miércoles, agosto 23, 2006

Recaída

Martes 22 de agosto. Fue terrible.
Luego de las -por así decirlas- accidentas dos primeras jornadas del nuevo ciclo en la universidad, aunque provechosas y fructíferas, o mejor dicho, al cabo de una y media -porque no terminé las clases del martes-; sufrí un terrible dolor de cabeza en plena Cafetería de Letras. Apenas y pude llegar a la posta, de donde, al cabo de un rato, me llevaron en ambulancia a la Clínica Angloamericana. Rosita, la siempre tan buena enfermera de la posta de la PUCP, me tomó la presión, y su tan usual sonrisa cálida se turbo en una mueca de preocupación. Tienes 19-10. Nos miramos asustados. Sin pensarlo dos veces, me pidió que me recostara y me entubó Dextrosa en la mano izquierda. Le conté a ella y a la doctora de turno lo del accidente de hace un mes y rápidamente hicieron los trámites -llamada a la oficina de mi madre incluída- para que sea trasladado de emergencia. Fue la primera vez en la vida que subí a una ambulancia. El médico que me acompañó me tomó la presión un par de veces más, presión que fue bajando, gracias al cielo, con el correr de los minutos. Por su parte, el asistente, bromeó durante el trayecto, amenizando mi ya sufrida situación. Al llegar a la clínica, se me asignó un ambiente en la sección de emergencias por más de dos horas, mientras se me buscaba un cuarto. Finalmente, me instalaron en uno. Justo fue el de junto al de la vez pasada, aunque ya no tuve la suerte de encontrar a las mismas enfermeras ángeles que me tocaran aquella vez. Se me suministró Tramal en más de una oportunidad, aunque el dolor subió y subió sin respetar las prescripciones y propiedades de dicho analgésico; recibí la visita de tres amigos y una llamada del extranjero, incluso, y permanecí una noche más en la Clínica.
Miércoles 23. Una gran idea.
Por suerte, hoy desperté mejor. El dolor se había esfumado a las madrugadoras cinco horas de la mañana. Sin embargo, a partir de las siete continuó, aunque, cabe la consideración, bastante menor que el día anterior. Tomé desayuno con normalidad, pude bañarme con refrescante agua fría, satisfice mis necesidades completas, comí un nutritivo y saludable almuerzo y hasta leí -pese al zumbido dentro de las orejas-: conseguí terminar la revista Leer o Morir -genial esfuerzo conjunto de un grupo de compañeros pucp que vio la luz como entrega exclusiva y gratuita a los asistentes a la Feria Internacional del Libro-, terminé PuntoEdu, me entretuve zigzagueando La República 22-08 y avancé la lectura de mi ya favorita Ana Karenina.
Conseguí el visto bueno del doctor para regresar hoy miércoles a mi casa. Acabo de volver, pero pienso salir en un rato más a devolverle los dibujos y pinturas que realizara una de mis niñas entrevistadas el ciclo que pasó. No le pude devolver sus obritas por distintas razones: primero, me devolvieron muy tarde el paquete con el trabajo completo, vinieron luego los exámenes finales del ciclo y posteriormente el accidente con todas sus repercusiones. Si bien es cierto debería estar descansando, me motiva la gran idea -que le robé a Marco, mi chofer- de regalarle un libro a la injustamente perjudicada niña -le había prometido que le devolvería sus trabajillos hace mucho-. Y decidí regalarle uno de los primeros que recuerdo, de un autor presumiblemente inédito -ni siquiera aparece en google-, con un bonito mensaje al inicio, y la promesa de que cuando regrese a visitarla, me cuente sobre él y así le regalaré otro libro. Parece que el mensaje de Leer o Morir, la revista, caló hondo en mis actitudes. Espero que el mensaje de recuperación también lo haga, para que no sea el Morir lo que copie de tan excelente idea. Voy a entregarle el librito. Esto, por supuesto, me reconforta mucho más que el descansar, aunque tendré a bien hacerlo, cómo no.
Nota:
Leer o Morir 01 fue pensada para ser entregada de manera gratuita en exclusiva a los participantes y asistentes de la Feria Internacional del Libro que se llevó a cabo en esta ciudad desde el 20 al 30 del pasado julio. Aquellos interesados, pueden contactar a mi buena amiga Silvia González, la productora de la misma, al correo chil_g@hotmail.com, o, cómo no, a la página de la Editorial que la gestó, EstruendoMudo, www.estruendomudo.com.

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