferente. Recordé o descubrí el placer de leer con los sentidos. Oler las páginas, aprovechar las luces, los contornos, las sombras. La fragilidad de la llamita acogedora. Una experiencia a todo dar, y solo es leer -nada menos-.


Apagón. Y se fue la luz, se acabó el messenger, el winamp, la estridencia. Mi mente asoció esto, primero, con la reciente elección de AGP y los apagones producto de bombazos y el terrorismo, el toque de queda y la hiperinflación. Una risa malévola corrió por mis labios, apristamente, y me acordé de las jodas de mis antiapristas compañeros de especialidad. Luego la paranoia me hizo creer que los humalistas quisieron meter miedo al Perú con el show mediático del ¿te acuerdas? -na, es una broma-. Pedí unas velas y me fui a leer a mi escritorio. Solo ahí, en ese interactuar distinto, en ese leer concentrado, limpio, tranquilo, en medio de un ámbar etéreo, una luz suave, íntima, reparé en la experiencia distinta del leer con velas.

Recordé de unos viajes de pequeño, a Iquitos, Tarapoto y otros lugares, que gustaba de leer siempre de noche, con velas a las afueras de los bungalows -sobre cemento, evidentemente-. Aunque esas experiencias fueron distintas, dado el follaje, los monos y los insectos, el sonido de la noche selvática, natural y salvaje, la sensibilidad salió a flote cuando me puse a oler el calorcito del fuego.

Hoy me dí cuenta que leer con velas es toda una experiencia. La intermitencia y fragilidad de la luz le dan un efecto singular a la lectura, una intimidad distinta, compleja. Las líneas ingresan más adentro en los pensamientos, mientras el calor del fuego despeja el frío de los dedos trémulos. Y pasaron unas pocas horas, y pasaron muchas páginas. Acabé un libro de Miguel Ildefonso y lo cambié por otro de Enrique Planas. Luego cambié de vela.

Y vino el electricista y puso la electricidad nuevamente. Maldita modernidad, maldita tecnología, maldito positivismo cientifista, objetivista y vacío, y seguí leyendo con la vela. Quise aferrarme al renacimiento, y recordé a Da Vinci, a Galileo y al Quijote. Ellos leían y/o era leídos de esta manera. Hubiese querido seguir así, pensé. Luego vinieron a preguntarme si todavía mi cuarto no tenía luz. No, es que así se lee mejor, sentencié, mas que peleado con mi realidad espacio-temporal, encomendándome a la sana y enriquecedora experiencia.

Y es verdad. Ahora quisiera leer siempre así. Concentración, emoción. Natural, tranquilo, conmutando con el espacio en derredor, siendo parte del silencio, solamente interrumpido por las ténues chispillas de la mecha, el pasar de las hojas y el acordarme que respiro. Un cafecito. El escritorio. El cuarto azul. Una sensibilidad a prueba de balas. Y, a partir de ahora, algunas velas que acompañen mis noches. Claro que para leer, porque para escribir sí necesito la modernidad -odio reconocerlo-: ¿Qué sería del blog? Hago un mutis sonrojado.

martes, junio 20, 2006

Silencio.

Alemania 3-0 Ecuador.

...


¿para qué entrar a cuestionar la inapelable y categórica victoria teutona?
Nada más qué decir. Solo seguir apoyando a nuestras latinas selecciones. -Ya estarán malsanamente felices los odiadores que vituperaban en contra de los sudamericanos-.
Sigamos a México y EEUU -por los latinos que conforman su seleccionado-, que todavía no aseguran su clasificación. EEUU necesita vencer a Ghana y esperar a que los azurri hagan lo propio con República Checa. México no debe perder frente a Portugal, y esperar a que Angola no venza a Irán por más de dos goles. Sigamos a Ecuador -que muy probablemente jugará contra Inglaterra-, no hay que lapidarla por el resultado, después de todo jugó con suplentes-; y en última instancia, a los siempre favoritos Brasil y Argentina. Con respecto a Paraguay y Costa Rica, qué lástima que no estén más en la copa. (De Trinidad y Tobago no hay mucho qué decir, no pertenece a la América Latina, sino a la Centroamérica negra caribeña, y, aunque no está eliminada, parece muy utópico que acceda a la siguiente fase).
¿Predicciones? Dicen que a los sudamericanos no les va tan bien en los mundiales europeos -es decir, no campeonan en ellos, salvo el Brasil de 1958 en Suecia-. Pero a mí me late que el título olerá a churrasco, sonará a tango y estará lleno de papelitos albicelestes.

lunes, junio 19, 2006

Forza, Ecuador

La sorpresa. Ecuador sí puede. Podría, incluso, clasificarse, tan solo con un empate, por encima de los teutones, evitar a Inglaterra y enfrentarse a Suecia en Octavos de Final.


No sé qué pensarán ustedes -y ahora sí me remito tan solo a los seguidores del deporte rey-, pero para mí es un motivo de orgullo enorme que nuestros hermanos ecuatorianos acaricien la gloria tan de cerca con una soñada y por todo lo alto merecida clasificación a la fase final de la Copa del Mundo.
Me parecía mentira que, el viernes 9 de Junio, en la cafetería de Letras de la PUCP, nuestros similares en masa apoyaran tanto a Alemania frente a Costa Rica y a Polonia frente a Ecuador. De hecho, algunos hasta se molestaban cuando éstos anotaban. Quizá pase lo de los amantes del buen fútbol que se rindan ante los buenos goles de este o cualquier equipo, pero de latinoamericanos apoyando a europeos contra los latinoamericanos me parece una cuestión muy seria. No solo por la envidia o la rivalidad pueril del tú puedes y yo te observo, sino por la alarmante desunión. En estas pequeñas cosas se ve claramente por qué Latinoamérica está dividida. El fútbol refleja cual termómetro las sociedades. Y mientras Irán regalaba a México un cuadro en lugar de la misia y común insignia del equipo y el golero iraní le obsequiaba a su par mexicano un ramo de rosas por la muerte de su padre, y la generosidad persa daba un ejemplo de cordialidad y respeto al mundo, en América los sudacas peruanos andaban molestos por el éxito del vecino Ecuador.


En ese inaugural viernes 9 de junio, Alemania decretaba su enorme potencia y superioridad sobre una aguerrida Costa Rica que no se rindió nunca y que le metió dos con su legendario artillero Wanchope. Inmediatamente después, Ecuador medía fuerzas con su similar de Polonia. Yo estuve ahí, en la cafeta, alentando a los sudamericanos desde el primer minuto, y hasta recibía miradas de desaprobación. Delante de mí un sujeto era más polaco que Karol Wojtila, y tal parecía que todos abogaban por una victoria de los europeos. Nadie daba un mango por Ecuador. Y sin embargo, pudo. Al minuto 24' Tenorio de cabeza sentó el 1-0. Se escucharon rechiflas aquí y allá, algunos pocos gritamos el gol como si se tratara de uno de Cubillas. Luego, Ecuador fue creciendo con el correr de los minutos, y al segundo tiempo, ya más gente gritó el 2-0. Terminado el cotejo, algunos se levantaron molestos.


La misma historia fue el segundo partido de los ecuatorianos. Esta vez derrotaron por un 3-0 claro e inapelable a Costa Rica, eliminándola del mundial. Nuevamente, media cafeta era tica. Desde un comienzo se alentaba y se alentaba a Costa Rica, lamentándose el que no convirtiera sobre la valla del joven portero Mora. Ecuador, sin embargo, volvió a encontrar el gol temprano, silenciando a los diz que ticos -antiecuatorianos-. Un 3-0 categórico bastó no solo para que me sintiera satisfecho y hasta feliz, sino que, presto, salté a comentar la victoria aquí y allá.


Superemos de una vez por todas nuestras añejas y obsoletas diferencias. El fútbol es para disfrutarlo en compañía y en amistad, no para reavivar arcaicas rencillas que no son nuestras. Aboguemos por la paz, la amistad y la integración. ¡Forza, Ecuador!

domingo, junio 18, 2006

Misticismo futbolero

Hace poco reí al escuchar a Martha Hildebrandt en un reportaje sobre los peruanos que odian el fútbol, repitiendo la frase de su padre: "El que juega fútbol patea su cerebro." De otro lado, ayer de casualidad reparé en un artículo de Hugo Neira, La República 17/06, en el que afirmaba haber asistido al estadio de muchacho con Basadre, y que este gustaba de correlacionar lo que acontecía en el gramado con la realidad nacional.
Pero no solo hay intelectuales que critican o aman al deporte rey, conozco varios de aquellos amigos que lejos de animarse o emocionarse por aquestas fechas, mas bien se deprimen, se ofuscan o se afectan. Mencionar a los otros, que corean el comercial de Coca Cola y hasta mueven el brazo izquierdo cuando lo pasan, no es necesario, dado el enorme peso social del fútbol en el orbe, que lo convierte en la cosa más importante de las cosas menos importantes. Centrémosnos en los primeros.
Lógicamente, si el fútbol consistiera en seguir de manera autómata la trayectoria de la pelota los noventa minutos de juego, sería el primero en desacreditarlo. Pero gracias a la providencia, es mucho más que eso. Es, a mi entender, básicamente, una expresión de fervor, de compañerismo, de entrega, de mística. Es una sinergia de múltiples factores que convergen, fluctúan y armonizan un producto complejo, que, aunque mueva miles de millones de dólares, y haya servido para legitimar a tiranos, es mucho más que el 'pan y circo' del capitalismo tardío.
No solo hay esquemas tácticos y análisis surtidos de rimbombantes excentricidades verbales de reporteros surferitos. Tampoco hay solo pichiruchis, borrachines y violines futbolistas que se tiran el sueldo en bataclanas lorchas y demasiado perfumadas. Hay pasión en el aire, en los cafetines, en los bares y en las casas, hay fervor en las caras de millones de seguidores que vociferan, gritan y lloran a pesar de estar a miles de kilómetros de sus once connacionales representantes. Allí los hombres y las mujeres -y eso es nuevo- conversan con desconocidos, se hacen bromas como si se trataran de amigos de antaño, respiran ese ambiente alegre que solo el fútbol puede conseguir. Después de todo, solo el fútbol ha logrado que EEUU e Irán practiquen el juego limpio en el Mundial de Francia en 1998. Después de todo, solo el fútbol ha logrado reunir a autoridades antagónicas, rivales y hasta enemigas en pos del futuro del deporte de sus naciones, como el gesto de las Coreas de unir sus selecciones a partir del 2007.
Todos somos libres, en efecto, de seguir o no a esta o aquella disciplina, de tener nuestras preferencias o divergencias. Lo que sí me parece por lo demás prudente es entrometerse en el llano hasta de lo que no nos gusta, tratar de empaparse un poco del significado, de su sustancia, con la finalidad de comprender. No se trata, pues, mis amigos antifutboleros, de negar toda aquella pasión de masas solo por el hecho de ser masiva. Esa actitud no lleva a nada, solo a esa malsana neuroticidad occidentalista de erigirse en torno a la negación. La definición de lo propio no debe partir de la negación de la otredad. Negar al mundo, a la masa, a la expresión natural de los sentimientos no es una buena salida. Que esa no sea una razón para deslegitimar al fútbol. La masividad no implica falta de cultura, sino simple y pura emotividad. Un despertar del hemisferio izquierdo, de esa subjetividad hermosa que como humanos no debemos negar.
La subjetividad no es mala. El fútbol tampoco.

sábado, junio 17, 2006

Et Lux in Tenebris Luxcet

ambidextro, tra o ambidiestro, tra.
(del lat. ambidexter)
1. adj. Que usa con la misma habilidad la mano izquierda y la derecha, o el pie izquierdo o el derecho.*
Despertar izquierdo. Sirvió, sin duda, y lo fundamentaré en esta breve crónica.


Sobre el accidente.
Hace 3 semanas sucedió. El lunes 28 de mayo, antes de comenzar la práctica de Psicología Experimental, Isabel me buscó y casi me obligó -miento, en realidad me animó; aunque no tuvo que hacer mucho para conseguirlo- a enrolarme entre los 6 únicos estudiantes de Humanidades que enfrentarían a Arquitectura en la primera fecha del torneo de Voley Masculino de las Interfacultades PUCP 2006.

Isabel y yo convencimos a mi jefe de práctica de permitirme salir a jugar, dado que podíamos perder el partido por walkover -como siempre sucede en Humanidades, campeón en wo-. No tenía mucho que perder, porque, a pesar de que tenía un control de lectura como todas las semanas, no había leído -como siempre sucede conmigo-. El profesor me dio el visto bueno, diciendo que me tomaría el control al final de la práctica. Sonrió al contacto visual con mis ojos, percibiendo que yo tenía intenciones de aplazar el examen.

Entonces, enrumbé hacia las canchas. Ubiqué la asignada, tomé una maloliente camiseta grana y calenté para el partido. Como era de esperarse, estuvimos al borde de perder por walkover. Apenas éramos 4 los que sabíamos jugar o que habíamos jugado alguna vez en la vida. Habían, además, dos valientes que se atrevieron a jugar, y dos ridículos que no aguantaron ni 5 minutos en la banca y desaparecieron apenas pudieron. Otro era el panorama para Arquitectura. Si bien tampoco tenía hinchada, los jugadores por lo menos tenían todos una misma camiseta, y no una estrafalaria y combiera fiesta de rojos sangre, camisetas de diario y de la selección de fútbol de Venezuela, además de un par de fieles seguidoras -seguramente enamoradas de los jugadores de Arquitectura-.

Ganamos el primer set sin gente. En el segundo set, que ganaron nuestros rivales, empezaron a llegar las chicas -más que para apoyarnos, para su partido, que venía a continuación-. En ese segundo set ocurrió la desgracia. Una bola larga hacia la derecha, alta, la intenté matar cruzada abajo, con tan mala suerte que le di con el pulgar derecho. Lo peor fue que la pelota pasó, que fue punto. Eso significa que fue fortísimo. Crac.

No había otra, me enderecé el dedo de nuevo -crac crac-, seguí sacando y aguanté hasta el final del partido: si salía perdíamos por wo. Perdimos el segundo set. El tercero casi lo perdimos, pero lo remontamos muy bien. Ganamos y todo era felicidad, abrazos, sonrisas. Pero sentí dolor. Pedí un poco de hielo y regresé a la práctica. No podía escribir. No podía mover el dedo.

Al día siguiente tenía una férula mal puesta y un mal diagnóstico cortesía del seguro contra accidentes PUCP. Soporté una semana y el siguiente martes visité la Clínica Vesalio. No me tomaron una sino 6 radiografías. Me diagnosticaron no luxación sino esguince de tercer grado. Me cambiaron de férula y me recomendaron sumergir el dedo en hielo cada 4 horas por 20 minutos, además de los antinflamatorios y cremas respectivas. Por último, el doctor indicó que la férula la tendría por dos semanas más -es decir, hasta este martes que viene-, y luego una terapia de rehabilitación que tranquilamente podría durar un par de meses.

El tema.
De ahí en adelante volví a usar la mano izquierda para escribir. Se podría decir que reactivé el hemisferio derecho, el anima junguiano, el almacén del arte, la subjetividad y la sensibilidad que hace meses olvidé.

Este jueves no fue la excepción. En plena clase de Seminario sobre Jung percibí una corazonada inobjetable. Era la claridad. Et lux in tenebris luxcet. Al fin decidí mi especialidad, Psicología Social Comunitaria. La luz que alumbra entre las tinieblas de la duda, de la desidia y la pusilanimidad.

Y todo lo demás fue felicidad, una sensación más que agradable, una emotividad que no me cabía en la cavidad toráxica. Terminó la clase y salí a abrazar al mundo de la incontinencia afectiva.

Y aunque el martes volveré a usar la mano derecha, el anima ya aportó más que suficiente, me hizo tomar una decisión que marcará la línea de mi vida los próximos 5-10 años. Abriré campo, Psicología de la Historia, de la Cultura. Identidad. Siento que se me han muerto fantasmas de miedo, de indecisión. Siento que puedo aplicarme, enderezarme, ordenarme. Retorna la armonía, y amo mi decisión.

Notas:
1. ambidextro o ambidiestro. * (cortesía Real Academia Española,
www.rae.es)
2. Con esto también explico el por qué de la tan larga ausencia en el Blog. Pero ya estoy de vuelta. : )