miércoles, diciembre 21, 2005

Escape intempestivo: Navidad en Huanchaco

Ayer en la noche me di con la sorpresa de que mi madre ya tenía planeado pasar la navidad en Huanchaco con la familia y ni siquiera me había avisado -o yo no le hice caso cuando me lo dijo, que sería más probable-. No es que le tema a los viajes intempestivos, pero ciertamente, uno se sorprende -algunas veces más que otras, depende del estado de ánimo, supongo-, de estos. A veces tu cuerpo no se ha preparado para viajar, es lo que me pasó al racionalizar recién hoy día que viajaba, y entonces, sientes una sensación rara, difícil de explicar. De todas maneras, un viaje, por corto que sea, nunca cae mal.

Huanchaco. Tantos recuerdos, tantos momentos. Huanchaco es más que el balneario al que acudimos todos los años, es más que el olor a totora, mar y arena húmeda en el espectacular sunset de las 6 de la tarde.

Las navidades en provincia, particularmente en Trujillo, tienen un sabor especial, y no solo por los quincones -corríjanme si me equivoco, ¿cómo se escribe bien eso?-, el shámbar, la salsita que acompaña al pavo de la cocinera Alfonsina -que tengo el placer de conocer, la cocinera de mi tía Esperanza-, un sanguchito de pollo en la San Agustín, un cevichito en El Caribe de Huanchaco, etc., sino por el ambiente cálido, la familia extendida reunida, la velocidad distinta de una sociedad que avanza más despacio, y como dicen algunos de Trujillo, se mantiene obnubilante en el pasado.

Quiero, entonces, decir que estaré de licencia en el blog por espacio de al menos una semana, semana en la cuál estaré por aquellas latitudes. Coincideré, nuevamente, con la bajada de la Virgen del Socorro a Huanchaco, el 24 de diciembre de este 2005 -cada cinco años se repite esta procesión, y aquesta Virgen recorre muchos de los pueblos de La Libertad, costumbre que se mantiene desde el siglo XVII-.

Me despido, pues, de todos. Debo hacer mi maleta. El tiempo apremia.


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