sábado, octubre 29, 2005

Una mentira blanca y un momento sublime

No pudo haber sido mejor el homenaje al reconocido, estimado y brillante dr. José Agustín de la Puente Candamo. Todo comenzó como una mesa de debate, en la que ni él ni el público -salvo los propios estudiantes de historia de la PUCP- tenían idea del motivo real por el que se había expuesto la mesa.

Procederé ahora a resumir muy brevemente su magistral ponencia, parafraseándolo:

La Identidad Nacional


El Perú es una persona, no una vacilación ni una ambigüedad. El Perú se ha hecho en la historia: es un fruto de milenios.

En el siglo XIX no se tenía idea de la antigüedad milenaria. Posteriormente, ante el trabajo incansable de Julio C. Tello y diversos arquéologos, antropólogos e historiadores, se fue cimentando esta idea, ya bien entrado el siglo XX, de modo que fue un gran aporte a la construcción de la memoria peruana.

¿Qué nos dio el mundo andino? La unida del territorio, a pesar de los conflictos entre el imperio incaico y sus pueblos anexados, lo esencial fue integrado; las enseñanzas: conocimiento en metalurgia, ingeniería, agricultura y ganadería, entre otras; la originalidad, un origen digno de renombre y orgullo. El mundo andino es la patria milenaria.

El punto de inicio de la nación peruana no fue el Tahuantinsuyo ni la Conquista, ni tampoco el Virreinato o la República, fue el encuentro entre Francisco Pizarro y Atahuallpa. A partir de allí, la convivencia del indio, el negro y el español, inconciente y espontáneamente, fue formando una nación en conjunto -inconcientemente, claro está, porque nadie sabía a ciencia cierta de que esto acontecía, pura espontaneidad-. El primer peruano de la historia, entonces, fue el Inca Garcilazo de la Vega, personaje que se sentía doblemente enorgullecido, tanto por su ascendencia real indígena, como por su ascendencia española. Y podemos hablar de varios peruanos ilustres, como Hipólito Unanue, quien bien podría ser el peruano de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, por sus obras especialmente peruanas, como El Clima de Lima.

Esta nación se fue creando espontáneamente, como ya se dijo, y se manifiesta en distintos aspectos de la realidad, como Basadre hablaba de la transformación del paisaje: los algarrobos y los olivos, las chirimoyas y las fresas, las llamas y las mulas, el maíz y el trigo; como Martha Hildebrandt lo señala en su fundamental contribución, Peruanismos, en la que refiere la peculiar evolución que el castellano -y ojo, algo tan duro como el lenguaje, tampoco puede resistirse a la mixtura cultural- experimentó en nuestras tierras. Por otro lado, Carlos Paeja Paz Soldán, esbozó una frase formidable: "El Perú que deja La Serna no fue el mismo que encontró Pizarro".

El Perú, pues, claramente, es la síntesis de lo andino, lo negro y lo español. El pueblo y hasta algunos historiadores, extremistas ellos, hacen una mala interpretación de la historia. Los peruanos tendemos a negar los hechos negativos y funestos. Entonces, se crea un Perú ahistórico, utopista. No debemos negar nuestro pasado, es nuestro, pese a los muchos hechos sangrientos que marcaron nuestra historia. Debemos asumir nuestro pasado, y enorgullecernos de pertenecer a una tierra cuyo pasado es uno de los más ricos del mundo.


Fin de la participación del doctor. Los asistentes aplaudieron cerca de dos minutos. Un estudiante de historia se acercó al escenario, y bajo "Código H", reveló el motivo real por el cual se había convocado a la mesa. Margarita Guerra, entonces, elaboró un discurso notable, en el que homenajeó de manera sublime al gran maestro. Dejó en claro la manera tan sublime en que el dr. José Agustín de la Puente Candamo estudia, enseña y hace historia. Destacó el enfoque tan humano con el que el maestro toma la historia y los personajes, la microhistoria. Erik Devoto no desentonó. Por el contrario, su discurso fue muy emotivo. Se confesó un hombre muy sentimental, pese al estereotipo del investigador historiográfico, llamado a la objetividad, siempre frío. Erik nos habló de un gran hombre, una gran persona, un profesor genial, un historiador notable y un maestro excepcional. Nos habló de un hombre con una vocación inacabable, con un profundo amor a la historia, a la peruanidad. Nos habló de un hombre emotivo, optimista. Un historiador profundamente humanista, con la capacidad para meterse en los zapatos tanto del personaje que hace historia, como del ser humano común y corriente que vivió en esta y otra época (aquí podemos hacer una similitud con Basadre, claro está), y con la capacidad para hacer que sus alumnos lo hagan. Esto, sobre todo, es su gran aporte. Un gran aporte que dio a varias generaciones.
Y aquí, me incluyo en el homenaje, porque, muy a pesar de que no estudio historia, tuve la gran suerte de llevar un curso con él, de como bien dijo Erik Devoto, disfrutarlo como profesor.
Erik Devoto, cerca del final de su participación, dijo: Mi madre decía que existían dos tipos de personas: las abejas y las moscas, aquellas que viven en búsqueda de la miel, y aquellas que urgan en la basura. Con todo esto, usted, dr. José de la Puente Candamo, es una gran abeja.
Para finalizar, agradeció al hombre que dedicó toda una vida a la historia, a sus alumnos, y principalmente, a la patria, al Perú.
Y yo, que tenía a mi costado a José de la Puente Brunke, le dije: ¿qué se siente ser hijo de la historia? Sonrió y me dio la mano.

Gracias por siempre, José Agustín.

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