miércoles, febrero 01, 2006

Epopeya Crónica Gráfica: Clasificad(U)s, 31-01-06


Todas las campañas que viví
todas las canchas donde te seguí
tantos campeonatos que ganamos
tantas copas levantamos desde que te conocí

Siempre te vengo a alentar,
voy a seguirte donde tú estás
Vamos crema, vamos, que ganamos,
y este año no paramos, hasta verte campeonar

Yo daría mi vida,
por esta pasión
pongan huevo merengues,
quiero verte otra vez campeón.









Sentimiento. Pancartas y gargantas de luz, dragones de tela rojicrema y miles de fieles vitoreando al equipo de sus amores. Casi una religión, casi la vida misma. Una letra que resume todo: U.

[ Eran casi las seis de la tarde cuando entraron al gigante. Los vítores y tambores sonaban como ecos distantes, crecientes pero todavía lejanos, de práctica, gárgaras de lo que vendría más tarde. En un abrir y cerrar de ojos, más de 40 mil almas habían colmado el escenario, y las bengalas, globos y papelitos surcaban los aires como erupciones volcánicas, dragones y tempestades de júbilo y efervescente afección, conmutándose con la ferviente pasión de los seguidores. El panorama era congestionado, acuoso, disperso, la visión se nublaba por las emanaciones de gaseosa vivacidad, espontaneidad, calor humano. Las barras habían hecho su ingreso; los espectadores los seguían con miradas esperanzadas, conmovidas, ilusionadas. Norte ya lucía llena: abajo las pancartas de los ídolos, arriba las banderolas con los años de campeonatos, al medio los corazones. Oriente ídem: la fe parecía pulular con el viento y el humo naranja de las bengalas rojas. Occidente, hasta entonces siempre sobria, dejaba traslucir casi la misma emoción que las tribunas populares. Hasta Sur tenía una importante cantidad de espectadores. No era cualquier partido, se peleaba la primera fase de la Copa Libertadores. Entonces, entraron las 11 almas que representaban a las otras 40 mil que estaban más arriba, y a la mitad más uno de los peruanos que estaban o en sus casas o en sus vidas, aunque siempre pendientes de estos nuestros colores. Y comenzó la guerra, y comenzó el sufrimiento, la pasión, el gozo. La mística, el animismo: se dio inicio a un sentimiento, a ese algo tan desordenado, atribulado, convergente, y sin embargo tan querido que llamamos lealtad, amor por la camiseta, pasión por el equipo. ]





La previa. Los muchachos entrenando y 'Garrita' apoyando, alentando. Garrita simboliza la garra de Universitario, pero también el amor, la sensibilidad, la hinchada, el grupo humano detrás de ese tesón, de esa fuerza, de ese vigor que es ser crema.

Universitario saboreó la miel de la victoria, cómo no, de la manera más acostumbrada: sufriendo, palpitando, sudando, peleando, ante un rival que supuso una amenaza constante a lo largo de 180 minutos de épica batalla. En los 90 minutos correspondientes a la contienda en Lima, Nacional atacó y dominó las acciones incluso más que Universitario. La barra, empero, no calló nunca, no se dejó amilanar por la presión, por el temor, por el apremio -nunca bajó los brazos ni enfrío los alientos-; los jugadores, mal que bien, con muchas imperfecciones en las salidas, la recuperación y los pases, se fajaron con lo que pudieron y resistieron los embates del rival con prestancia, ahínco y amor propio. Un 0-0 luchado, emotivo, vibrante, para nada similar a los tibios y sosos empates sin goles que estamos acostumbrados a ver en el campeonato local. Un partido de fuerza, clase, coraje. No un tira y afloja, sino un dale que dale furibundo, constante, permanente. Un combate parejo que concluyó, para beneplácito de una formidable, sufriente y calurosa hinchada, con la clasificación merengue a la siguiente fase de la Copa Libertadores de América.


La Trinchera. Siempre vigorosa, valiente, guerreante. La barra es incondicional, desinteresada, nunca falta. Siempre está allí, al lado, al frente, al norte.

Juan Amador Sánchez, el popular 'Mondonguito', es un técnico serio, entrado en años. La conoce, qué duda cabe. Presintiendo, tal vez, que este partido sería memorable para Juan Flores, fue él mismo quien entrenó con el meta en la previa. El técnico ha logrado empatizar con el grupo humano que conforma el plantel de Universitario. Bravo por eso. Sin embargo, unas son de cal, otras son de arena. La clasificación se dio, pero estuvo a punto de perderse. Se cometieron errores que bien nos pudieron costar carísimo. Infantiladas, indecisiones, complicaciones absurdas, resquemores, etc. Aquí trataremos de hacer un resumen de lo que fue este apasionante cotejo y sus muchos matices.


Oriente. Siempre fiel, ilusionada, leal. Oriente es más mesurada, calma, pero igualmente pasional. La otra gran barra compuesta, en su mayoría, por jóvenes.

Chemanálisis.
Revisemos primero la alineación presentada por el profesor Sánchez para este partido:



21 Juan Flores
17 Joel Herrera [Expulsado a los 38']
16 Luis Guadalupe (Cap.)
2 Germán Centurión
13 José Moisella
20 Gregorio Bernales ( 6 José Mendoza, 45')
5 Luis Hernández
8 José Pereda (14 Marco Ruiz, 54')
18 Arnaldo Alonso
7 Piero Alva
9 Gastón Sangoy (25 Víctor Rosell, 73')



En líneas generales, el rendimiento del equipo fue muy bajo. A excepción de Flores, quien salvó el arco merengue en casi 6 ocasiones clarísimas, y Sangoy, que se dio íntegro y las peleó todas, el resto de los muchachos, lamentablemente, dejaron mucho que desear, preocuparon, decepcionaron y hasta ofuscaron a los asistentes. Joel Herrera, el lateral rápido, desequilibrante, el óxigeno y el camino de salida crema al campo contrario en los primeros minutos, estropeó una aceptable actuación con una absurda expulsión -por acumulación de tarjetas- que perjudicó al equipo notablemente, teniendo en cuenta que se jugaban apenas los 38 minutos del primer tiempo. -El muchacho parece no conocer el reglamento del balompié, en especial aquella regla que dice que la barrera es inamovible en un radio de nueve metros al lugar de ejecución de la falta, y aquel que la infrinja e interrumpa la trayectoria del balón es amonestado con tarjeta amarilla-. Guadalupe, por su parte, no hacía una. El larguilucho capitán de la escuadra no podía mantener el balón dos segundos. Si la recuperaba por fuerza y sus más que obvias ventajas físicas, la perdía al instante por la desesperación del que no está metido del todo en el partido: se llenaba de pelota y se la quitaba el rival, o la mandaba al mismo cielo sin pensar en la salida por las bandas. Solo le recuerdo una secuencia provechosa -es decir, recuperación, control y toque-, que sería estropeada por un compañero. Por arriba siempre dubitativo, llegaba primero pero sin precisión. Centurión no pintó ni despintó. Discreto, lento, difuso, brillaba por su ausencia en el terreno. Más que marcar, acompañaba, y más que pasar, la largaba. Muy lento para dar y para recibir, ídem para ir al choque -que perdía, naturalmente, por su poca fuerza y nula velocidad-. Una tortuga en medio de una estampida. Moisella muy metido en su sector, un nulo aporte al medio campo inexistente, desierto. Demasiado pegado a la banda, parecía quedarse sin cancha y solo la pasaba, haciendo extrañar sus despliegues con visión y triangulación efectiva. Luego de la expulsión de Herrera, se vio obligado a salir un poco más, pero nunca llevó peligro. La tocaba, sí, pero corta y sin sorpresa. El medio campo, una lágrima. Bernales de turista, parado, estático, y el 'chino' Pereda deambulando como perro callejero por la parte derecha, cuando sabemos que se acomoda mejor por el medio, e incluso algo hacia la izquierda. No la pisaba, casi, y sus toques eran predecibles. La perdía y se demoraba horas en regresar. Le faltó la visión para la diagonal; y el 'Gollo' muy flojo en la marca, lo anticipaban con enorme facilidad. Su trote de entrenamiento, sus pases avisados y sus errores recurrentes fueron un eterno dolor de cabeza para la hinchada. Pereda la perdía y no la recuperaba, a Gollo lo bailaban. 'Manzanita' Hernández trató de limpiar un poco los errores de sus tiítos, pero tampoco lo hizo del todo bien. Recuperó algunas de las pelotas perdidas por ellos, y fue el mejor tocador con Alonso. El paraguayo, empeñoso, no escatimó en fallarla una y otra y otra vez más, para que no quede duda. A veces sorprendía con un pase genial que no era aprovechado por los delanteros, pero eso fue una a las quinientas; las otras eran pases al vacío, jugadas ensayadas, automatizadas, pero no elaboradas, sin destino. La volante y la delantera parecían dos islas en medio de un mar de paraguayos; no se comunicaban, no se entendían, no se conectaban. En la delantera Piero Alva, como siempre, peleador, incansable perseguidor de los errores rivales, pero ahí no más. Muy retrasado, casi no jugaba con Sangoy. El 'zorrito' tuvo un par de situaciones claras que desperdició, y marcaba pero sin convicción, con puro empuje, acompañando. En cambio, el argentino estaba muy metido en el partido, mostrándose, no corriendo al choque, muy valiente, vehemente. Sacrificio, puro sudor de camiseta. Los refuerzos ahí, también para cumplir, nada sobresaliente. Mendoza hizo las veces de lateral, reemplazando más a Herrera que al saliente Bernales. Iba al choque, fuerte, decidido, pero algo retrasado. 'Chemo' Ruiz ingresó prometedor, empeñoso, como siempre, pero se diluyó entre la defensa y el mediocampo, una completa interrogante, vacilante, desordenado, uno del montón. Y Rosell, bueno, el chiquillo tiene lo suyo, pero parece que está muy verde para una justa internacional. Tuvo dos situaciones clarísimas y las perdió de una manera increíble.



Lamentable. Un partido de estas características, definitorio, cerrado, disputado, generalmente acaba en violentos altercados. El más sonado fue el del arquero paraguayo Cárdenas, quien disparó contra la banca crema sin ningún motivo, ganándose la inmediata y merecida expulsión por parte del referee López -colombiano de aceptable actuación-, ante la atónita e indignada mirada del espectador.

El partido fue trabado, duro, difícil. Con el correr de los minutos los ánimos se fueron caldeando cada vez más. El juego fuerte pero leal se fue convirtiendo en entradas a la mala, roces, riñas y enfrentamientos. La barra se mostró hostil contra los adversarios, como en todo partido de esta naturaleza, empero, algunas cosas fueron subidas de tono. Se faltó el respeto al rival, es cierto. Pero también, este lo hizo, por intermedio del insensato golero Cárdenas, quien en una desafortunada actitud pateó la pelota contra la banca crema, ganándose la justa expulsión y retrasando casi 10 minutos la continuación del encuentro. Se armaron las tropelías, los cargamontones y el toletole. Los policías tuvieron que ingresar al campo para evitar consecuencias lamentables. El árbitro ordenó al arquero paraguayo abandonar el campo -y forzó, con esto, a cambiar de camiseta a uno de los volantes por la del guardameta expulsado-. Dio tres minutos más, y lógicamente, tras concluído el compromiso, el desorden volvió. Los policías nuevamente intervieron, defendiendo a los árbitros y separando a los acalorados y beligerantes jugadores. En las tribunas eran otros los aires: alivio, algarabía y júbilo. Abrazos, vítores, evocaciones a dios y demás.




Epílogo. Y por fin el tan ansiado final del partido. Los emisarios preocupados habían ingresado a la cancha, los policías intentaban separar a los jugadores paraguayos de los árbitros, y los cremas festejaban en cancha y en tribuna. La U en la siguiente fase de la Copa.

Con todo, Universitario logró la angustiosa clasificación a la siguiente fase de la Libertadores. Sin embargo, hay muchísimo que hacer si queremos arrostrar con éxito el difícil grupo que nos ha tocado, el 5, con Vélez Sarsfield, LDUQ y Deportivo Rocha. No podemos volver a ofrecer las ventajas que dimos frente al Nacional. Hay que revisar bien la nómina de jugadores, replantear ciertos conceptos, embancar ciertos jugadores que no están respondiendo -llámese Bernales, llámese Pereda-, convocar a otros que merecen la oportunidad -llámese Magallanes-, probar con los suplentes -Pinza Hernández o Maldonado- y esperar a los lesionados -Maceratesi, Cebasco- y al café Mendoza, que está pronto a renovar contrato. Terminamos sudando, gritando, ronquísimos, estresadímos, aunque claro, felicísimos, porque un triunfo se goza más cuando se sufre, cuando parece que se te escapa de las manos. Por ahora descansaremos, pero la preocupación por el equipo de seguro la tendremos. Mucho queda por hacer, Mondongo, no te confíes, que el equipo clasificó con la garra que le caracteriza, pero nos hizo sufrir más de la cuenta.

Dale U. Este año huele crema.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no sabia esa d mondonguito...jaja ke wena...la U mejorara...d eso no cabe la menor duda! y dale U toda la vida!