lunes, noviembre 13, 2006

Tiempo

El tiempo son las gotas de rocío que caen de las hojas, son las hojas marchitas que adornan las veredas, son las veredas descuidadas por las que pasan los desprendidos peatones que se solidarizan con la mendiga de sombrero de paja, manos tullidas y ojos perdidos. Son sus años, sus miedos, sus arrugas. Son sus pequeños que se abrazan a ella por el frío, con sus manitas sucias, ojitos legañosos, caritas paliduzcas. Son los polluelos que trinan reclamando su comida, las palomas grises que husmean en el suelo, los transeúntes y los carros. El tiempo es la quietud y el movimiento, el instante, el sonido y el silencio. La gota de rocío, el vuelo del ave y la sonrisa del niño.
El tiempo son mis días. Hay buenos y malos días. Días que recordar, que olvidar, días en los que hay que pensar, repensar o no pensar. También hay días en los que no puedes ni pensar. Y otros en los que pensar es lo último que quieres hacer. Hay días en los que sencillamente las cosas no cuadran. Te levantas cansado, como si no hubieras dormido, no quieres hablar, no quieres nada de nada, no te gusta ni tu propio olor pese a bañarte, te molesta la barbilla aunque te afeites, tu propia saliva te sabe a resaca aunque no hayas libado hace meses, sientes una pesadez general...
De pronto los minutos pasan, las horas, la cabeza te incomoda, el cuerpo, las articulaciones, el estómago, sientes que pierdes el tiempo, que falta algo, que deberías salir a caminar, hacer algo nuevo, correr, pintar, hacer música, y al instante siguiente parpadeas, en la tertulia, pasa el rato y nada... aparecen historias en la cabeza, personajes, tramas, argumentos, y se rebobina todo otra vez... ¿y dentro de cinco, siete, veinte años? en qué estarás pensando en estos mismos días que siempre vienen, que siempre asaltan, que siempre queman. Esperas que valga la pena el vivir. A veces no hay ni ganas de seguir. Vacíos, dudas, sinsentidos.
De pronto es de noche otra vez, y no hay ni ganas de autorreprocharse el tiempo perdido. De pronto repasas los malditos noticieros domingueros, de cómo el mundo se va cada vez más al carajo con asesinos violadores descuartizadores con personalidades psicóticas, y periodistas con corbatas anaranjadas que lucran con el morbo de mostrar espeluznantes y macabras historias que psicosean los trasnochados semblantes de las abnegadas madres de familia.
De pronto pasas los canales como si el control disparara balas, como si mataras a los imbéciles que conversan sandez y media y sin embargo nunca te pierdes los domingos, religiosamente. De pronto te hastías y vas al estante de los libros y ves que te falta tanto por leer y como desperdicias el tiempo. Como hay tantos Borges que te fantasean, tantos Vallejos que te reclaman, tantos rusos y peruanos, europeos y latinoamericanos que te esperan, tantas páginas que leer, tanto que pensar, tanto que asumir. De pronto te das cuenta que escribes líneas sin sentido, que así también pierdes el tiempo, en escribir sobre perder el tiempo perdiendo el tiempo, y mejor te vas a dormir. Y mejor me voy a dormir, morir, y vivir de nuevo.

No hay comentarios.: