domingo, julio 23, 2006

Veintitrés

Me vino el recuerdo, de pronto y sin ilación alguna, mientras mis padres se divertían con algunos amigos, y yo seguía -y sigo- tolerando mi convalecencia. Me vino como una de esas evocaciones espontáneas, como uno de esos sueños inesperados, pueriles y cálidos que te arrancan una sonrisa nostálgica, cursi. Silencio, cavilación, uno que otro suspiro. Y palabras, palabras que vienen a la mente y que salen de los dedos.
El 23 de julio del 2003 formalizaría la única relación con fechas que haya tenido en la vida. La chica: una amiga que en ese tiempo conocía ya de uno año atrás, de mis improductivas y accesorias clases de inglés en el INIPUC de Camino Real. Acababa de regresar a casa después de haberme peleado con mis padres por casi un mes, y haber vivido el mismo en casas de amigos. El primer ciclo en la PUCP había terminado, y todavía me solía reunir con mis amigos del colegio. Pesaba entre 25 y 30 kilos menos, mi mochila era negra y tenía parches punkekes.
Comenzaba una relación con antecedentes de amistad cariñosa. Una amistad de un año que se convirtió en algo más de dos meses de continuas y estúpidas peleas; una amistad que se vino abajo de repente por una infructuosa e inmadura relación íntima. Para finales de ese año habíamos mantenido el contacto y hasta algunas licencias de afectividad pasada. Quién sabe qué sucedió al año siguiente que no nos llamamos ni para nuestros cumpleaños. La visité un par de veces, siempre de sorpresa y sin avisar, como era mi estilo. Pero ya no había comunicación.
Mucho tiempo después, apenas y comenzando el 2005, me la encontré en el messenger y tuvimos una conversación definitiva en la que no se definió nada y todo fue silencio hasta ahora. Me enteré de su nueva pareja, "un muchacho mayor, dependiente, dominante, celoso y acaparador". Hey, yo no soy celoso, esos calificativos venían de mis pajarillos confidentes, algunas de sus mejores amigas.
Le escribí un par de veces, ahora último, con el único objetivo de retomar algún vínculo, siquiera para sellar de buena manera aquellos vacíos, desvanecer fantasmas o lo que fuera. No me respondió. Me dio pena; no es que sienta algo por ella, aunque bueno, de hecho recuerdo más nuestra amistad que nuestra relación. Me dio pena no poder haber cerrado bien ese momento de mi historia, que comenzó curiosamente tan bien organizado: esas hojas del cuaderno mental de recuerdos con números al pie. Personalmente creo que es mejor la palabra al silencio.
El libro de tu vida pasa las páginas, sin detenerse. Si bien esta obra no puede ser reescrita o reformulada, espero que pueda releer algunas cosas que no quedaron del todo claras, en algún momento. Por lo demás, el veintitrés tardará lo que tarde en llegar el veinticuatro.

6 comentarios:

Antolín Prieto dijo...

a veces las heridas se tienen que dejar abiertas para que destilen el pus, después aprenderán a cerrarse solas...

suerte y gracias por la visita

•­»Lu!s«­• dijo...

Pasion y distancia, azar y destino, dolor y disfrute....te preguntaras al igual q Ricardo( travesuras de la niña mala) cual es el verdadero rostro del amor?

Chema dijo...

Antolín. Gracias, eso mismo. Mucha razón tienes.

Luis. Está bien, voy a leer ese libro ¬¬. Pero yo no me haría esa pregunta, para mí el amor no tiene rostro. Es espiritualidad, sensibilidad, espontaneidad, pura subjetividad. Rostro me suena a limitación.

•­»Lu!s«­• dijo...

Juntemonos, los corazones solitarios desnudos bajo la luz.
El tren va a toda marcha en la penumbra.
Esos son los unicos medios creados por Dios
para alterar la estructura del tiempo.

TORI AMOS

David Hoyos dijo...

no entiendo la monogamia y tu?

Chema dijo...

David.
Me has hecho pensar con la preguntita. Te lo agradezco. Te podría decir que la comprendo, en tanto he sido parte del montón que la ha cumplido-respetado. Supongo que depende de lo que en el momento sientes. A veces estás con alguien y eres infiel, y luego dejas de estar y eres "fiel" a esa persona, aunque ya no haya vínculo que los una.
Lo que sí no entendería es a un ser encasillado una vida entera en un polo. No lo concibo. Dicen que elegir es renunciar. Yo diría que el vivir es equivocarse, cambiar.