viernes, diciembre 09, 2005

El Haya de la Torre Filósofo, Humanista

Quién lo diría, estudiando para Estadística II a lo largo de la madrugada, incliné más mis pensamientos a ayudar a una amiga con su examen final de Realidad Social Peruana. Voy a hacer un pequeño recuento de esa conversación tan productiva y merecedoramente repetible.

En la década de los 30's, en el Perú, se forjaron 3 diferentes visiones políticas, visiones que incluso hoy en día se mantienen, mal que bien, en el acontecer diario nacional: la izquierda radical, el APRA y la derecha. Mientras Mariátegui planteaba la lucha de clases, la refomra del socialismo marxista, la reivindicación del indio y la consolidación de la clase proletaria; Haya de la Torre sostenía la idea del frente único de trabajadores manuales e intelectuales, la social-democracia y el espacio-tiempo histórico, la necesidad de creación de un modelo nuevo que refleje las diferencias de América Latina con respecto a las ideas europeas; Belaúnde, por su parte, planteó la "síntesis viviente", el reconocimiento del aporte peninsular e indígena en la consecución de la identidad peruana, así como el crisitianismo como unificador, pacificador y eje de la cohesión.
Haya de 1928. Un Haya de la Torre de 33 años , habiendo sido deportado por el gobierno dictatorial y represivo de Augusto B. Leguía, formula en 1928 su polémica obra El Antimperialismo y El Apra. Sus postulados, revisados a la ligera por los liberales, hicieron a estos señalarlo como comunista. Los comunistas, por el contrario, al no encontrar que estos eran los mismos que los suyos, lo tildaron de liberalista. Ambos se equivocaban en su necedad de reducirlo todo a ambas tendencias. Haya lo demostró con el tiempo. Foto tomada de http://balcon1.tripod.com/sitebuildercontent/sitebuilderpictures/victor-raul-dedicat-atuei.jpg

La derecha en nuestro país sufrió altibajos considerables, desde el tradicionalismo latifundista, el conservadurismo, el legado económico-social virreino-aristocrático hasta la inserción del liberalismo en la concepción social. Inspirado en el determinismo científico y el positivismo, el liberalismo parecía ser la panacea de todos los males nacionales, el racismo científico se iba consolidando como una vertiente del pensamiento aburguesado, clasista, racista, separatista, que desconocía al indio, que ignoraba al Perú profundo, real -en ese tiempo, con seguridad más del 80% de la población-, que se hallaba en la montaña, en la estepa, pobre, condenado a la indiferencia, anclado en la periferia. No había sustento real de su aplicación, dada las antagónicas diferencias que separaban al Perú de los países de vanguardia económica, política y social donde se cocinaron estos preceptos.

La izquierda extrema, visceral, poco sesuda, nada programática, muy confrontacional, se fue diluyendo en peleas internas y llega hasta nuestros tiempos como vetustas imágenes, reminiscencias incoloras, que no despiertan la pasión de otros personajes entrañables que marcaron época por su influencia directa en el pueblo, en la sociedad, en la política y en el pensamiento del siglo que se iba forjando. El marxismo proletario no tenía sentido en un país cuya fuerza se centraba en trabajadores del campo y no de la industria. Su biliosa protesta con el sistema era antimperialista, mas se quedaba con otro tipo de imperialismo, el comunista. Los rabanitos se quedaron en la creencia falsa de que su postura era la única posible de tomar, puesto que era marcadamente antimperialista, sin embargo en Rusia se tejía otro imperio. Y no hace falta decir que, como es evidente, este sistema marxista reflejaba la realidad de un país enteramente diferente al nuestro, cuya fuerza proletaria era más que significativa -por eso cobra tanta importancia la lucha clasista en su ideología político-económica-, mas por eso mismo inaplicable en nuestro terruño, realidad totalmente distinta.

Es así que Haya de la Torre, un joven revolucionario -no por su beligerancia, rebeldía o afinidad por las armas, sino por su valentía y su originalidad- entró en escena elaborando un profundo análisis de la realidad social latinoamericana. Indoamérica, refiere, es un mundo distinto a Europa, y por ende, las cosmovisiones, las culturas, lo mismo que las políticas, las ideologías no pueden ni deben ser las mismas. Haya de la Torre no solo criticó duramente a la aristocracia peruana y latinoamericana, acostumbradísimas a leer y estar al tanto de los movimientos europeos, pero más por una cuestión de identificación, de añoranza asolapada*, que de voluntad política y social; acostumbradas a nutrirse de estas ideas sin tomar en cuenta criterios elementales en la constitución de estos pensamientos, como son las características de las sociedades donde proceden, donde se cuecen; no solo hizo una profunda crítica Haya de la Torre -ganándose la antipatía de muchos conservadores, liberales y comunistas-, sino que además, fiel a su crítica, a su metodología y a su pensamiento, postuló una nueva política, enfocada en la realidad social latinoamericana, en sus características particulares, únicas, que la hacen muy distinta a las europas o las américas no amerindias. Haya no aprobaba que se adoptaran estos postulados exógenos, perfectamente aplicables para las realidades sociales donde fueron creados, qué duda cabe, por una cuestión de congruencia espacio-temporal, contextual, situacional, pero inaplicables en realidades distintas. Lo que Haya criticaba era esa falta de originalidad, esa pasividad creativa, ideológica, esa falta de voluntad crónica, heredada de casi 300 años de dependencia europea, dependencia que a su juicio, fue más intelectual que cualquier otra cosa. Dependencia que instauraba un pensamiento acrítico en la aristocracia latinoamericana con respecto a la idealizada europa, "cuna del progreso", la ilustración, la modernización.

Esta aristocracia tenía un solo objetivo, centrado en la forma y no el fondo, en el aliño y la elegancia al vestir, en el Palais Concert, en la diferenciación con lo indígena, con lo indio, con lo autóctono, un rechazo visceral -casi tan equiparable a los movimientos comunistas- a lo peruano; es decir, como ya mencionamos, una añoranza asolapada, una idealización de lo europeo, una pulsión inconsciente que los obligaba a aceptar sin cuestionamientos posturas, corrientes e ideologías, tan solo por el hecho de haber sido postuladas en el mediterráneo, y no tanto en el análisis de las mismas, en la aplicabilidad, en las semejanzas. Haya y muchos otros intelectuales ya habían vislumbrado que esta pasividad no era otra cosa que ese patrioterismo parafernálico costero y criollo, rezago de una emancipación parcializada, que solo benefició a los españoles americanos y no a los amerindios. La nación no contemplaba la sierra ni la montaña, ni el indio campesino, solo al intelectual limeño, trujillano, arequipeño, o al gamonal, al hacendado, al latifundista. En este sentido, como ya suena obvio, la cultura y la ideología política, la filosofía y el conocimiento, era tomado aquello prístino, aquella meta, constatación que te diferenciaba del indio bruto y atrasado. En esa búsqueda por europeizarse frenética e irracionalmente, precisamente, se debilitaban las cuestiones elementales. Haya era consciente de todo esto, era consciente de la debilidad del intelectual peruano, de su falso patriotismo, de su visión clasista, centralista, de su afiliación inconsciente a europa en pos de esa vergüenza por ser asociado con el indio.

Muy distinto y humano fue Haya. En su juventud cultivó diferentes y varias artes, pero básicamente un humanismo, un amor por el Perú profundo, por el campesino pobre y desolado, abandonado a su suerte en la periferia, una comprensión empática con el poblador peruano. No fue ajeno a la verdadera realidad social peruana. Se conmovía hasta las lágrimas con la injustia, y aplaudía la resiliencia y el ingenio de aquellos que progresaban con esfuerzo.

En olor a multitud. Haya gozaba de la compañía del campesinado, del estudiante y el obrero. Le encantaba conversar con el pueblo, se sentía uno más y trataba siempre de conocer los problemas de su gente. Se afligía con su pobreza, con su dolor. Haya de la Torre en la campaña presidencial de 1962, que ganaría con la mayoría del electorado, y luego sería anulada por el golpe de estado de Lindley, quien gobernaría hasta 1963. Foto tomada de http://discurso.tripod.com//sitebuildercontent/sitebuilderpictures/haya62.jpg

Ávido lector de Hegel, Haya de la Torre tenía un marcado interés por la filosofía. Notó la ausencia de un respaldo teórico-analítico en los planteamientos políticos desarrollados en América Latina. Denunció la falta de originalidad de las clases dominantes, el apego de las mismas a visiones políticas incompatibles con nuestro escenario particular. Así, rechazó tanto al marxismo como al liberalismo, por un lado por sus tendencias imperialistas, y por otro por su inconsistencia correlacional, situacional y contextual para con nuestra realidad.

En su estudio. 1971: Haya es entrevistado por César Lévano y César Hildebrandt. De fondo, estantes y estantes de libros. Toda una vida de análisis, trabajo para el Perú. Foto tomada de http://www.latinos.it/noticias/americas/26/pag16_02.jpg

Es por esto y muchas cosas más que Haya de la Torre sigue vigente, no solo en la sangre de los apristas tradicionales, sino en la consecusión de la historia reciente, del siglo XX peruano. Haya dio de su parte en esta mal que bien lograda o pseudo lograda identidad nacional. Por lo menos tuvo la valentía de formular un nuevo sistema, un sistema que respete tanto a los trabajadores manuales e intelectuales, al Perú profundo, al campesinado, al estudiante, al pescador y al obrero, sin atacar tampoco, al empresario, pero eso sí, haciendo respetar los derechos naturales, sociales, laborales de los connacionales. Se atrevió a criticar el modelo comunista en la propia Internacional Comunista, se ganó la enemistad de la derecha, siendo deportado, encarcelado, denigrado y perseguido. Pero no guardó rencor alguno en su corazón, por el contrario, trabajó hasta el final, hasta lo que su humano cuerpo le permitió, por delimitar, de la mejor manera, y con la mano abierta a todos los rivales políticos, y sin cobrar sueldo alguno, la última constitución decente de nuestra historia.
Nos dejó el análisis, el método, la herramienta. Despertó el juicio crítico perdido por esa pasividad mental heredada del coloniaje y las ansias racistas de separación del indio. Fue un gran político, un gran orador, un gran líder, pero por sobre todo fue un humanista, integracionista, compendiador, analítico, reflexivo y visionario. No era ajeno a la modernidad, por lo que se reinventaba y se cuestionaba permanentemente. Su extensa obra son continuas remodelaciones de una idea central, que ya la hemos tocado: la necesidad de originalidad, basada en el espacio-tiempo histórico, la necesidad de analizar sistemáticamente los diferentes aspectos que componen una teoría, a fin de tomar la distancia suficiente para no caer en la subjetividad extrema de idealizarla visceralmente, ni de quedarse en la mera descripción objetiva de la misma. Con esto, nos revela la necesidad de analizar y aprehender de todas las teorías, así sean estas diametralmente contrarias, puesto que lo que se recoje de ellas es lo importante, asumiendo que potencialmente todas tienen un mínimo de verdad y error. Es un relativista que no se queda en el relativismo, es un ideólogo que sobrepasa el idealismo y llega a la aplicación, la interpretación y la contemplación.

Toda una vida de dedicación y entrega. Haya, haciendo su entrada al Congreso, con el objeto de presidir el Congreso Constituyente de 1978, la última decente de nuestra historia. Foto tomada de http://www.la-tribuna.org/enlaces/avisos/Images/img09.jpg

Se ha consumado. Haya promulga el discurso luego de firmar la Constitución de 1979. Agotado, moriría unos meses después, siendo llorado por millones de peruanos. Foto tomada de http://www.la-tribuna.org/enlaces/avisos/Images/img08.jpg

[Esto no es un fin, hay todavía mucho tema por tocar. Este post fue comenzado el 12 de diciembre del 2005, sin embargo, se interrumpió por razones diversas.]

* Añoranza asolapada. No pretendemos aquí acuñar la frase, solo indicar aquello que hemos venido sosteniendo desde un principio, la falsa utilidad que se le dio a la cultura y al conocimiento, en desmedro de la clase dominada, el campesinado amerindio de la periferia, desolado, renegado, satirizado y satanizado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ante todo mis felicitaciones por tan interesante analisis el cual comparto ya que tambien creo que vivimos en medio de una sociedad europerizada. Nuevamente felicitaciones y siga asi redacatndo y publicando temas criticos - sociales que ayuden a construir nuestra tan podrida sociedad.

Anónimo dijo...

Jjj pues la verdad yo estudio Ing. de sistemas lleve el curso de estadistica 2, y ahora llevo el curso de realidad peruana la verdad hece mucho que no repasaba estos temas.