domingo, noviembre 26, 2006

Nubecita negra

Mala suerte. No soy supersticioso ni mucho menos. Es más, creo que los supersticiosos tienen severos problemas, pero hay días en los que es inevitable preguntarse... ¿acaso tengo mala suerte?

Ayer salí luego de tres meses. Libé ron, Bacardi para ser preciso -no quería destruirme el hígado-, luego de tres meses, y también algo de pisco con ginger ale. Me desperté a las dos de la tarde, y obviamente, la familia ya se había ido a almorzar fuera, y me vi en la imperiosa necesidad de calentarme la lasagne que sobró -con lo mucho que me gusta calentarme comidas pasadas, y sobre todo, weaj, las lasagnes de la casa, que nunca han sido de mi preferencia-. Saqué una copa y me acompañé la merienda con un Poblete blanco semi-seco, además de bastante parmesano. Entonces, reflexioné sobre la semana que pasó, sobre los miles de trabajos que tengo pendientes, sobre mi mala suerte del día, sobre mis actitudes, mis comportamientos, sobre mí en la praxis vivendi, en la olvidada faceta del salir de noche a reuniones.

Era el cumpleaños de una amiga. No estaba animado para ir, la verdad, y nunca lo estuve; digamos que asistí por inercia, que me convencieron, sí, pero que pesó más un ya pues, a ver. Quedé, para ello, con otra amiga en común, para encontrarnos a una hora determinada en la puerta de la universidad, a fin de ir a su casa. Cuando me estaba bañando, un amigo que también quería ir me llamó, y al ir a contestarle, me resbalé, caí y golpeé el brazo. Suerte que no fue nada de consideración, sin embargo me hice la idea de que ese día no sería provechoso. No me equivocaría. Luego de hablar con el amigo que me telefoneó y regresar a la ducha, busqué el único jean que me quedaba -los otros ya no me quedan-, que tenía tan solo una puesta de uso desde la última vez que lo lavó la chica, y no estaba. Quién sabe dónde estaba el puto jean, yo que nunca me los pongo. Al final tuve que desistir y vestir uno de esos pantalones de buzo elásticos, salvación de los gordos como yo. Luego de alistarme, bajé y busqué un taxi. ¿Alguien sabe por qué siempre que necesitas uno no pasan por nada del mundo, y más bien, cuando quieres caminar, se te ponen en frente a joder como moscas? Cuando por fin encontré un taxi, me quiso cobrar una exorbitante cantidad, a lo que le dije estás loco, no. El energúmeno entró en razón, y me cobró un sol más de lo usual, y por la premura acepté. En fin, ¿qué podía ser peor? Como siempre que me hago esa pregunta, la respuesta me apareció casi al momento. Me tocaron todos los semáforos rojos del mundo, y estaba con la hora por haber buscado el maldito jean y el maldito taxi, y arg. Suerte que llegué apenas unos minutos después de lo acordado, y que mi amiga fuera comprensiva, ya que, como no contaba ni con celular, ni reloj, ni el número ni la dirección de la chica, me hubiera sido muy difícil llegar a la reunión. Nos tomamos una combi para ir a la casa de la cumpleañera, y en eso subieron dos demoníacos cantores, que se sentaron a mi costado a agredirme auralmente con ramplones alaridos que más parecían de borrachines tabernarios y no de simples mocosos de la calle. Y no es que no me guste Muchacho Provinciano -es más, es una de mis favoritas, y lo digo sin falta modestia-, sino que los mocosos ¿qué carajo estaban haciendo en una combi? Y peor aún, a mi costado, reventándome los tímpanos. Estaba pensando en darles unos cinco soles sólo para que se callen. En fin, no estaba muy lejos la casa de la amiga, así que abrí la ventana y respiré. A la hora de bajar, por si fuera poco, casi me caigo hacia adelante con el pitufesco asiento. Llegamos, pero eso no sería todo.
Igual habíamos llegado muy temprano, no había gente, salvo esa tipa que viene con su enamorado y cuando se maquilla queda aún peor, que además es atorrante, tiene una voz gritona y te cae como un pedo porque te recuerda los trabajos de la universidad que encima no hace, pero que saludas con una sonrisa para que no te diga ¿qué te pasa, por qué tan hostil? Mi amiga me dijo, entonces, para ir a hacer tiempo con ellos hasta que se arme la fiesta. No tuve fuerza para decir no, carajo. Fuimos, entonces, a una sanguchería de mala muerte, nos demoramos ochenta horas, compré luego el Bacardi, unos bocadillos y una gaseosa, y regresamos en ese momento de las reuniones en el que solo puedes acomodarte a un lugar, relegado quizá, alejado, porque la fiesta ya comenzó hace bastante rato y los grupos ya se formaron.
No sé si fue mi falta de fogueo social, si mi propia pusilanimidad, pero no estuve a gusto ni conmigo, ni con los demás, ni con la fiesta, pese a que no estuvo mal, pese a que encontré algunos amigos, a que me gustó la música ochentera. Es difícil explicarlo. Saber que hay algo mal en medio que no te deja reír, bailar, conversar libremente, sin tapujos, sin ataduras, sin complejos. Que una chica que te parece interesante esté ahí, mirándote cada cierto rato, acercándose a conversar contigo, pero que no encuentres el tema. Es como una suerte de impotencia. Y no es que no quiera conversarle, sino que no sé por qué, simplemente, las palabras no me salen, no fluyen, y los temas tampoco.
Será que necesito salir, despejarme, tratarme, auscultarme, medicarme. Será que la autorreclusión que me produje me está pasando factura. Que aún no se me quita el olor de cerrado, del cuartel de invierno en el que se refugió mi eremítico corazón. Qué se yo, muchachos. Eso sí, no me pidan que cambie el fondo del blog a negro, que ya tengo una nubecilla bruna que me acompaña a todas partes.

2 comentarios:

Noelia Ody dijo...

Niño, niño, niño!! jaja no tienes mala suerte, sólo que ese no fue tu día, así como pasa con muchos de nosotros, además no estabas animado de ir a aquella reunión, cuando no te sientes a gusto mejor no lo hagas eso es recomendable....
Ah de veras como es eso de la chica de mucho maquillaje y con voz gritona? no entendi.. con indirectas fue eso?... ¿Para quién será? .
Tú sabes también que no deberias comer pastas, ya pues no lo hagas por un maldito físico hazlo por tu salud..

Chema dijo...

Asistí porque me convencieron, y puede ser cierto lo que dices, pero por ahí también creo que debo salir más.
En cuanto a lo de la chica: No, no eres tú, egocéntrico-paranoica. (Qué tendrías que ver con la fiesta ¬¬, estás grave ¬¬)
En cuanto a las pastas, no soy de comerlas porque no me gustan, pero si es lo único que hay en la casa, como, pues. Además, mi primer objetivo es estabilizar la menor ingesta de alimentos. El plan con el nutricionista vendrá después, lo mismo que el ejercicio físico.