miércoles, diciembre 06, 2006

Reflexiones sobre la filogenia del sueño, la zoogenia y la evolución de las especies

(*) Ensayo presentado como el trabajo final del curso de Sueño y Sueños, electivo de la especialidad de Psicología de la PUCP.

Que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Calderón de la Barca

Los estudios modernos en la ciencia biológica, y más concretamente en la zoología, confirman las teorías evolucionista darviniana y genética mendeliana, y de hecho son una síntesis de los modelos propuestos por los mismos, la teoría científica. Desde los hallazgos que llevarían a Richard Owen en 1841 a acuñar el término dinosaurio, pasando por los propios estudios del maestro Darwin, hasta la moderna zoología de los Reinos y Phyliums, y los estudios más recientes sobre filogenética, todos ellos se basan, primordialmente, en dicha teorías. La síntesis moderna de la evolución, o teoría científica, se basa en tres aspectos fundamentales: (1) la ascendencia común de todos los organismos de un único ancestro, (2) el origen de nuevos caracteres en un linaje evolutivo, y (3) los mecanismos por los que algunos caracteres persisten mientras que otros desaparecen (Wikipedia, 2006).
Consideramos importante repasar algunos aspectos, sobre todo de la zoología contemporánea. En primer lugar, resaltar la vastísima diversidad de los reinos de los seres vivos. Como sabemos, se trata de cinco: por un lado, los moneras o procariontes, organismos unicelulares sin núcleo definido, y por otro los protistas o eucariontes, organismos unicelulares nucleados, de los que derivan los tres reinos más importantes: Fungae, Plantae y Animalia. Obviamente, el reino más importante –en el que figuramos nosotros, como el producto más desarrollado del mismo- es el último.
La diversidad del reino Animalia es muy vasta, compendiando la mayor cantidad de phyliums, clases, órdenes, sub-órdenes, familas, géneros y especies, además de los más desarrollados de todos ellos. Dentro deste reino, existen más de un millón de especies animales, además de las muchas que se descubren diariamente, sobre todo en los lugares más inaccesibles, como las profundidades del océano, los bosques helados de Laponia y la -cada vez menos- virgen selva amazónica, los cuales son, en su mayoría, insectos, ácaros y otros artrópodos pequeños; y también de las muchas especies que, lastimosamente, se extinguen cada día con los excesos de la codicia humana, de los cuales, muchos de ellos son vertebrados, y más específicamente, mamíferos.
Los vertebrados, los animales más desarrollados del mundo, constituyen tan solo el 5% del reino animal; no obstante, y por supuesto, son los más conocidos por nosotros. Como tales, ni siquiera constituyen un Phylium -jerarquía categórica inmediatamente inferior al reino-, sino un subfilum que agrupa a todos los vertebrados, creado especialmente para no confundir a la gran masa, poco entendida en el tema, que sencillamente no concibe las clasificaciones zoológicas respectivas. Existen 10 Phyliums: los protozoarios (Phylium Protozoa), los celentéreos (Phylium Coelenterata), los anélidos (Phylium Annelida), los moluscos (Phylium Mollusca), los equinodermos (Phylium Echinodermata), los artrópodos (Phylium Arthropoda), los briozoos (Phylium Ectoprota), los quetognatos o gusanos flecha (Phylium Chaetognatha), los banaloglossus o gusanos bellota, hemicordados, (Phylium Hemichordata) y, finalmente, los cordados (Phylium Chordata).
El Phylium Chordata o Cordata, incorpora a todos los cordados, animales protovertebrados y vertebrados. Son el grupo reducido de animales que poseen una espina dorsal, ya sea parcial (los protovertebrados), una notocorda o conducto nervioso hueco en la región dorsal, o completa (vertebrados). Otra de las características de este grupo de animales es que presentan hendiduras faríngeas o branquiales, además de protosistemas o sistemas especializados, según sea el caso de evolución de las especies comprendidas en este grupo, que se encargan de las diferentes funciones vitales, como la respiración y la digestión. Estas diferencias son cualitativamente importantes en relación a los otros filums.
Los protovertebrados conforman dos subfilums, los tunicados y los leptocardios. Los leptocardios poseen una notocorda y una cuerda dorsal –que hace las veces de médula-, además de un extremo cefalomorfo, constituyendo estos los parientes más próximos de los organismos primitivos a partir de los cuales evolucionaron los vertebrados; mientras que los tunicados solo poseen las características de los cordados en su periodo larvario –sus larvas son similares a renacuajos, y solo en esta fase desarrollan una suerte de cabeza, una notocorda y una médula, las cuales pierden en la metamorfosis última, al aferrarse a la superficie hasta el final de su vida-.
Pero, entonces, ¿cuál es la semejanza de éstos con sus ascendientes segmentados, infinitamente más complejos y superiores? Un análisis detallado de la estructura de estos animales nos permite encontrar características que, aún en un estado temprano, nos permiten entender la evolución de las ramas más desarrolladas del Phylium.
Tomemos a los artrópodos, sin duda el Phylium más difundido y numeroso del mundo. Algunos deterministas dirán que se trata de los más efectivos y mejor adaptados seres que existen sobre la faz de la tierra. Puede que tengan razón en ello, pero esto no implica que estos animales sean verdaderamente exitosos, alusión última a la que evidentemente quieren llegar. Depende, en realidad, de cómo se mire este relativo éxito.
Es cierto que los artrópodos son los animales que más han poblado la Tierra, además de ser los más resistentes a los cambios, y los que con seguridad han asegurado su progenie, al menos hasta que la tierra sea habitable. Sin embargo, su desarrollo en términos de complejidad y especialización es bastante pobre en relación con cordados superiores –entiéndanse los vertebrados-. Los primeros se forman de afuera hacia dentro: tienen un caparazón fuerte, antenas, tenazas, en síntesis, una literal armadura orgánica. Son verdaderas máquinas de la reproducción, pues cada uno puede engendrar cientos de vástagos, los cuales se desarrollan a una rapidez verdaderamente increíble –hay insectos que viven apenas un día, en el cual, obviamente, desarrollan todas sus capacidades y actividades vitales-. Es en el interior de su organismo, en términos evolutivos, donde aparecen las limitaciones. Poseen apenas tres segmentos corporales en los que se distribuyen sus funciones vitales. Su información genética es muy simple, su vida muy corta, lo mismo que su tamaño.
Algunos paleontólogos teorizan sobre el enfrentamiento, en el lecho marino arcaico, entre los dos ancestros líderes de la evolución: los protoartrópodos y los protovertebrados. El tamaño fue una renuncia conveniente para los artrópodos, en la medida en que estos se especializaron precozmente, adelantándose a los cordados, y logrando así, la supremacía, la hegemonía y el dominio de esos tiempos primitivos. Los últimos, empero, felizmente sobrevivieron -ya veremos, más adelante, por qué hacemos esta afirmación-, puesto que los artrópodos poblaron rápidamente la tierra, y se desarrollaron en ella, dejando a los últimos desarrollarse a placer, en las aguas marinas, todavía.
La diferencia entrambos está en el inmediatismo de los primeros. La ventaja de los cordados solo ha podido ser evidente luego de varios millones de años de evolución, en los que estos desarrollaron funciones específicas, complejizaron sus organismos y ampliaron su tamaño y esperanza de vida. Esto fue posible dado a una especialización interna de sus funciones, algo que es nítido incluso en la estructura anatobiomórfica de los cordados inferiores con respecto a los artrópodos. Los tunicados renunciaron a su forma de lanza –semejante a los balanoglossus-, a su cola y a su vida activa y se aferraron a la superficie, desarrollando dos orificios, una boca bifuncional por la que absorben el agua, la que pasa por una suerte de filtro faríngeo que atrapa microorganismos y sustancias que se succionan con ella, y un ano por donde el agua se devuelve al exterior, estructura que también les permiten respirar. Los leptocardios, por su parte, parecen ser las larvas evolucionadas de los tunicados, sin que hayan abandonado la vida activa y errante a través de la corriente marina. Estos animales mantienen su extremo cefálico, además de la notocorda y la médula a lo largo de su vida. También tienen cirros orales de aspecto tentacular, a través de los cuales respiran. Parecen ser el eslabón perdido entre los peces y los Phyliums anteriores –hay un orden jerárquico evolutivo de los 10 Phyliums referidos, que se ha respetado-.
Queda pendiente el tercer subfilum de los cordados -que como ya dijimos, es informal, es decir, una mera agrupación arbitraria de clases-, el cual contiene a las ocho clases animales más conocidas por nosotros: los peces, que en realidad son tres clases (Clase Agnatha, peces sin mandíbula, entre los que se incluyen lampreas y mixínidos; Clase Chondrichthyes, peces cartilaginosos entre los que se incluyen las rayas, las anguilas, los peces espada y los tiburones; y la Clase Osteichthyes, peces óseos, los peces más desarrollados), además de los anfibios (Clase Amphibia), los reptiles (Clase Reptilia), las aves (Clase Aves) y los mamíferos (Clase Mammalia). La diferencia fundamental entre estos y todos los demás animales es que poseen cerebro, además de una espina dorsal que comunica neuralmente a todo el organismo. Es importante esta acotación en lo que sigue.
Hasta el momento, podemos, inspirados en los trabajos teóricos y prácticos darvinianos y mendelianos, esbozar una detallada representación evolutiva de los seres vivos de manera general. Por ejemplo, los mixínidos y lampreas se diferencian, apenas perceptiblemente de los leptocardios, en que poseen ya un cerebro temprano, además de un disco dentario que rae la piel de los peces a los que se adhieren y parasitan. Así mismo, las diferencias entre las tres clases de peces son evidencias de la teoría científica contemporánea de raíces darviniana y mendeliana. Mientras los tiburones, las rayas y las anguilas llegaron a su pico en función a las características que sus estructuras corpóreas poseen –cartílagos-, y se mantienen alrededor de 300 millones de años prácticamente de la misma manera, los peces óseos fueron, en primer término, los predecesores de los anfibios. De ellos es que evolucionan primero los reptiles, y luego las aves y los mamíferos, aunque precisar el orden dellos es sumamente complicado, por la complejidad de los mismos y de sus mutaciones. Los ejemplos son muy diversos, como especies hay en el mundo; es cuestión de afinar el ojo y comparar.
Volvamos a los cordados, a aquellas notocorda y cuerda dorsal de los tunicados y leptocardios, que evolucionarían a la espina dorsal y médula de los cordados superiores, respectivamente. Las últimas, vasos comunicantes entre el cerebro o encéfalo –en el caso de los organismos que lo desarrollan- y el resto del cuerpo, conforman junto a los anteriores el sistema nervioso, característica fundamental de los vertebrados. Solo son estos organismos, los que poseen un sistema nervioso en el que es notorio un cerebro y una médula comunicante con el resto del cuerpo, los que duermen. Así, pues, decimos que el sueño es monopolio de los vertebrados. Con esto, queda claro que todos los mamíferos duermen. Y esto es, presumiblemente, por una compensación por la energía gastada durante la vigilia. Pero además porque su cerebro, conforme la evolución, no solo va siendo el giroscopio que regula la actividad corporal, sino el depositario de toda la experiencia vital, con la que estos animales aprehenden el mundo. Si bien los organismos de las especies del Phylium Arthropoda y de otros Phyliums reposan, éstos no duermen, puesto que su material genético es simple y no requiere de procesos de aprendizaje de carácter ulterior o superior. Sin embargo, si se les priva del reposo –ojo, no sueño- al que están acostumbrados, una vez dejados en libertad, recuperan ese reposo perdido. Los animales que sí duermen tienen una serie de artilugios con los cuales son capaces de compensar el sueño si hay eventualidades que se lo impiden, o si es su propio estilo de vida la que así lo determina. Ya veremos, en lo que sigue, estas particularidades.
Filogenéticamente, el sueño tiene un correlato evolutivo que se hace notorio sobre todo en los mamíferos. La distribución filogenética del sueño paradójico indica que responde a un proceso evolutivo relativamente reciente, de tal manera que el sueño REM no se ha observado en peces y anfibios, y está pobremente desarrollado en reptiles, aves y mamíferos inferiores, aunque no hay consenso entre los investigadores del tema (Ruiz, 2005).
Por ello, las diferencias filogenéticas del sueño entre los perros y los primates es tan clara como las diferencias evolutivas, de manera que la complejidad del sueño está correlacionada positivamente con el grado evolutivo de las especies. De esta manera, encontraremos mayor frecuencia de los husos del sueño y de los complejos K en los mamíferos más evolucionados con respecto a los menos. Así mismo, encontramos una mayor presencia de sueño REM proporcional a la cantidad de sueño NREM en los animales más evolucionados. También, encontraremos una mayor especificidad del sueño profundo en lo que respecta a los niveles del sueño NREM, de manera que en los humanos éste es exclusivo de los estadios III y IV del sueño profundo, mientras que en el resto de mamíferos se da en toda la fase NREM.
Podemos observar, claramente, desde la ontogenia, la evolución de los procesos oníricos a lo largo de la vida de un individuo de una determinada especie. En todas las especies, el sueño paradójico tiene mayor expresión en las etapas iniciales de la vida, y éste se inicia incluso desde la etapa fetal, en la que los mamíferos alcanzan hasta el 80% de las ondas detectadas bajo el EEG, disminuyendo al 50% en los recién nacidos. Por tanto, en los animales jóvenes, la mayor parte del tiempo de sueño se emplea en el sueño REM, y este tiempo se va reduciendo con la edad. Es en los humanos, sin embargo, en los que el análisis ontogenético del sueño es particularmente rico, dado el grado de complejidad que han alcanzado los primates superiores como el ser humano. En el hombre adulto, la suma de periodos de sueño REM representa entre un 20 y un 25% del sueño total, mientras que en los mamíferos domésticos adultos oscila entre un 3 y un 30% (Ruiz, 2005).
El tiempo total dormido, por su parte, (TTD o TTS) responde a otras características que hay que tener en cuenta a la hora de estudiar el sueño a través de la filogenia. Estas características responden más al factor ambiental en el que las diferentes especies se desarrollan, que a su grado evolutivo. Por ejemplo, las zarigüeyas –y los marsupiales, en general-, son animales que requieren un descanso de hasta 18 horas, y no por ello son más evolucionadas que los primates, ni su sueño es más complejo que el de los mismos. Por tanto, las condiciones del escenario específico en el que el organismo se desarrolle, tendrán injerencia en el tiempo total dormido del mismo.
Así, los depredadores, normalmente, tendrán un sueño muy distinto al de los depredados, durmiendo mucho más que ellos, porque los segundos deben tener centinelas por turnos para protegerse, además de casi no tener sueño REM por la factibilidad a ser depredados en ese momento; los animales que pueden dormir en los árboles o que tienen acceso a otros lugares aparentemente seguros, como cavernas, madrigueras, etc., tendrán un sueño muy distinto a aquellos que duermen a la intemperie; y aquellos animales acuáticos, tendrán un sueño muy distinto a los terrestres.
La mayoría de animales adoptan una postura específica típica de sueño para el REM y el NREM, encontrándose que las posturas NREM son más rígidas, dado el decremento de su actividad muscular durante este periodo. Las aves, que cuentan con una gran sensibilidad óptica, duermen escondiendo la cabeza bajo las alas, en percha. Los mamíferos, en su mayoría, se acomodan en la postura llamada decúbito lateral. El caso del caballo es interesante, pues puede dormir estando de pie, aunque su sueño solo podrá ser NREM a menos que se extienda sobre el suelo. La postura también tiene relación con la temperatura ambiente, de manera que cuando hace calor, el animal tiende a extender sus miembros sobre la superficie, mientras que cuando hace frío, este tiende, más bien, a acurrucarse sobre sí mismo (Ruiz, 2005).
Por otro lado, los animales domésticos tendrán un sueño muy distinto a los salvajes, algo que se comprueba diariamente con la poca adaptación que presentan éstos a la vida en cautiverio, en la que reducen su capacidad reproductiva, su resistencia a enfermedades y su índice estimado de longevidad de acuerdo a su especie. Aquí, por cierto, entran a tallar los ritmos circadianos y el reloj biológico de cada especie, los cuales se adaptarán a estos determinantes ambientales a través de la evolución. Es comprensible, por ello, que los animales sometidos al antinatural cautiverio no se adapten a la vida en claustro, dado que están, por decirlo así, programados para un sueño polifásico y se ven obligados a un ritmo de vida de sueño monofásico. En general, los animales de sueño monofásico son los mamíferos adultos, sobre todo los primates y los animales domésticos, y las aves. El sueño polifásico se observa más en los animales salvajes y en los domésticos jóvenes (Ruiz, 2005).
El elemento comportamental es otro factor a tener en cuenta en el análisis filogenético del sueño. Hay dormidores solitarios y otros que duermen acompañados. Frecuentemente, los dormidores comunitarios tienen mayores particularidades que los que duermen solitarios, dado que dependen de su grupo, es decir, tienen funciones extra bajo las cuales se tejen lazos de soporte para con el grupo al que pertenecen. Algunos dormidores cumplen, a lo largo del tiempo total dormido del grupo, una función de centinela, por turnos, que es el soporte de la seguridad del referido grupo. En este ejemplo se pueden mencionar a las gacelas, las cebras y otros animales que duermen a la intemperie, puesto que su exposición a los depredadores los pone en una situación desventajosa. Un estudio hecho con patos mallard comprobó esta particularidad de manera experimental. El experimento consistía en hacer dormir a los patos en hileras, de manera que hubiera dos patos a los extremos de las mismas. Se encontró que los patos que dormitaban a los extremos de las hileras, lo hacían con el ojo más pegado al extremo abierto, y presentaban, a su vez, un sueño unihemisférico contralateral al ojo abierto. Por su parte, los patos que durmieron al centro de la hilera, presentaron un sueño bihemisférico, sueño que además fue más reparador que el sueño unihemisférico de los patos de los extremos, lo que indica que estos animales se ajustan a la particularidad del ambiente a fin de proteger y protegerse, aún a costa de la disminución de su propio sueño.
Otros animales que presentan sueño unihemisférico son los cetáceos, puesto que mantienen su nado aún incluso a la hora de dormir, nado que es dirigido por el hemisferio que se mantiene en vigilia. Ahora bien, para evitar el desgaste, esos animales presentan, además, cambios de hemisferio vigilante-soñador durante el sueño. En el caso de los cetáceos, a diferencia del experimento con los patos mallard que es contextual, el sueño unihemisférico de los primeros responde puramente a su evolución. Cómo será de necesario el sueño, entonces, que éstos se adaptan de una manera tan compleja para mantenerlo.
Se han propuesto varias teorías que intentan explicar la funcionalidad del sueño REM: (1) que podría suponer una fuente endógena de estímulos para promover conductas motoras codificadas genéticamente sin que se produzca acción motora alguna; (2) que podría promover la consolidación de sucesos recientemente aprendidos; (3) que puede ser esencial para el mantenimiento de la estabilidad emocional y (4) que además es necesario para el mantenimiento de los sistemas neurotransmisores dopaminérgicos y noradrenérgicos (Ruiz, 2005).
Por otro lado, investigaciones recientes han señalado que la oscilación circadiana de la temperatura corporal rige en cierta forma el ciclo sueño-vigilia, de manera que el sueño aparece en el momento en que la temperatura corporal desciende, y el despertar coincide con la subida de la temperatura corporal. Esto podría reflejar una cierta función restauradora del sueño, una necesidad de recuperación proporcional a los sistemas metabólicos asociados a la elevada temperatura corporal (Ruiz, 2005).
Varias experiencias, nos dice Ruiz (2005), abogan a favor de que el sueño se debe a procesos neurales activos y no a la menor activación cortical, tesis sostenida por algunas teorías neurológicas, que indican que el sueño se produce como consecuencia de la simple extinción de la vigilia, a través de un bajo nivel de actividad del SARA. Para Ruiz, diversas estructuras nerviosas son hipnógenas, porque su activación induce al sueño, rebatiendo esa idea de que el sueño es simplemente la extinción de la vigilia.
La evolución, como vemos visto, está presente no solo en la complejidad de los organismos más evolucionados con respecto a los menos, sino también en sus funciones; una de ellas, de las más importantes, por supuesto, es el sueño. Una función que es tan importante para los animales –los que son capaces de dormir, o más concretamente, los que necesitan dormir-, que éstos se adaptan a su medio de la mejor manera en que puedan conservarlo. Una función tan importante que, muchos de ellos, sometidos a condiciones a las que no están preparados para afrontar, terminan pereciendo, como es el caso de los animales salvajes en cautiverio, sobre todo aquellos animales que son mantenidos en pequeñas jaulas, cuando naturalmente están acostumbrados a vivir a las expensas de la inmensidad, viendo con ello afectados su reloj biológico y sus ritmos circadianos.
El sueño es una necesidad, pero también es un privilegio, exclusividad de los organismos más desarrollados: los vertebrados, los mamíferos, los grandes primates, el ser humano. Hemos visto que el sueño se va complejizando a medida que el organismo sea más desarrollado, esto porque, por supuesto, a mayor desarrollo mayor sensibilidad y mayor aprehensión, atención e interiorización sobre las cosas del mundo. Ante esto, el sueño que permite el aprendizaje se hace más necesario e importante. Hasta llegar al hombre, el ser más evolucionado y el ser cuyo sueño es el más complejo, tanto ontogenética como filogenéticamente hablando. La única especie que puede pensar el sueño, reflexionar sobre él, apreciarlo y valorarlo por lo que supone y significa para sí mismo.
Volviendo, finalmente, a las teorizaciones sobre el enfrentamiento de los protoartrópodos y los protovertebrados, podemos decir que la batalla final por la supervivencia quizá la terminen ganando los artrópodos, y más concretamente los insectos, por sus innegables cualidades inmediatistas de adaptación y proliferación. Sin embargo, en lo que respecta a una completud teleológica jungiana, fin último de la vida, los vertebrados ya han vencido, desde que el ser humano abrió los ojos al mundo, y luego los cerró para aprehenderlo a través del sueño.
Glosario de Términos.
Animalia. Quinto y último reino de la clasificación filogenética tradicional de los seres vivos. En él se incluyen 10 Phyliums, entre los que rescatan los Artrópodos y los Cordados.
Amphibia. Clase que agrupa las tres órdenes de anfibios: urodela (tritones y salamandras), apoda (cecílidos), y anura (ranas y sapos).
Artrópodos. Phylium Arthropoda. Orden jerárquico que contiene diferentes clases muy difundidas de animales, como los insectos, los arácnidos y los crustáceos.
Aves. Clase que agrupa las múltiples órdenes y sub-órdenes de aves. Las aves son los animales de sangre caliente mejor adaptados del mundo, puesto que suman, en total, miles de especies más que los mamíferos.
cefalomorfo. Similar a una cabeza.
clase. Orden jerárquico inmediatamente inferior al sub-phylium o sub-filum en la clasificación filogenética tradicional de los seres vivos, en los casos en que se hayan especificado tales nomenclaturas. En la mayor parte de los casos, se pasa del phylium a la clase.
Clasificación Filogenética Clásica de los seres vivos. Clasififación tradicional que incluye cinco reinos de los seres vivos: monera, protista, fungae, plantae y animalia.
Cordados. Último Phylium del reino animal, que incluye a los protovertebrados y vertebrados, además de las tres clases de peces, los anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos.
especie. Un animal específico, por ejemplo: homo sapiens sapiens, el ser humano.
Eucariontes. Organismos unicelulares nucleados que componen el segundo reino de los seres vivos, llamado Protista. Antecesores de los tres reinos superiores bajo la clasificación filogenética clásica. También se denominan protistas.
familia. Orden jerárquico inmediatamente inferior al sub-orden en la clasificación filogenética tradicional de los seres vivos.
Filogenética. Relativo a la filogenia.
Filogenia. Del griego Phylos, que significa tribu o raza, y genetikos, relativo al nacimiento. Es la disciplina que estudia las relaciones evolutivas entre las distintas especies, reconstruyendo la historia de su diversificación (Wikipedia, 2006).
Filogenética del sueño. Filogenia aplicada al estudio de los sueños en las diferentes especies de seres vivos.
Filum. Ver Phylium.
Fungae o Fungus. Tercer reino de los seres vivos, que compendia a todos los hongos.
género. Nomenclatura que refiere la jerarquía inmediatamente inferior a familia y superior a la especie.
Mammalia. Clase que engloba a la amplia gama de órdenes y subórdenes de mamíferos.
Monera. Primer reino de los seres vivos según la clasificación genética tradicional de los 5 reinos. Lo componen todos aquellos organismos unicelulares sin núcleo.
Moneras. Ver procariontes.
notocorda. Conducto nervioso dorsal que conecta el cerebro de los cordados inferiores con el resto de su organismo. Equivalente a la espina dorsal en los vertebrados.
Ontogenética. Relativo a la ontogenia.
Ontogenia. Historia del cambio estructural de una unidad sin que ésta pierda su organización. Este continuo cambio estructural se da en la unidad, en cada momento, o como un cambio desencadenado por interacciones provenientes del medio donde se encuentre o como resultado de su dinámica interna. La ontogenia describe el desarrollo de un organismo, desde el óvulo fertilizado hasta su forma adulta.
Ontogenia del Sueño. Evolución del sueño y de los patrones del mismo a lo largo de la vida de un organismo o de su especie.
Phylium(s) o Filum(s). Orden jerárquico inmediatamente inferior al Reino en la clasificación filogenética de las especies de los seres vivos. Existen 10 :los protozoarios (Phylium Protozoa), los celentéreos (Phylium Coelenterata), los anélidos (Phylium Annelida), los moluscos (Phylium Mollusca), los equinodermos (Phylium Echinodermata), los artrópodos (Phylium Arthropoda), los briozoos (Phylium Ectoprota), los quetognatos o gusanos flecha (Phylium Chaetognatha), los banaloglossus o gusanos bellota (Phylium Hemichordata) y los cordados (Phylium Chordata).
Plantae. Cuarto reino de los seres vivos. Todas las plantas se encuentran en este grupo.
Procariontes. Se refiere a los organismos unicelulares del reino monera.
Protista. Segundo reino de los seres vivos. Lo componen los organismos unicelulares nucleados.
Protistas. Ver eucariontes.
Protoartrópodos. Se refiere a los antepasados de los artrópodos modernos.
Protovertebrados. Hay dos acepciones. Por un lado, hago con este término referencia a los antepasados de los vertebrados que coexistieron con los protoartrópodos, en el periodo Arcaico.
Reino. La teoría clásica refiere la existencia de 5 reinos de los seres vivos. Se entiende que el término reino se refiere aquí al orden jerárquico más alto de la clasificación filogenética de los seres vivos. Bajo esta teoría existen 5 reinos: monera, protista, fungae, plantae y animalia.
Reptilia. Clase que agrupa a la órdenes de reptiles: crocodilia (cocodrilos), quelonios (tortugas terrestres, marinas y galápagos); y también a las subórdenes: lacertilia (lagartos) y serpentes (serpientes).
sub-orden. Nomenclatura inmediata inferior al orden y mayor a la familia.
sueño monofásico. Sueño de una sola fase diaria, que por lo general concuerda con los ritmos circadianos -nocturno-.
sueño paradójico. Sueño de ondas EEG rápidas, también llamado REM.
sueño polifásico. Sueño dividido en varias fases a lo largo del día. Los recién nacidos y los ancianos, en el ser humano, tienen sueño polifásico.
Sueño NREM. Sueño de ondas EEG lentas. También llamado sueño profundo. En el ser humano se da en los niveles III y IV, mientras que en el resto de mamíferos en los cuatro estados que lo componen. De función reparadora.
Sueño REM. Sueño paradójico. Actividad onírica cuya función, aparentemente, tiene que ver con el aprendizaje. Debe su nombre a sus siglas en inglés: Rapid Eye Movement, que en español sería Movimiento Ocular Rápido, MOR.
sueño unihemisférico. Sueño parcial, en el que el individuo duerme con un hemisferio del cerebro, mientras el otro se encuentra en vigilia.
sueño unihemisférico contralateral al ojo abierto. Sueño unihemisférico en el que se observa al individuo con un ojo abierto durmiendo con el hemisferio opuesto al ojo abierto. Esto es, como sabemos, por el hecho de que los hemisferios del cerebro son cruzados en lo que respecta a funciones.
Teoría evolucionista darwiniana o darviniana. Teoría de la selección natural biológica propuesta por Charles Darwin, en 1859.
Teoría genética mendeliana. Teoría de la genética, propuesta por Gregor Mendel, que consta de tres leyes: la ley de la uniformidad, la ley de la segregación independiente y la ley de la combinación de genes.
vigilia. Actividad EEG normal. Cuando no se está dormido, se está en estado de vigilia, a menos que se trate de una emergencia, en cuyo caso se pasa al estado de alerta o hiperactivación.
Zoogenia. El término no ha sido acuñado, mas se puede entender por etimología. Se refiere al origen zoológico de las especies animales. Se complementa con la evolución de las especies.
Zoología. Disciplina que estudia los seres vivos.
Bibliografía consultada.
1. Ruiz Ayuso, F. [Traductor] (1992). Enciclopedia del Reino Animal. Madrid: Susaeta.
2. Terán Pérez, G.; Arana Lechuga, Y.; & Velásquez Moctezuma, J. (2004). El Sueño y sus Alteraciones. 2004, 12 (2). pp. 88-95.

Material del curso consultado [En revisión].
3. Libro I. El Sueño Normal. Cáp.1. Aspectos Históricos. pp. 9-12.
4. Libro I. El Sueño Normal. Cáp.3. Ontogenia del Sueño. pp. 39-46.
5. Libro I. El Sueño Normal. Cáp.4. Filogenia del Sueño. pp. 47-51.
6. Libro III. Los Ritmos Circadianos. Cáp.1. Los Ritmos Circadianos y el Sueño. pp. 9-22.

Fuentes Electrónicas.
(1) http://www.wikipedia.org
(2) http://anaqueljosema.blogspot.com/2005/10/actualizaciones-quimricas.html
(3) Ruiz, S. (2005). El Sueño en los animales. Información Veterinaria. Abril de 2005. pp. 34-37. Formato *.pdf (Recuperado el 03/12/2006).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te olvidaste de "El sueño de la razón engendra monstruos"...

xD

Chema dijo...

:S... mi no lo sabo.