martes, noviembre 01, 2005

Inteligencia Emocional

Me encuentro revisando un texto de Daniel Goleman, La Inteligencia Emocional, que mi padre me había ya conseguido hace un tiempo, para el curso de Procesos Cognitivos. Considero curioso e importante un pequeño relato japonés que Goleman nos ilustra en la introducción a su capítulo 4, que de alguna u otra manera, resume de una manera sencilla la idea de todo el texto- al menos en gran parte-:

... un belicoso samurai desafió en una oportunidad a un maestro zen a que explicara el concepto de cielo e infierno. Pero el monje respondió con desdén:
- No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!
Herido en lo más profundo de su ser, el samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:
- Podría matarte por tu impertinencia.
- Eso -repuso el monje, con calma- es el infierno.
Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.
- Y eso -añadió el monje, es el cielo-.


A modo de un somero resumen, podríamos decir que Goleman apuesta por un concepto integral de la inteligencia, no aquella que se limita simplemente al cálculo del CI, sino una mucho más vasta, que incluye diversas inteligencias, de carácter intrapersonal, interpersonal o sociales, pero fundamentalmente adaptativas, es decir, predictoras del éxito.
Parte de la premisa válida de que un gran coeficiente intelectual no necesariamente conlleva a expectar un éxito en la vida profesional, en el campo laboral como en el plano personal, afectivo, social- el CI, en efecto, solo aumenta en un 20% las probabilidades de éxito futuro, según los referentes de Goleman en su libro-.
De este modo, se tocan diversos acápites, como la autoconciencia - es decir, qué tanto nos conocemos y sabemos identificar nuestros sentimientos, nuestros gustos y preferencias, etc.-, el manejo de emociones -el individuo consciente de sí mismo es capaz de ejercer un control sobre la irritabilidad, la ansiedad y la melancolía, etc.-, la automotivación, o la capacidad para dominar las propias emociones en pos de la consecución de un objetivo, que se desprende en un estado de fluidez que posterga la gratificación y contiene la impulsividad, por ejemplo; el reconocimiento de las emociones en los demás y el manejo de las relaciones interpersonales.
Goleman, pues, plantea que existen dos inteligencias, dos mentes: la inteligencia racional y la inteligencia emocional, la primera que se hace evidente en la destreza en lo académico, la segunda que se hace evidente en el plano netamente personal. Ojo, ambas tienen asidero en lo fisiológico: en el lóbulo prefrontal, la primera, y en la amígdala del sistema límbico, la segunda, respectivamente.
Si bien es cierto Goleman indica que la importancia de la inteligencia emocional es mayor que la de la inteligencia racional, académica, o el CI, a secas, la convivencia y relación de estas dos inteligencias es la que indica el mejor nivel de adaptabilidad en la vida. Así mismo, es muy raro que una persona demuestre en extremo una inclinación hacia una de las dos, normalmente tenemos parte de las dos.
Recomendamos, pues, la lectura de este interesante texto, que se vuelve ágil y fácil por la cantidad de ejemplos e ilustraciones - no gráficas, sino ideales, claro está, aunque hay una que otra gráfica- que nos plantea.

Goleman, Daniel. (2000) La Inteligencia Emocional. Buenos Aires: Javier Vergara.

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