viernes, marzo 17, 2006

Mundos distintos

Anteayer -el miércoles- almorcé en la cafetería de Ciencias e Ingeniería, por este problema del cambio de concesionario de nuestra cafetería de Letras. Me sucedió algo simpático y gracioso. Escogí mi menú, hice mi cola y gracias al cielo logré encontrar un asiento que se acababa de desocupar en una de las mesas en una esquina. Me senté tranquilamente, cuando en eso apareció un desconocido compañero pucpiano y me preguntó si estaba desocupado el asiento del frente. Ante mi negativa, sentóse y compartimos la mesa. La naturalidad con la que el sujeto me interpeló casi me dejó desconcertado. Divertido incidente: esto no suele ocurrir en la cafetería de letras, nosotros nos hacemos un mundo antes de "sociabilizar" con extraños. Por supuesto, a mí se me hizo casi necesario sostener una conversación con alguien con quien comparto mesa, y hablamos. Le comenté que esta situación era impensable en Letras. Creo que esto, básicamente, se puede explicar por la cantidad de alumnos en Ciencias, y por ende de comensales en su cafetería -ambas cantidades mucho muy mayores que las de Letras-, y las mesas siempre andan llenas. Esto los fuerza a compartir espacios, presupongo.

Entre otras cosas, fue la manifestación del pragmatismo típico del estereotipo hombre-ciencia lo que me sorprendió -y de ahí viene lo chistoso a colación- del chico que se sentó a mi mesa. La naturalidad casi parsimoniosa con la que se sentó y empezó a comer tranquilamente, sin turbarse en ningún momento, mientras yo dejaba entrever una mueca de sorpresa, era un contraste estereotípico bien gracioso, por decir algo. Ahora bien, no fue necesario preguntarle al muchacho si no le daba vergüenza este tipo de situaciones, se notaba que estas son una práctica rutinaria, ordinaria en estos ambientes. Sonrió cuando le comenté que me quedé estúpido cuando se sentó. No dijo nada salvo preguntarme si era de Letras, como dando a entender que entendía mi consternación. No fue necesario que diga: "Es que es cuestión de pragmatismo: a la mierda el roche, quiero almorzar, me siento. Punto." Una vez terminó su almuerzo, partió con tanta vehemencia que casi se tropieza -la vehemencia típica del que ha terminado una obligación y con las mismas parte a cumplir otra-, y atiné a despedirlo con un tibio "chau", comprendiendo.

Es tarde, y mañana tengo clase a las 8am. Hasta pronto, muchachos.

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